viernes, 12 de abril de 2013

La Teología de la Liberación es la gran asignatura pendiente de la Iglesia que hereda el Papa Francisco


EN EL 33º ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE MONSEÑOR ROMERO

La Teología de la Liberación es la gran asignatura pendiente de la Iglesia que hereda el papa Francisco

Cuando se acaban de cumplir treinta y tres años del asesinato del arzobispo de San Salvador, las "tres idolatrías" a las que él se oponía en defensa de los pobres, oprimidos y marginados se han enseñoreado de nuevo de nuestra sociedad: la oligarquía, la represión y el poder político impune

RAFAEL PLAZA VEIGA Madrid 30/03/2013 08:59Actualizado: 30/03/2013 08:59

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Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980, había denunciado poco antes de su muerte a tiros mientras celebraba la Eucaristía en su catedral las «tres idolatrías» que, según él, estaban poniendo en un grave peligro a su país: la riqueza y la propiedad privada («El deseo absoluto de tener más destruye la convivencia fraterna de los hijos de Dios»); la Seguridad Nacional («Vivimos en una estructura de injusticia social que es la raíz de los demás males. La Seguridad Nacional transforma la fuerza armada en guardia de los intereses de la oligarquía»), y la Organización («Esa quepersigue a muerte todo movimiento de oposición»).
Éstas y otras denuncias mucho más directas le llevaron a la muerte hace ahora justo 33 años. Óscar Romero murió como un profeta, aunque, en honor a la verdad, no se puede decir que la Iglesia de Latinoamérica esté muy surtida de profetas. Los mártires «de la Iglesia» hoy se pueden contar con los dedos de unas cuantas manos, y aunque la Iglesia se siente azotada por sus desapariciones, es, en el fondo, el pueblo más herido, el más convulsionado.

Los verdaderos mártires del pueblo 

Los hombres de Iglesia que a lo largo de los últimos 40 años han ido cayendo en América Latina (monseñor Romero o el teólogo jesuita Ignacio Ellacuría, y Rutilio Grande y otros seis curas, todos ellos en El Salvador; en Bolivia, Luis Espinal; y antes Gaspar García Laviana, en Nicaragua; y otros dos obispos, Valencia Cano y Angelelli, en Argentina; y los padresAguilar Escamillas, en México; y los sacerdotes Guth yHermógenes López, en Guatemala; y el padre Bernié en Brasil; y los curas y catequistas de Honduras, y los de Colombia, y los de Chile, Paraguay y Uruguay)... Todos estos y muchos más, cristianos anónimos valientes y comprometidos, no cayeron precisamente por defender unos dogmas católicos de alto coturno, ni una moral sacramental ortodoxa, ni una liturgia impecable, ni una predicación escatológica. Murieron por algo mucho más sencillo, más cercano, más real, más vivo: por defender al pueblo, al campesino, al pobre, al oprimido, al aplastado y silenciado por el poder civil, por el poder militar, y a veces incluso por las propias jerarquías católicas instaladas en la seguridad y en el mismo poder gobernante del continente latinoamericano.
En Latinoamérica hay, al menos, dos Iglesias: una conservadora y otra identificada con el pueblo sin esperanzaSon, han sido, más que mártires «de la Iglesia católica, apostólica y romana»,mártires del pueblo llano, que peca y pasa hambre por igual. Por eso se puede decir que en Latinoamérica hay, al menos, dos Iglesias, y quizá más. Una Iglesia conservadora, amiga de nunciaturas, diplomacias, abalorios, Ejército, poder, capital y patronos, y otra identificada totalmente con el pueblo, el pueblo latinoamericano sin tierras, sin trabajo, sin dignidad, sin seguros de nada, sin esperanzas y sin sonrisa. Y es por este pueblo por el que han muerto ya tantos. No consta, todavía, ningún mártir por los otros.
«No pisaré la Presidencia del Gobierno mientras no se esclarezcan las muertes de los 500 campesinos», había prometido monseñor Romero después de la masacre de 1978 en la sufrida nación salvadoreña. Cada vez se fue alejando más del poder -él, que era más bien conservador hasta que la muerte del padre Rutilio Grande le convirtió definitivamente al pobre- y esto fue, probablemente, lo que le llevó a la muerte. Lo que ha ido llevando a la muerte a muchos hombres y mujeres de la Iglesia latinoamericana, sin contar, claro, la de los campesinos y militantes jovencísimos de aquellas latitudes. ¡El poder!

La carta de Romero al presidente Carter 

Pocos días antes de su asesinato, monseñor Romero escribía una carta -que leería en la catedral de San Salvador- al propio presidente Carter, denunciando la injerencia de los Estados Unidos en la dictadura salvadoreña. ¡Qué casualidad! Menos de diez días después caería asesinado de un tiro en el corazón. El domingo anterior había denunciado sin ambages al Gobierno y al Ejército salvadoreños. ¡Era ya demasiado! Casualmente, en aquellos mismos días merodeaban por las proximidades de El Salvador las salvadoras fuerzas norteamericanas, que iban (y siguen yendo), presumiblemente, en apoyo de aquella atroz Junta Militar, tantas veces denunciada por el arzobispo Romero.
Oscar Romero fue uno de los mayores defensores de los derechos humanos en el turbulento continente latinoamericano. Como lo ha sido otro obispo, éste español, que ha pasado más de 30 años entre los campesinos del Matto Grosso, una de las zonas más deprimidas (y oprimidas) del Brasil: Pedro Casaldáliga, al que el Papa Juan Pablo II destituyó de su sede antes de cumplir los 75 años, poniendo en su lugar a un prelado que no le produjera problema alguno. Amenazado de muerte por la oligarquía brasileña y humillado por las jerarquías vaticanas, Casaldáliga es otro profeta de los que llevan la muerte puesta.
La Teología de la Liberación se consolidó en la Conferencia de Puebla de 1979, a la que asistieron 115 obispos americanos
"Tú has hecho tuyos cada vez más los problemas y los combates de los campesinos y trabajadores con los queuna minoría, aferrada a la riqueza y al poder, no quiere compartir en la igualdad", escribieron a monseñor Romero los 115 obispos latinoamericanos participantes en laConferencia de Puebla, a primeros de 1979. Esta Conferencia constituyó uno de los hitos que más claramente consolidaron la necesidad de lo que, desde años atrás, se conocería porTeología de la Liberación en América Latina.
Durante meses, el arzobispo de San Salvador había denunciado incansablemente las maniobras represivas y la dictadura insoportable del general Romero, que sería por cierto derrocado en un golpe de Estado, ¡militar también por supuesto! Los delitos del arzobispo eran "muy claros": "Algunos me han tratado de comunista, hoy otros me consideran como un traidor". Romero era más bien un obispo conservador cuando llegó a la capital. Pocos días después de tomar posesión la oligarquía salvadoreña le había ofrecido una casa adornada con mármol en uno de los barrios más elitistas, y un Cadillac. Y Romero dijo "no". En efecto: para unos y otros sólo podía ser un "comunista" o un "traidor". La cosa empezaba mal para el pobre (pobre entre los pobres) arzobispo.
A Romero le habían acosado desde fuera y desde dentro. Desde dentro de la Iglesia, se entiende. Una Iglesia a la que a partir del final de la década de los 70 le repugnaba cada vez más la "revolución" interna que impulsó el Concilio Vaticano II, donde se consagró el diálogo con los comunistas, con los ateos, con los no creyentes, y el compromiso con los más pobres de la tierra, que hasta entonces habían basado sus creencias en la "resignación cristiana".
Habría que preguntarse hoy: ¿han cambiado tanto las cosas en América Latina? Habría que preguntarle al reciente y flamante (de humilde apariencia, pero de discutible pasado) papa Francisco, procedente de la Argentina donde las dictaduras militares cometieron tantos crímenes, siendo él ya una autoridad episcopal e influyente: ¿Apoyará, con la valentía, la decisión y el compromiso que no han querido mostrar sus dos pontífices antecesores, al sufrido pueblo latinoamericano?

jueves, 11 de abril de 2013

QUE LOS MINISTROS SE PONGAN A SERVIR


Que los ministros se pongan a servir

jbada
Pepe Bada es un sabio cercano. Siempre lo ha sido. Cuando llegó a Zaragoza con su doctorado en Teología por la Universidad de Munich y se puso al servicio de los curas rurales y las comunidades de base en los años sesenta. Cuando fue catedrático de Antropología y Consejero de Cultura y siguió preocupado en los ochenta por los problemas concretos de Aragón y por la paz en el mundo. Ahora analiza nos parece que de manera genial y completando el artículo anterior en Atrio la difícil papeleta que tiene el papa Francisco para llevar con coherencia el cambio que ha anunciado para la Iglesia católica, clerical hasta la médula con maquillaje meramente retórico de servidora.
El Obispo de Roma –como se hace llamar hoy el que lo es, Francisco para todo el mundo– ha pedido a los cardenales, obispos, curas y “pastores” en general que salgan de sí mismos y dejen de ser “intermediarios”, “gestores” o“administradores” de lo sagrado; es decir, “sacerdotes” que dan, expenden o administran sacramentos, bendiciones y divinas palabras a los fieles, parroquianos o clientes de la Iglesia. Como hacen normalmente los profesionales que se precien en las mejores empresas y , por supuesto, los funcionarios o servidores públicos en la Administración del Estado. “Ministro” es una palabra de origen latino que significa literalmente “servidor público”, igual que “liturgia” significa en griego clásico literalmente “oficio o servicio público”. Sin embargo los ministros de cualquier liturgia, civil o eclesiástica, han llegado a ser lo que hoy se entiende en el lenguaje ordinario con ese nombre: “servidores en general bien servidos” o, como dice el Papa, “gestores”, “administradores” e “intermediarios” que ofician y pontifican mediando en lo divino y lo humano hasta chuparse los dedos. Si es que no lo fueron ya desde el principio bajo el engaño de buenas palabras. De todas formas la deriva semántica de los atributos -y de lo que significa el nombre que se lleva- precede a veces y sigue siempre a los cambios que se producen en la realidad objetiva y en la posición social de los sujetos de quienes se predican. Y al final los eufemismos se ajustan a su valor de cambio, como las monedas en el mercado.
Ni la Iglesia es hoy una “asamblea santa” y un “pueblo de reyes” por más que se cante en misa, ni la nación española un “pueblo soberano” por más que se diga en la Constitución y se proclame en el parlamento. La Iglesia no lo es al menos como institución real y realmente establecida en este mundo, asentada, construida, levantada más como templo que reunida como pueblo en el camino y como camino que se hace solo al andar…Y como si ya hubiera llegado y, por tanto, sin esperanza ni fe en lo que está por ver y por venir. Y en las democracias reales pasa lo mismo: ni todos los ciudadanos son iguales, ni el parlamento es sin más la sede de la soberanía popular sino de los partidos, ni los ministros están sencillamente en el gobierno para servir al pueblo como si no tuvieran nada más que hacer. En realidad no existe la democracia ideal, que no es de este mundo. Como tampoco el Reino de Dios, que no es la Iglesia. Pero entre uno y lo otro: lo que es , más bien poco, y lo perfecto –que sería una pasada– hay un camino. No es pedir demasiado si pedimos a todos los pastores o líderes de este mundo, dar al menos los primeros pasos como pide Francisco a los curas:
“El sacerdote que sale poco de sí –ha dicho el pasado día 27 de marzo en una homilía– se va convirtiendo en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor ya tienen su paga, y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres”.
La dimisión del Papa Bnedicto nos sorprendió a todos, la elección de Francisco también. Difícil es dimitir, pero comenzar e inaugurar es más difícil. El nuevo Obispo de Roma recién estrenado tendrá que elegir, en consecuencia, a pescadores de alta mar que sepan lo que es bregar cuando es de noche y a pastores de campo abierto que le ayuden a sacar al pueblo cristiano del corral en el que se halla metido en conserva para su perdición y triste ganancia de ganaderos. Así como de una tradición muerta y mortificante: de un depósito donde se pudre la cristiandad que nos haría cristianos, y de una Cristiandad que nos retuvo mucho tiempo en un malentendido monumental del Evangelio. Si es que quiere ir –y llevarnos– con ese pueblo y en medio de ese pueblo a la tierra prometida, pues no tenemos aquí ciudad permanente. Nadie la tiene y, menos que nadie, los pobres a los que solo les queda la esperanza –y esto porque no se puede comprar– y todo el camino por delante.
Francisco tendrá que elegir como colaboradores necesarios a servidores que sirvan y no se sirvan del pueblo.”Ministros” que se apeen para servir, y perviertan el escalafón: que la jerarquía sea en efecto para bajar y no para subir, para que el primero sirva a todos. Para que esté en posición de servicio con todas sus fuerzas. No para que otros suban a ocupar el poder, sino para poner el poder como escabel a los pies del pueblo de Dios. Francisco tendrá que elegir a servidores del pueblo dispuestos a cambiar el confortable centro histórico por los suburbios, la periferia y más allá hasta el último rincón del mundo. Tendrá que elegir a compañeros, obispos y colegas que no se muevan como Pedro por su casa, que salgan de ella y hasta de sí mismos: que se desvivan por los otros. Que no, que no se trata ya de salir de casa e ir por todo el mundo girando como peonza sobre sí mismo para no caerse. Que no es dejarse ver o poner en escena al Papa como hizo Juan Pablo II. Que es ponerse a servir, salir al encuentro de los otros aunque sea dando tumbos y no ponerse a bailar sin parar ni reparar en nada y en nadie para volver consigo al mismo sitio sin perder la compostura.
Me pregunto si es eso lo que quiere el Papa y lo puede hacer Francisco. Dudo que se lo pueda permitir la Iglesia Católica, y muchos son los que tememos que la Curia Romana haga lo imposible para que no sea. Pero si no obstante sucede contra toda esperanza –es decir, contra toda expectativa razonable– y Francisco hace lo que dice, será para celebrarlo: un acontecimiento realmente histórico, un milagro, nada que ver con lo que pasa normalmente en la naturaleza y una revolución de mayores consecuencias que la caída del Muro. Todos son flores para Francisco en Pascua Florida. Pero se ha de ver todavía lo que sea en Pascua Granada.

lunes, 8 de abril de 2013

Giordano Bruno, aggiornamento y nuevo paradigma


Giordano Bruno, “aggiornamento” y nuevo paradigma

ALCAINA“El infierno no existe, pero es el temor infundado de que existe lo que hace del infierno una realidad”
Campo dei Fiori. No hay flores por doquier. Es un mercadillo de alimentos. Frutas, hortalizas, cereales, embutidos. Está activo de 6 a 14 h. No los domingos. Restaurantes y bares. Sólo un puesto de flores. Su toponimia es discutible. Cuando Calixto III hizo construir la plaza (a. 1456) era un campo de flores. Hay historiadores que discrepan. Se trataría de la finca regalada por Pompeyo Magno (siglo I a. C.) a su cortesana Flora.

De Campo de’ Fiori parte la via del Mascherone. Unos 300 metros. Termina, perpendicular, en vía Giulia, mucho más larga, que discurre paralela al Lungotevere, el Sandalio y el Tebaldi. En via Mascherone 55, hay un colegio mayor italiano. En él pasé mi primer curso de estudios en Roma. En 15 minutos, llegaba a la universidad, en Piazza de la Pilotta. Una borrachera de monumentos en el trayecto. Los más significativos, Piazza Navona y el Panteon. Si callejeaba en sentido contrario, a 10 minutos, Castel Sant ‘Angelo y el Vaticano.
En el centro de Campo dei Fiori, se alza Giordano Bruno, una imponente escultura obra de Ferrari. La Ciencia honró así su memoria en el siglo XIX. Todavía no lo hizo la Iglesia que lo entregó a las llamas en este mismísimo lugar. Con anterioridad, había quemado sus obras. Prisión durante 10 años en las mazmorras del Palacio del Santo Oficio. Fue un 17 de febrero de 1600. Dirigía la Inquisición Roberto Belarmino.Ya en la pira, Bruno seguía proclamando sus ideas. Fue preciso perforar y atar su lengua que no entendía de grilletes. Muchos de los aterrados asistentes eran sus devotos seguidores. Había que borrar su rastro. Además, evitar el culto a sus reliquias. La Santa Inquisición se cuidó de arrojar huesos y cenizas al Tiber. En vano. Sus ideas resultaron contagiosas. Cual falla valenciana, su cuerpo atizonado se convirtió en faro de pensadores y acicate de heterodoxos. El sueño del Giordano se hizo realidad antes de finalizar el siglo que él inauguraba entre llamas purificadoras. La Ilustración europea vino a reclamar la autonomía de la razón ante los dogmas, el derecho individual ante el despotismo.
Todos los días lectivos, en mi periplo, pasaba al lado deBruno. Lo saludaba. Ninguna respuesta de su parte. Nada semejante al pajarito de Hugo Chavez. Si hacía bueno, aprovechaba los fines de semana y las tardes sin clases. Me sentaba en la plataforma del monumento. El genio mira, sereno, hacia el Vaticano. A su sombra, con el Kittel y el Merk abiertos sobre mis rodillas, traducía y analizaba textos hebreos y griegos. Y, dejando la Biblia, saboreaba al sabio que me ofrecía sombra. Podría recitarlo de memoria. Es el poema que dedicó a sus juzgadores y verdugos días antes de disolverse en su Universo.

Decid ¿cuál es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana donde encendáis la hoguera
levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma.
¿Por qué? Porque las luces busqué de la verdad,
no en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
con dogmas y con ritos robados a otra edad,
sino en el libro eterno del Universo mundo
que encierra entre sus folios de inmensa duración
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué,
ha de trocar muy pronto la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la fe por la razón.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo,
todo lo grande, y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea
es intamgible, eterna, divina, inmaterial…
Que no es ella el dios y la religión vuestra
sino la que forma con sus cambios la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario,
la que convierte al hombre de polvo en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz la de Tabor.
Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos,
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!
¿Cuál es vuestra doctrina? tegido de patrañas;
vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña;
vuestra razón, la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles.
Tenéis las bacanales, su pérfida maldad.
Como ellos sois farsantes, hipócritas y viles.
Queréis, como quisieron, matar a la verdad.
Mas…¡Vano vuestro empeño! Si en esto vence alguno
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir,
“Respeto a los que mueren como muriera Bruno”
Y en cambio vuestros nombres…¿Quien los podrá decir?
Ah, prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte.
Morir como yo muero… no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso, habrá quien triunfe y no en Roma…¡Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño.
Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño.
Porque es la muerte un sueño que nos conduce a Dios…
Mas no a ese dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición.
Sino a ese Dios-Idea que en mil evoluciones
da a la materia forma y vida a la creación.
No al dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento.
Al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mi,
al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
al Dios de las bondades, no al dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar.
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio
de la verdad que sepa no me haréis apostar.
¡Mas basta!…¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra.
¡Cobardes!, ¿Qué os detiene?…¿Teméis al porvenir?
¡Ah!… Tembláis. Es porque os falta la fe que a mi me sobra.
¡Miradme… Yo no tiemblo. ¡Y soy quien va a morir!


Diréis: pelín larga la cita. Vale la pena. El poema condensa el sistema filosófico y el carácter extraordinariamente fuerte deGiordano. Su muerte no es parangonable con la deSócrates. Los griegos poseían una estética de la que carecían los inquisidores romanos. Sócrates y Sénecacolaboraron físicamente a su tránsito. Con valentía, pero con discreción, sin escarnio.
Filippo fue el nombre que recibió el Bruno cuando nació en Nola (Nápoles) en 1548. Giordano lo adoptó al profesar en la Orden de Predicadores. Bien pronto destacó por su talento, su inconformismo y su criticismo. Por su heliocentrismo copernicano, sus ideas próximas al panteísmo y sus durísimas críticas a la discipliana y a dogmas católicos, fue acusado de herejía. Todavía era estudiante o recién ordenado presbítero. Dejó la Orden para no comprometerla. Huyó de la Campania a Roma. Peregrinó por Europa enseñando en varias universidades. Sorbona, Oxford, Wittenberg. Produjo muchas e interesantes obras. Se conservan. La Inquisición fue ineficiente en su destrucción. Astrónomo, filósofo y poeta. Sus incursiones en Teología son de tipo filosófico. Su obra y legado van más allá de lo religioso y eclesiástico. Un modelo de lucha y resistencia pacífica. Tenía precedentes. Jesús, el nazareno, por ejemplo.
Es natural que la Inquisición persiguiera a Giordano quien temía, sobre todo, al Santo Oficio romano. Coqueteó con el Calvinismo que finalmente repudió. Sólo cuando el duxGiovanni Mocenigo le aseguró protección, regresó a Italia.Mocenigo lo traicionó. Logró que el Senado veneciano lo entregara a la Inquisición romana.
Algunas de las doctrinas de Giordano Bruno son o pueden ser discutibles u obsoletas. Son admirables y difícilmente superables su arte poética, su entereza, su coherencia, su fe, su capacidad dialética y filosófica. Muchos de sus postulados teológicos resurgieron en el Catolicismo del siglo XX. Elaggiornamento. O el actual “nuevo paradigma”. La superación del dogmatismo y del centralismo, la libertad de investigación y de expresión, la dignificación del individuo, la limitación del poder y la riqueza, la no discriminación por sexo, la valoración de la razón, el pluralismo religioso. Son planteamientos de Giordano Bruno. Todavía hoy constituyen retos.
El primer responsable de la condena y atroz muerte deGiordano fue, sin duda, el jesuita cardenal Roberto Belarmino. Un émulo en Roma del dominico Tomás de Torquemada, sádico inquisidor español. Belarmino fue canonizado y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI (a. 1930). Fue precursor de Jozef Ratzinger quien presidiría el Santo Oficio cuatro siglos más tarde. Con sofisticados métodos acomodados a los tiempos, Ratzinger perseguiría idénticos fines: la ortoxia romana. Dicen que Belarminoquiso ser jesuita para obviar dignidades eclesiásticas. En efecto, sólo por imposición papal se rompe esa norma ignaciana. Puro camelo. El gobierno en la sombra -también el eclesiástico- es decisivo, más eficaz. A la larga, el interés institucional prevalece sobre la preferencia o decisión papal. Benedictinos, dominicos, jesuitas, Opus, franciscanos… Las sagas y cordadas son efímeras..
En mis nostálgicas visitas a la Ciudad Eterna escojo para residir el Colegio del Mascherone. Lo prefiero al Colegio Español y a la Casa Montserrat. En ambos fui también alumno residente. Mi elección se debe a la cercanía deBruno. Cada tarde, ya sin toldos de mercadillo, visito y acaricio al héroe nolense. Su cárcel en el Vaticano estuvo – sigue estando – exactamente bajo el apartamento que ocupé durante ocho años. Es el mismo subterráneo que, pocos años después, ocuparía Galileo Galilei durante un beve período, antes de ser confinado en su domicilio. A Galileo le salvaron de la hoguera su prudencia y la menor coherencia. Se retractó y pactó con los inquisidores. Se valió de un falso documento del recién fallecido Belarmino quien, en vida, lo había condenado. Un pacto con consecuencias positivas cuatro siglos después. Su rehabilitación por Juan Pablo IIllegó en 1992. No así la de Giordano Bruno. En 2000, mi antiguo colega, el cardenal Paul Poupard, lamentaba, ante la prensa, que la Iglesia lo hubiera enviado a la hoguera. ¡Faltaría más! Pero hasta el presente, ninguna excusa, ninguna rehabilitación oficial. ¡Ni falta que hace! Supondría lamentar el asesinato después de haber asesinado. Cinismo. Nos suena. Discurso de terroristas. ¡Sonrían! ¡Con este post, queda rehabilitado Giordano Bruno!
¡Celso Alcaina dixit!.

viernes, 5 de abril de 2013

PAPA FRANCISCO ¿INAUGURA EL TERCER MILENIO?


El Papa Francisco ¿inaugura el tercer milenio?

BoffEl primer milenio de cristianismo estuvo marcado por el paradigma de la comunidad. Las Iglesias tenían relativa autonomía con sus ritos propios: la ortodoxa, la copta, la ambrosiana de Milán, la mozárabe de España y otras. Veneraban sus propios mártires y confesores y tenían sus teologías, como se ve en la floreciente cristiandad del norte de África con san Agustín, san Cipriano y el laico teólogo Tertuliano. Ellas se reconocían entre si y, aunque en Roma ya se esbozaba una visión más jurídica, predominaba la presidencia en la caridad.
El segundo milenio se caracterizó por el paradigma de la Iglesia como sociedad perfecta y jerarquizada: una monarquía absoluta centrada en la figura del Papa como cabeza suprema (cefalización), dotado de poderes ilimitados y, por último, infalible cuando se declara como tal en asuntos de fe y moral. Se creó el Estado Pontificio, con ejército, con sistema financiero y legislación que incluía la pena de muerte. Se creó un cuerpo de peritos de la institución, la Curia Romana, responsable de la administración eclesiástica mundial. Esta centralización produjo la romanización de toda la cristiandad. La evangelización de América Latina, de Asia y de África se hizo dentro de un mismo proceso de conquista colonial del mundo y significó un trasplante del modelo romano, anulando prácticamente la encarnación en las culturas locales. Se oficializó la estricta separación entre el clero y los laicos. Éstos, sin ningún poder de decisión (en el primer milenio participaban en la elección de los obispos y del propio Papa), fueron jurídicamente y de hecho infantilizados y mediocrizados.
Las costumbres palaciegas de sacerdotes, obispos, cardenales y papas se afirmaron. Los títulos de poder de los emperadores romanos, comenzando por los de Papa y Sumo Pontífice, pasaron al obispo de Roma. Los cardenales, príncipes de la Iglesia, se vestían como la alta nobleza renacentista, y así ha permanecido hasta la actualidad, para escándalo de no pocos cristianos habituados a ver a Jesús pobre y hombre del pueblo, perseguido, torturado y ejecutado en la cruz.
Todo indica que este modelo de Iglesia se clausuró con la renuncia de Benedicto XVI, último Papa de este modelo monárquico, en un contexto trágico de escándalos que han afectado al núcleo de credibilidad del mensaje cristiano.
La elección del Papa Francisco, venido «del fin del mundo» como él mismo se presentó, de la periferia de la cristiandad, del Gran Sur, donde vive el 60% de los católicos, inaugurará el paradigma eclesial del Tercer Milenio: la Iglesia como vasta red de comunidades cristianas, enraizadas en las diferentes culturas, algunas más antiguas que la occidental, como la china, la india y la japonesa, las culturas tribales de África y las comunitarias de América Latina. Se encarna también en la cultura moderna de los países técnicamente avanzados, con una fe vivida también en pequeñas comunidades. Todas estas encarnaciones tienen algo en común: la urbanización de la humanidad en la cual más del 80% de la población vive en grandes conglomerados de millones y millones de personas.
En este contexto no será posible hablar de parroquias territoriales, sino de comunidades de vecindad, de edificios o de calles cercanas. Ese cristianismo tendrá como protagonistas a los laicos, animados por curas, casados o no, o por mujeres-sacerdotes y obispas ligadas más a la espiritualidad que a la administración. Las Iglesias tendrán otros rostros.
La reforma no se restringirá a la Curia Romana, en estado calamitoso, sino que se extenderá a toda la institucionalidad de la Iglesia. Tal vez solamente convocar un nuevo Concilio con representantes de toda la cristiandad dará al Papa la seguridad y las líneas maestras de la Iglesia del Tercer Milenio. Que no le falte el Espíritu.
[Traducción de Mª José Gavito]

martes, 2 de abril de 2013

EL PAPA: OTRA CARA Y OTRO CARIZ


 
Enviado a la página web de Redes Cristianas
El Papa Bergoglio no es un Papa o Patriarca, sino un Fratriarca: un Papa de gesto compungido y maneras sencillas, con su cruz pobre al pecho y su nombre del poverello Francisco de Asís y del misionero Francisco Javier. Frente a la rigidez o voluntarismo de los Papas europeos, el nuevo Papa Fratriarca se muestra cercano y predica/practica la fraternidad o hermandad, el amor fraterno como clave de bóveda del cristianismo esencial. Esperemos/esperamos que este sea el papado del fratriarcado cristiano.
El lema de este pontificado es “amor y fraternidad”, una fraternidad católica o universal, o más bien “unidiversal”, por cuanto reúne la diversidad que el propio Papa encarna como Fratriarca y no Patriarca de una Iglesia con carismas y crismas diferentes, aunque en torno al mismo crisma santo. El amor cristiano dice caridad, y la caridad dice amor fraterno. En efecto, el Dios cristiano no es el Padre del Antiguo Testamento, sino el Hijo-Hermano (Cristo) del Nuevo Testamento, que funda la fraternidad universal/unidiversal.
Cierto, podemos denominar a Dios padre, pero en el sentido que le otorga Jesús al llamarlo “papá” (abbá). El Dios de Jesús no es un padre patrón, es un padre materno y fraterno, un padre compasivo y misericordioso. Francisco de Asís y su actual homónimo papal entienden el cristianismo como la religión de la fraternidad, bajo la mirada amorosa del Dios evangélico.
Así que este Papa hispano y jesuita me cae bien y me resulta intrigante. Como hispano aporta la afectividad latina, como jesuita aporta la efectividad ladina. Su gestualidad y ropajes contrastan con la gestualidad hierática y los ropajes bordados del Papa Ratzinger, con perdón, pues no me imagino al argentino calzando zapatos de piel de becerro neonato como el alemán.
Y bien, algunos tachan al actual pontífice de conservador, pero yo espero que sea un conservador conversador o dialogador, que trate de hermanar el mundo y crear puentes entre sus habitantes, que es la específica labor de un auténtico Pontífice. En las redes virtuales, no siempre virtuosas, se critica al cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, por su posición dura contra el matrimonio homosexual, considerado por él como una especie de avatar diablesco (aunque para avatar diablesco el escándalo de la pederastia en la Iglesia). Al respecto del susodicho tema polémico, hace tiempo que vengo proponiendo llamar al matrimonio tradicional “matrimonio”, denominando al otro “fratrimonio” (homoafectivo), y dejando ya el término económico de “patrimonio” para fusiones bancarias y efusiones dinerarias.
El Papa como Fratriarca y no Patriarca de la Iglesia sería su gran apuesta ya incoada, y que puede realizar mejor que otros porque procede del tercer mundo y accede a la tercera edad, lo cual ajuntado ofrece un flanco compasivo y misericordioso. Lo de la alta edad media pontificia es también objeto de crítica, ya que la jerarquía eclesiástica parece una geriatría algo esclerótica, aunque para los que estamos en edad provecta pueda resultarnos intrigante. El peligro sin duda está en que la Iglesia acabe siendo una reliquia histórica o bien un relicario del pasado.
Quizás la mejor decisión del Papa Ratzinger haya sido su dimisión, quizás la mejor decisión del Papa Bergoglio haya sido su aceptación. Porque la dimisión de aquel y la aceptación de este pueden posibilitar un renacimiento de la Iglesia como “communitas” o comunidad, frente al viejo comunismo y al nuevo individualismo capitalista. La Iglesia católica tiene como gran tradición un comunitarismo que puede resultar negativamente tradicionalista, pero también positivamente personalista. Pues frente al individuo y a la comuna, la persona encarna al individuo comunitario.
La Iglesia tradicional ha pecado tradicionalmente de triunfalismo, olvidando su peregrinaje por este mundo como Iglesia pecadora. Mientras que el catolicismo ha entronizado a Pedro, el protestantismo ha entronizado a Pablo: Pedro representa la letra ritual o dogmática, Pablo representa la gracia y la libertad de espíritu. Sin embargo, nos queda la gran tarea teológica de recuperar el alma fraterna del cristianismo y de la Iglesia, simbolizada por el amor predicado por Juan. El amor frente a la incuria de la curia, la caridad frente al odio cainita, la fraternidad frente al fratricidio. La Iglesia precisa una apertura trascendental que es también una apertura a la trascendencia, pero a través de su humanización y encarnación cristiana.