martes, 23 de enero de 2018

EDUCANDO A MISTER TRUMP DE SIVERIO PEREZ

Educando a Míster Trump

No me importa si es absolutamente cierto o no que en una reunión en la oficina oval el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se haya referido a Haití y otras naciones como países letrinas. Si no lo dijo con palabras, su comportamiento antes, durante y después de la campaña de 2016 lo ha hecho evidente. Lo peor es que esa forma de pensar, a todas luces racista, no le es exclusivo. Sesenta y tres millones de estadounidenses votaron por él a pesar de que se jactó de tratar irrespetuosamente a las mujeres, hizo expresiones ofensivas contra los mexicanos, y se la pasó cuestionando el origen estadounidense del presidente Barack Obama.
Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Princeton, las personas menos afortunadas son vistas como una especie inferior por la mayoría de los millonarios estadounidenses. Cuanto más grande es la brecha social, menor es la compasión que se manifiesta por los demás, indicaron los investigadores. Míster Trump no es empático con los pobres del mundo porque en la cuna de oro donde nació no fue educado en el entendimiento de lo que es inequidad.
Eduquémoslo. Un informe de la reserva federal de los Estados Unidos, país del cual es presidente, dice que el 1% de las familias más ricas, como la de él, controlan el 38.6% de toda la riqueza del país. Esto es, de cada cien dólares disponibles, una familia se queda con $38.60, y el resto, que se lo distribuyan como pueda el 99% restante. A este problema el presidente no le está buscando la solución. Todo lo contrario. La tendencia es que Estados Unidos se hace cada día más desigual. Y con la nueva reforma fiscal, se acrecentará el problema. Tomen nota los que proponen la anexión como la panacea a nuestros problemas económicos.
La riqueza de esos billonarios, como Trump, es creada por los obreros que realizan trabajos mal remunerados en esos países de los que él habla con desprecio. El uso de mano de obra barata en el mundo globalizado, la explotación de los recursos naturales de esas naciones subdesarrolladas, la eliminación de trabajos por la tecnología, y los préstamos de los países ricos a los países pobres crea un círculo vicioso: te empobrezco, y te presto dinero que a su vez te empobrece mas.
Mientras en Estados Unidos el salario mínimo era de $7.25 la hora, en Haití, el que tiene la suerte de encontrar trabajo, va a ganar a peso y medio la hora. El salario mínimo en México está por debajo del de Haití. En Nicaragua los trabajadores ganan en promedio $115 dólares al mes. Mientras exista esa inequidad, y mientras Estados Unidos se siga vendiendo como el país de las grandes oportunidades, es natural que los pobres de la tierra lo vean como la tierra prometida.
Si Trump se adjudica el derecho a calificar de esa forma a los países pobres, ¿cómo calificamos a un país que usa su poderío militar para invadir y doblegar a otros, que ha usado sus aparatos de inteligencia para poner y quitar gobiernos, que ha ordenado el asesinato de líderes políticos en otros países, que no firma tratados de derechos humanos y se sale del consenso a favor del ambiente, que mantiene estrechas relaciones con dictadores y países que le niegan derechos a las mujeres, que es el único en la humanidad en haber lanzado indiscriminadamente dos bombas atómicas sobre ciudades densamente pobladas, que mantiene la única colonia que queda en la faz de la tierra y paulatinamente la va dejando a la deriva para que se convierta en un país letrina, como él suele llamarles?
El futuro de la humanidad está en peligro cuando depende de personas poderosas, con un botón nuclear a su alcance, que a la vez son mal educadas en los principios básicos de la compasión y la solidaridad. La reconstrucción de Puerto Rico tiene que tener como objetivo primario el que seamos cada vez más igualitarios y más respetuosos del ser humano, independientemente de su origen, raza, religión o preferencia sexual.