viernes, 31 de mayo de 2013

SIGNOS DEL ESPIRITU EN EL MUNDO

Signos del Espíritu en el mundo

BoffDesde hace bastante tiempo se ha venido desarrollando toda una teología de los “signos de los tiempos”, como una forma de percepción de un plan divino para la historia humana. Este procedimiento es arriesgado porque para conocer los signos hay que conocer primero los tiempos. Y hoy en día estos son complejos cuando no contradictorios. Lo que es signo del Espíritu para algunos, puede ser un anti-signo para otros.

Pero hay algunos hechos que se imponen a la consideración de todos porque son evidentes en sí mismos. Vamos a referiremos a algunos de ellos por la densidad de significado que contienen.
El primero es, sin duda, el proceso de planetización. Este, más que un hecho económico y político innegable, representa un fenómeno histórico-antropológico: la humanidad se descubre como especie que habita en la misma y única casa, el planeta Tierra, con un destino común. Él anticipa lo que ya decía Pierre Teilhard de Chardin en 1933 desde su exilio eclesiástico en China: estamos en la antesala de una nueva fase de la humanidad: la fase de la noosfera, es decir, la convergencia de mentes y corazones constituyendo una única historia junto con la historia de la Tierra. Espíritu, que es siempre de unidad, de reconciliación y de convergencia en la diversidad.
Otra señal relevante está constituida por los Foros Sociales Mundiales que empezaron realizarse a partir del año 2000 en Porto Alegre (RS). Por primera vez en la historia moderna, los pobres del mundo, como contrapartida a las reuniones de los ricos en la ciudad suiza de Davos, lograron acumular tanta fuerza y capacidad de articulación que acabaron reuniéndose, miles y miles, para presentar sus experiencias de resistencia y de liberación, y alimentar un sueño colectivo de que otro mundo es posible y necesario. Ahí se notaron los brotes de un nuevo paradigma de la humanidad, capaz de organizar de manera diferente la producción, el consumo, la conservación de la naturaleza y la inclusión de todos en un proyecto colectivo que garantice un futuro de vida.
La Primavera árabe surge también como un signo del Espíritu en el mundo. Incendió todo el norte de África y se llevó a cabo bajo el signo de búsqueda de la libertad, de respeto de los derechos humanos y de integración de las mujeres, consideradas como iguales, en los procesos sociales. Las dictaduras fueron derribadas, se están probando las democracias, el factor religioso es cada vez más valorado en el montaje de la sociedad, pero dejando de lado aspectos fundamentalistas. Estos hechos históricos deben interpretarse, más allá de su lectura secular y sociopolítica, como manifestación del Espíritu de libertad y de creatividad.
¿Quién podría negar que, en una lectura bíblico-teológica, la crisis de 2008 que afectó principalmente al centro del poder económico y financiero del mundo, allí donde están los grandes consorcios económicos que viven de la especulación a costa de la desestabilización de otros países y la desesperación de sus poblaciones, no es también un signo del Espíritu Santo? Esta es una señal de advertencia de que la perversidad tiene límites y que sobre ellos puede venir un juicio severo de Dios: su colapso total.
En contrapartida al signo negativo anterior está el signo positivo de los movimientos de víctimas que se organizaron en Europa, como el de los «Indignados» en España e Inglaterra y los «Ocupas de Wall Street» en Estados Unidos. Ambos revelan una fuerza de protesta y de búsqueda de nuevas formas de democracia y de organización de la producción, cuya fuente última, en la lectura de la fe, es el Espíritu.
Otro signo del Espíritu ha tomado forma en la conciencia ecológica de un número cada vez mayor de personas en todo el mundo. Los hechos no pueden ser negados: hemos tocado los límites de la Tierra, los ecosistemas se están agotando cada vez más, la energía fósil, motor secreto de todo nuestro proceso industrial, tiene sus días contados, y el calentamiento global, que no para de aumentar, en algunas décadas podría poner en peligro toda la biodiversidad.
Somos los principales responsables de este caos ecológico. Es urgente otro paradigma de civilización que esté en línea con las visiones ya probadas en la humanidad como son el «buen vivir» y «el buen convivir» (sumak kawsay) de los pueblos andinos, el «Índice de felicidad bruta» de Bután, el ecosocialismo, la economía biocentrada y solidaria, una economía verde bien entendida o proyectos cuya centralidad se pone en la vida, la humanidad y la Tierra viva.
Por último, un gran signo del Espíritu en el mundo es el surgimiento del movimiento feminista y del ecofeminismo. Las mujeres no sólo han denunciado la secular dominación de los hombres sobre las mujeres (cuestión de género), sino especialmente toda la cultura patriarcal. La irrupción de las mujeres en todos los ámbitos de la actividad humana, en el mundo del trabajo, en los centros de saber, en el campo de la política y de las artes, pero especialmente su vigorosa reflexión desde la condición femenina sobre toda la realidad, deben ser vistos como una manifestación de gran alcance del Espíritu en la historia.
La vida en el planeta está amenazada. La mujer es connatural a la vida, pues la genera y la cuida durante todo el tiempo. El siglo XXI, creo yo, será el siglo de las mujeres, quienes, junto con los hombres, van a asumir cada vez más responsabilidades colectivas. Gracias a ellas, los valores que más las distinguen como el cuidado, la cooperación, la solidaridad, la compasión y el amor incondicional serán la base de la nueva civilización planetaria.
Leonardo Boff escribió con Rose-Marie Muraro Femenino-Masculino: nuevo paradigma para una nueva relación,Record 1999.
Traducción de Mª José Gavito

lunes, 27 de mayo de 2013

Sólo un Dios puede salvarnos

Sólo un Dios puede salvarnos

BoffLa crisis de nuestra civilización científico-técnica exige más que explicaciones históricas y sociológicas. Reclama una reflexión filosófica que desemboca en una pregunta teológica. Quién lo vio claramente fue Martín Heidegger (1889-1976), incluso antes de que hubiese surgido la alarma ecológica. En una famosa conferencia en Munich en 1955 “Sobre la cuestión de la técnica” en la que estuvieron presentes Werner Heisenberg y Ortega y Gasset, dejó claro el riesgo que corren el mundo natural y la humanidad cuando se dejan absorber totalmente por la lógica intrínseca de este modo de pensar y actuar que interviene y manipula el mundo natural hasta sus últimas capas, para sacar beneficios individuales o sociales. La cultura científico-técnica ha penetrado tan profundamente en la comprensión de nosotros  mismos que ya no podemos entendernos ni vivir sin esta muleta introyectada en nuestro propio ser y estar en el mundo.
Representa la convergencia de dos tradiciones de la filosofía occidental: la platónica de cariz idealista transfigurada por la orientación cristiana, y la aristotélica, más empírica, que es la base de la ciencia. Se fusionaron en el siglo XVII desde Descartes y fundaron la  tecno-ciencia moderna, el paradigma dominante. Este modo de ser pone su interés en cómo son las cosas, cómo funcionan y cómo nos pueden ser útiles, no el milagro de que las cosas sean, confrontadas con la nada. Nos separamos del mundo natural para entrar profundamente en el mundo artificial. Hemos perdido la relación orgánica con las cosas, las plantas, los animales, las montañas y los propios seres humanos.
Todo se convierte en instrumento para una finalidad. No vemos al ser como una persona portadora de un propósito, sino su fuerza de trabajo, ya sea física o intelectual, que puede ser explotada. Si se puede hacer algo se hará sin ninguna justificación ética. Si podemos desintegrar el átomo no hay por qué no hacerlo y construir la bomba atómica. Si podemos tirarla sobre Hiroshima y Nagasaki, ¿quién lo impedirá? Si puedo manipular el código genético, no hay límite moral o ético que lo pueda restringir. Y hacemos las experiencias que nos parecen interesantes y útiles para el mercado y para una cierta calidad de vida.
Heidegger nos advierte que la tecnociencia ha creado en nosotros un dispositivo (Gestell), una forma de ver que considera todo como cosa a nuestra disposición. Ha colonizado todos los espacios y sometido todos los saberes. Se ha convertido en un motor que se acelera de tal manera que ya no sabemos cómo detenerlo. Nos hemos convertido en sus rehenes. Nos dicta qué hacer o dejar de hacer. En este punto, Heidegger señala el altísimo riesgo que corremos como naturaleza y como especie. La tecnociencia afecta a los fundamentos que sustentan la vida y ha generado tal fuerza destructiva que puede exterminarnos a todos. Los medios ya están construidos y están ahí a nuestra disposición. ¿Quién sujetará la mano para no desencadenar el Armagedón natural y humano? Esa es la gran pregunta que nos debería ocupar como personas y como humanidad, y menos el crecimiento y las tasas de interés.
La respuesta intentada por Heidegger es una Kehre, una “vuelta” que significa una transformación. Este es el propósito final de todo su pensamiento, tal como se revela en una carta a Karl Jaspers: ser el celador de un museo que quita el polvo de los objetos de manera que se puedan ver. Como filósofo se proponía (es una pena que use un lenguaje tan terriblemente complicado) remover lo que cubre lo habitual y lo cotidiano de la vida. Al hacer eso ¿qué revela? Nada, sino lo que nos rodea y que constituye nuestro ser-en-el-mundo-con los demás y con el paisaje, con el cielo azul, con la lluvia y con el sol. Y dejar que las cosas se vean tal como son; no nos oprimen, sino que están, tranquilas, con nosotros en casa.
Fue a buscar inspiración para este modo de ser en los presocráticos, especialmente en Heráclito, que vivían el pensamiento originario antes de que se transformase con Platón y Aristóteles en metafísica, base de la tecnociencia. Pero teme que sea demasiado tarde. Estamos tan cerca del abismo que no podemos volver atrás. En su última entrevista a Der Spiegel en 1976 publicada post-mortem dice: “Sólo un Dios puede salvarnos.” La pregunta filosófica por el destino de nuestra cultura se ha convertido en una cuestión teológica. ¿Va Dios a intervenir? ¿Permitirá la autodestrucción de la especie?
Como teólogo cristiano diré con San Pablo: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5), porque “Dios es el soberano amante de la vida” (Sb 11,26). No sé cómo. Sólo espero.
Leonardo Boff es autor: Proteger la Tierra, cuidar la vida: cómo escapar del fin del mundo, Sal Terrae 2011
Traducción de Mª José Gavito

miércoles, 15 de mayo de 2013



Noticias

Pasaporte boricua

Fufi Santori

BIO
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20 de enero de 2013

El Estado Libre Asociado

En 1948  Puerto Rico compitió en los Juegos Olímpicos de Londres. Se nos reconocía asi una nacionalidad: la puertorriqueña. Esto a pesar de que éramos una COLONIA de los Estados Unidos de América. Ese mismo año, los 'americanos' nos permitieron elegir a un gobernador boricua: Luis Muñoz Marín.
Durante su campaña eleccionaria, Muñoz Marín sentenció que la Independencia de Puerto Rico significaría la ruina económica de nuestra nación. Ya para entonces, él y su Partido Popular, habían conseguido cantidad de ayudas federales  y la pobreza comenzaba a mitigarse en la COLONIA. Los detalles políticos estaban todos sobre la mesa. Éramos una posesión, monda y lironda, de otra nación. A cambio de esa indignidad disfrutábamos de más luz, agua, comida, zapatos, carros, radios  y mejores inodoros.
Pero Muñoz Marín, animal pensante al fin; inteligente  y  sensible, se propuso el conseguir algo más para su gente porque, el perro del millonario se puede comer  diez chuletas diarias pero no deja de ser perro. Y por eso, en sus elucubraciones, el líder se imaginó un Puerto Rico libre y asociado a los Estados Unidos. Y le vino a la mente: una Constitución para formalizar la idea de un estado libre siendo la asociación una consecuencia lógica de compartir una misma ciudadanía: la 'americana'. 
Procedía el pedirle permiso al Congreso; a los invasores. Esa alternativa de PEDIR   en vez de EXIGIR daba mala espina pero la voluntad de El Vate no se cuestionaba. Y claro el Pueblo consultado acogió con júbilo la Ley 600, un mandato federal.
A los independentistas el 'paquete' constitucional le olía a 'pescao abombao'  y se abstuvieron de participar en esa Asamblea de constituyentes en 1952. A Pedro Albizu Campos  el proyecto constitucionalista que viabilizaba la Ley 600 le significaba una estocada mortal a nuestra nacionalidad y al derecho de ser libres. Y el 30 de octubre de 1950 Albizu y los nacionalistas le declararon la guerra a los Estados Unidos y a Muñoz Marín. ¡Qué cojones! Falta que ahora nos hacen.
Los nacionalistas que entraron al patio de La Fortaleza  con el propósito de MATAR  a Muñoz  fueron acribillados por la policía insular mientras, en Jayuya, Blanca Canales izaba la bandera monoestrellada proclamando la República de Puerto Rico.
Cundió el pánico después de la 'guerra' que perdieron los nacionales puertorriqueños, y los trabajos de la asamblea constituyente de 1952 se aceleraron para dejar establecido el Estado Libre Asociado. Este nuevo fenómeno jurídico pudo haberse etiquetado Made in U.S.A. porque la carta magna fue enmendada a gusto del Congreso  y la misma, en su preámbulo, glorificó la ciudadanía 'americana' del puertorriqueño menospreciando las prioridades de nuestra NACIONALIDAD.
Importante nota al calce es que en las elecciones generales de  1952; dos años después de la insurrección nacionalista, el Partido Independentista Puertorriqueño obtuvo un 17% de los votos. De ahí en adelante, fue despreciado por los votantes que siguieron  las degradantes  líneas del anexionismo desnacionalizante y del limbo colonial estadolibrista.
El gran pecado de Luis Muñoz Marín fue el de ENGAÑAR al Pueblo de Puerto Rico convenciendo a muchos de que se había descolonizado al país y a los puertorriqueños. Y tuvo la fuerza de cara de ir a las Naciones Unidas, acompañado por varios embusteros, encabezados por el embajador ámericano' Mason Sears. Reclamando que ese organismo mundial validara  la liquidación del coloniaje en la isla de Puerto Rico. ( isla que todavía era una posesión de los Estados Unidos y sujeta a la soberanía de esa nación por la cláusula territorial de su Constitución Federal.)
¿ENSEÑAMOS ESO EN NUESTRAS ESCUELAS?
En 1953, la ONU se desprestigió avalando el FRAUDE que se disimulaba ondeando nuestra bandera de una sola estrella al lado de la del imperio. Con el ELA nos enfermaron con una sobredosis de banderas, himnos y consitituciones.
Estados Unidos y Puerto Rico establecían esta nueva relación “ a manera de un convenio”  sin que se alteraran los poderes del Imperio sobre la colonia. ¡Vaya con el convenio!
TOMEN NOTA MAESTROS DE HISTORIA.
Aprovechando su poderoso mollero político y para en alguna medida 'enjuagar' el embarrado convenio o pacto,  Muñoz consiguió que, en el 1967, una mayoría de los puertorriqueños, por primera vez en voto explícito, validara también al ELA como el status de su preferencia añadiendo así un insulto a la injuria. El boricua  habría votado por la esclavitud. Y lo sigue haciendo.
Futuros plebiscitos coloniales arrojaron el mismo resultado en favor del ELA territorial confirmando la pluralidad de puertorriqueños colonizados y de una baja auto estima inducida por una educación de corte colonialista. Consecuentemente, esa mayoría ha votado EN CONTRA de su libertad. Esa libertad por la cual  el pepiniano Oscar López Rivera lleva más de treinta años en una prisión federal y ninguno de nuestros gobernadores ha tenido la sensibilidad  y la valentía de, en nombre del Pueblo de  Puerto Rico, exigir su excarcelación.
Eso es PRIORIDAD Alejandro porque Oscar también es GENTE  y de la mejor.
En EXACTAMENTE LAS MISMAS de ese 1952 llegamos al 2013 cuando el Partido Popular acaba de regresar al poder con Alejandro García Padilla de Gobernador. Todavía, muchísimos populares ATESORAN el Carimbo de la ciudadanía 'americana y juran por la UNIÓN PERMANENTE, consigna que siempre ha servido mejor a los estadoístas. Y pensar que todos ellos lo hacen POR EL FUTURO BIENESTAR de sus hijos y sus nietos. ¡Que mal los enseñan!
Porque aquello de   CULMINAR el ELA  con “una dosis de soberanía sin adulterar” (frase de Muñoz)) nunca ha podido ser. 
O sea, el FRAUDE POLÍTICO  llamado Estado Libre Asociado sigue en plena vigencia porque la tésis de la conveniencia supera a la de la decencia y así. nuestro Pueblo  mantiene sobre sus valores espirituales y éticos al CHULETAJE , ese frenesí por lo material, por lo que se come y por todo lo que satisfaga las urgencias animales de unos seres humanos que no les importa soportar el estigma de la  inferioridad.
Descolonizar a Puerto Rico es muy importante para cualquier partido que lo gobierne. Alejandro García Padilla se equiivocaría si  se desentendiera de la naturaleza colonial del Estado Libre Asociado. No podríamos los puertorriqueños, nosotros, la gente que aquí vive, mejorar nuestra calidad de vida condicionados por la inferioridad política que nos agobia económica y psicológicamente.

jueves, 9 de mayo de 2013

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS


Del amor y otros demonios

teresa sanchezUn nuevo artículo de Teresa, difundido esta vez hace dos días por ECLESALIA, 24/01/13.
Teresa coincide con ATRIO  en los temas que elige para sus artículos y en la visión humanista. Y nos agrada siempre dar la voz a personas más jóvenes y tal vez por eso más libres, a quienes consiguen formular de forma sencilla lo que otros solo sabemos expresar con rollos o agresividad.
Cuando parecía que los ánimos se habían serenado tras el revuelo que causó la aprobación del matrimonio homosexual por el Tribunal Constitucional, las incendiarias declaraciones de un obispo vuelven a abrir dolorosas heridas. Me preocupa el sempiterno debate sobre género, sexualidad, matrimonio y familia. Me preocupa y me duele por la dureza de las opiniones vertidas. Porque hay reacciones que – independientemente de qué las origina – traslucen una infinita falta de caridad y un rechazo hacia otras maneras de ser y sentir, fruto de una realidad plural y diversa. Este dolor se acentúa cuando la postura se justifica en nombre de un Dios cuyo atributo es el Amor, y su mandamiento principal el de “amar al prójimo como a uno mismo”.
Estamos aquejados de una profunda falta de amor. Puede parecer simplista reducir a esta cuestión la esencia del cristianismo (sobre todo para quienes cargan a sus espaldas una ingente cantidad de dogmas y códigos de conducta). Insisto: puede parecer simplista, pero ocurre que si no tengo amor, no soy nada; si no somos coherentes en lo esencial, lo demás es pura palabrería. No se puede hablar de amor a quienes no se ama. No se puede anunciar a un Dios que acoge la (preciosa) singularidad de cada persona, si luego se pasa por la criba hasta el más ínfimo detalle de los otros. Me pregunto: ¿cómo van a amar lo que amáis, si vosotros no amáis lo que ellos aman? Tal vez ni se pida siquiera a la Iglesia que secunde la causa de ciertos colectivos (aunque luego se hable de dar la vida incluso por los enemigos); bastaría con mostrar un mínimo de prudencia y delicadeza, con cuidar sus palabras para no echar sal en las heridas.
Se rechaza el matrimonio homosexual y se le niega el reconocimiento de familia (cuando la Sagrada Familia es todo menos un modelo “representativo”, en tanto la conponen una madre virgen y un padre putativo). La razón principal que se esgrime en contra del matrimonio homosexual es que su unión no contribuye a la procreación y la perpetuación de la especie. Efectivamente, en el Antiguo Testamento se critican ciertas prácticas sexuales sirviéndose de este mismo criterio. Pero las causas no responden tanto a una cuestión de tipo moral, sino sobre todo a una estrategia socio-política: la de alentar el crecimiento demográfico y multiplicar el número de hijos en las familias para estabilizar la precaria situación del “pueblo elegido” y preservar su tradición y cultura.
En todo caso, resulta curioso que las más feroces críticas a estas “otras familias” homoparentales provengan de personas que han optado por el celibato como estilo de vida. Curioso que hablen de complementariedad entre hombre y mujer quienes viven en comunidades integradas exclusivamente por personas de su mismo sexo. Curioso que prejuzguen quiénes han de ser buenos padres o madres cuando jamás experimentarán en carne propia – sólo a nivel espiritual – lo que supone engendrar un hijo y hacerle el centro de la vida, incluso aunque no sea “carne de tu carne”. ¿Importa eso? si el amor es verdadero no atiende ni se supedita a algo tan superficial como el cuerpo: quienes conocen el valor de “lo que no se ve”, mejor que nadie deberían comprenderlo.
Por supuesto, tienen derecho a opinar y libertad de vivir su vocación sin dar explicaciones al respecto (ellos sí), pero al cabo no deja de resultar llamativo. No me malinterpreten: la vocación religiosa, vivir con el corazón disponible y entregado a Dios y a los demás, me parece digna de admiración y un acto de amor de una belleza infinita. Pero también considero que es difícil (o debería serlo) opinar sobre temas de los que no se tiene una experiencia cotidiana: como amanecer junto a la persona amada y sentir que el mundo entero se ilumina; o entregarse y fundirse con el otro por entero, en total desnudez de cuerpo y de alma; o sentirse morir si sobreviene la enfermedad y hay que dejar partir al amor de toda una vida… ése que no se elige (¡como si se pudiera elegir en el amor! dice Cortázar) en razón de país ni de cultura… o de sexo; ése que no atiende a lógicas ni planes establecidos; ése que llega sin más y nos transforma por entero.
Amar de verdad no es un capricho: es algo que nace de lo profundo, un susurro corazón adentro que traspasa el alma, la seduce y lleva a entregarse hasta el extremo. Ahí reside el Misterio de una familia que es sagrada ¿por una mera cuestión de género? quisiera pensar que el motivo es más trascendente: el vínculo de Amor que se establece entre sus miembros. Porque el amor es una locura sagrada e incomprensible, y a la vez tan evidente que cuando se siente ya sólo cabe decir al otro – como Rut a Noemí – “No insistas en que te deje y me separe de ti. Porque donde tú vayas yo iré, y donde tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras, y allí quiero ser enterrada. Juro ante el Señor que sólo la muerte podrá separarnos”.
Habrá quien diga que el amor homosexual no es igual que el heterosexual, ni el de pareja como el de amigos: angustiosa necesidad de definirlo todo bajo moldes y adjetivos, cuando la realidad es que al cabo todo es Amor y su fuente una y la misma. Como el agua viva encuentra siempre cauces nuevos para fluir e irrigar la tierra, así también el amor se expresa y se expande de mil formas distintas. Ponerle diques y dirigir ese amor hacia un fin concreto por propia voluntad es una opción como cualquier otra. Pero criticar la “orientación” de los otros (ésa que es natural, espontánea y genuina) diciendo que no es correcta, y aún “exigir” que repriman ese cauce de amor en razón de su sexualidad… supone privar a la persona de vivir en plenitud su identidad más profunda, e instigarle a renunciar a una de sus más bellas vías de expresión. Entonces el cauce del río se estanca, su agua se emponzoña en el alma y trae la muerte.
Algunos apuntan que el debate del matrimonio y la familia es lingüístico. Por desgracia, se juzga y se juega con sentimientos de personas concretas a las que duele el rechazo… como a cualquiera. Poner márgenes (marginar) no es nunca una inocente cuestión terminológica: revela una manera de pensar que parcela el mundo, lo acota y remarca “lo distinto”, la presencia de un “otro” que acaba despertando miedos y recelos. Revela un pensamiento más interesado en marcar las diferencias que las semejanzas, aunque al final todos estemos hechos del mismo barro y tengamos las mismas necesidades y anhelos: amar y ser amados, que nos acepten como somos, y encontrar personas con las que compartir la vida, afrontar la muerte y sobrellevar nuestros miedos.
Si somos tan frágiles e iguales en lo esencial, ¿ merece la pena tanta discusión inútil? Nuestra es la elección: mantener posturas irreconciliables o buscar lo que nos une. Encasillar a las personas bajo estrictos moldes o valorar la riqueza de lo diverso. Clasificar los tipos de amor o bendecir el Amor como fuerza sanadora y motor del mundo. Si ya resulta dramático que los cristianos estemos escindidos en ramas siendo uno es el Maestro y el Espíritu, ¿hasta cuándo seguiremos estableciendo categorías, y lamentándonos a la vez de que la sociedad nos excluya? ¿hasta cuándo alimentaremos las diferencias para ser el ojito derecho de Papá, sin ver que la vara con que medimos – y que nos mantiene tan derechos – es una señora viga en nuestro ojo? ¿hasta cuándo las piedras vivas que decimos ser levantarán muros en vez de construir puentes para el encuentro? ¿hasta cuándo seguiremos escondiendo a nuestros semejantes en estrechos armarios y cajones mentales?
Dios no enciende una lámpara para ocultarla, y toda persona está llamada a ser luz porque alberga en su interior una llama de amor viva. Cuestión muy distinta es tener ojos que sepan ver esa luz que viene del corazón. En este debate de género y sexualidad, queda el consuelo de saber que “Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias pero Dios ve el corazón”. Dios ve con la mirada de una madre hacia su hijo. Y acaso ahí esté el quid de la cuestión: que la Iglesia oficial se nos ha masculinizado; que a base de reprimir sus emociones, ha terminado olvidando cómo es el amor incondicional de una madre: ése que elige la sugerencia al mandato, la misericordia al juicio, la comprensión a la condena; el que antepone la acogida al reproche, la escucha al sermón, y ante todo la alegría; ése cuya mejor enseñanza es su propio ejemplo de vida.
Acaso la raíz del problema sea una sensibilidad perdida: “Yo conozco tus obras y tu constante esfuerzo […] has sufrido por mi causa y has trabajado por amor a mi nombre. Pero tengo contra ti que has dejado enfriar tu primer amor” (Ap. 2, 2-4). Ojalá este debate sirva para despertar en nosotros el anhelo de volver a la “matriz”, a ese amor primero – que llevamos grabado en el corazón – donde ya no importa si madre o padre, si hombre o mujer. Porque sólo el amor entrañable y entrañado disuelve las fronteras y es capaz de devolvernos, al fin, nuestra unidad perdida: ésa de la que todos venimos, ésa que no dejamos de buscar durante toda la vida. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).