sábado, 30 de abril de 2016

CAMBIANDO EL PARADIGMA

Cambiando el Paradigma… si es que queremos

OLGA
Descubrimos esta mañana, en las novedades de Piensachile, este magnifico artículo de nuestra Olga. Disfrutadlo y rumiadlo. AD.
En la construcción que hacemos de la realidad, es muy importante el conjunto de creencias y supuestos  en los que estamos parados y es lo que llamamos paradigma.
Esas creencias y supuestos  nos rodean como una atmósfera de la cual, generalmente no nos damos cuenta pero la respiramos alegremente, y solamente cuando el aire se envicia y no podemos respirar, nos damos cuenta que existe y que no respiramos cualquier tipo de aire, que hay aires mejores y aires peores.  Y ahí solamente comenzamos a investigar por qué cierto tipo de aire es ya irrespirable, y nos preocupamos de cambiarnos a un lugar respirable.
Los paradigmas se perpetúan en la sociedad humana y tardan miles de años en cambiar. Son resistentes a las ciencias y motivo de roce entre los científicos y las personas corriente que ostentan la fe del carbonero en algunas creencias, no necesariamente religiosa y dan por sentado que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera.
Ya en el siglo 21 la observación científica, como ser en el campo de la Biología, ha ido acumulando observaciones que hacen temblar nuestras creencias acerca de la naturaleza de los seres vivos, su origen y especialmente el ser humano, tema de nuestro interés.
Partiendo del siglo 19 en que los naturalistas ingleses construían sus observaciones en la creencia tanto religiosa como política de que el Ser Humano era la perfección misma, el punto cúlmine de la pirámide biológica y dentro de los seres humanos los caballeros ingleses eran cualitativamente diferente y superiores a otros europeos y los europeos superiores a las etnias de colores, la visión biológica y genética ha cambiado enormemente.
Esa visión piramidal del mundo, alimentó todo tipo de teorías que todavía nos repercuten.  Su aceptación como una verdad le dio los ímpetus al Imperio Inglés para apoderarse del mundo entero, y a la casta anglo sajona de Norteamérica de enunciar su “destino manifiesto” de dominar al resto de las naciones como si fuera palabra de Dios.  Digamos que sin asco y con mucha autocomplacencia.
Ya Darwin observó que las especies evolucionan anatómicamente para adaptarse a nuevas circunstancias y sobrevivir.  Como caballero de campo que era, pudo recopilar toda la experiencia de los granjeros ingleses en la crianza de perros y de ganado, adaptados para diferentes tareas.
Y acumulando observaciones sobre fósiles de diferentes especies pudo observar el cambio en su estructura anatómica.  Y entre estas especies, estaba el Ser Humano, cosa que le sentó pésimo a los caballeros ingleses que pensaban que Dios los había creado a ellos especialmente en la cumbre de la creación.
Pero como los ingleses antes que nada son pragmáticos, y se estaban haciendo ricos con el comercio, sacaron conclusiones políticas de estas observaciones, inyectando la idea de que el más adaptado es el que sobrevive en la lucha por adquirir alimentos y territorio y que siendo esta lucha el leitmotiv  de la existencia, todo es válido para ser el más adaptado.  Así el mercado donde los humanos intercambian bienes y servicios había que dejarlo libre para así llegar al óptimo y que todo era válido en esta competencia darwinista.  Y de paso el fin, que es la subsistencia, justifica los medios.  Y dentro de que todo era válido en la competencia, reivindicaron la piratería, la guerra y el saqueo, para que el mundo se enterara de quién era el más apto para sobrevivir.
Y con esta idea cambiaron el paradigma existente, como ser el de las casas reales de España y Austria, que se empeñaban en controlarlo todo hasta el más ínfimo detalle y tenían a los países llenos de Aduanas y Reglamentos y eran más apegados al moralismo ritual.
Así desde una observación emitida en el campo de la Biología Antropológica que rompe las creencias existentes, se crean ideologías en el campo político que se basan en creer que Darwin, palabra de Dios, dijo lo que dicen que dijo, y que eso basta para sustentar todas las barbaridades que se han hecho estos últimos 200 años.
Huelga decir que Darwin fue genial, pero que sus observaciones son aspectos muy parciales de la realidad de la Evolución y que los políticos ingleses fueron muy astutos en usar a la Ciencia como bases de sus ideologías, ya que la Ciencia ha ido reemplazando a las religiones en materia de creencias.  Pero la ciencia ha evolucionado bastante en 200 años.
Si los humanos hubieran practicado la guerra asiduamente durante su evolución, habríamos desaparecido que rato.
Se ha necesitado casi 200 años para descifrar, todavía parcialmente, la estructura y mecanismos de la herencia en los seres vivos y las cosas son mucho más complejas.
Se ha visto que el árbol genealógico de los actuales seres humanos es mucho más complejo de lo que se pensaba.  Que varias especies de seres humanos convivieron, se mestizaron,  y dieron origen a los actuales humanos que son genéticamente bastante homogéneos.  Y que estos humanos comparten gran porcentaje de sus genes con ratones, perros y monos, por poner un ejemplo.
Se ha visto que aparentemente la cuna de los homínidos fue África, de donde salieron en diversas oleadas invadiendo Asia, Oceanía, Europa y América.  Parece que todos salimos de África en tonos de piel bastante oscuros, y en Eurasia el clima comenzó a favorecer tipos de piel más clara, lo cual es una mutación tardía, para la cual debe haber ayudado en algo los genes Neandertal y Denisovanos que también figuran en nuestro árbol.
Que durante miles de años fue muy importante la fecundidad, tan importante, que los seres humanos viven permanentemente en celo, y pueden procrear en cualquier época del año, y veneraban los ritos de procreación y la fecundidad de los cuales la mujer era la sacerdotisa.
Que la hembra humana tiene la posibilidad de quedar embarazada cada 28 días, y que sin estar en celo, puede ser obligada a tener relaciones sexuales.  Y que desde que los humanos atisbaron que  la relación sexual daba origen a nueva vida y que ese hijo tenía rasgos de su padre, cosa que debe haber sucedido cuando se domesticaron animales, ese trascender a la muerte a través de la paternidad dio origen a inumerables creencias y mitos en torno a la familia y a su organización.
Así por miles de años, el ser humano veneró a la Gran Madre, ya que el cachorro humano nace indefenso y la madre lo alimenta de su cuerpo por unos dos años, tiempo en que le salen dientes y aprende a hablar y a comer otras cosas, que seguramente eran mascadas por las madres y regurgitadas para los infantes.
En esta sociedad humana, que tiene varios millones de años, lo importante era la colaboración y no la competencia.  El clan que subsistía era el que se complementaba mejor, el que inventaba artilugios más ingeniosos que le permitiera alimentarse; ya sea elementos de caza como observación de la vida de animales y plantas y de las estaciones.  Y la memorización de estas observaciones.
Así se creó un paradigma de cooperación y cuidado, porque se creía que la Gran Madre creadora de todo lo viviente, favorecía a los que practicaban estas creencias.
La mujer era la sacerdotisa de la Gran Madre porque tenía el poder de la fecundidad, que era respetado por todos.  Muertas las mujeres fértiles, se acababa el clan.
Cuando  hace 12.000 años se inventa la agricultura, y la ganadería, comienzan los grupos a tener excedentes codiciables y para defender las tierras de labranza y los excedentes, las armas que se dedicaban a la caza, se dedican a una nueva actividad que es la guerra.
La guerra permitió no solo defenderse sino atrapar esclavos para trabajar la tierra, y esclavas para satisfacer las necesidades de este macho humano, que mejor alimentado y con mucha adrenalina, necesita más mujeres para satisfacer sus apetitos.
Aquí comienza a ser importante el guerrero, y la Gran Madre pierde importancia en aras de dioses guerreros masculinos.
Y la mujer pierde importancia y autoridad, ya que el padre de las creaturas que nacen de una mujer toma su rol de Pater Familias que engendra guerreros para defender sus bienes.
Y ese paradigma del guerrero y la mujer sometida para ser usada como objeto de intercambio, ya que llena el aspecto sexual del placer y de fabricar hijos, es el que hay llegado hasta hoy.
¿Es la verdad que conviene al mundo, y lo lleva mejor en su camino a la felicidad?
De hecho no es ninguna verdad, es solo una creencia de la cual inferimos un modo de transitar en el mundo que se puede cambiar.
Si es que queremos.
Olga Larrazabal S.

sábado, 9 de abril de 2016

EL DIOS DE JESUS Y EL DIOS DE PABLO

El Dios de Jesús y el Dios de Pablo

Castillo        Según es el Dios en el que cada cual cree, así es la vida que cada cual lleva. El que tiene su fe puesta en el dinero, pongamos por caso, será sin duda un individuo cuya vida estará regida por la codicia. Y lo más probable es que semejante sujeto termine siendo un corrupto o un ladrón. Un tipo así, aunque diga que es ateo, en realidad no lo es. Porque Dios es la realidad última que da sentido a nuestra vida. Una realidad a la que sus “creyentes” están dispuestos a servir. Por esto, sin duda, el Evangelio dice que el contrincante de Dios es el dinero: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24; Lc 16, 13)), el “mamón” personificado como un poder que está siempre en conflicto con lo que Dios exige y la honradez demanda (H. Balz).
Esto supuesto, si hablamos de Dios, tal y como todo el mundo entiende la palabra “Dios”, es importante saber que, en los orígenes del cristianismo, esta palabra no siempre tuvo el mismo significado. Concretamente, no es lo mismo el Dios, que se nos revela en Jesús, que el Dios del que nos habla Pablo de Tarso. Lo que lleva en sí consecuencias de enorme importancia, como después indicaré.
En cuanto al Dios de Pablo, la experiencia que Pablo vivió, en el camino de Damasco, no fue una “conversión” (“metánoia”), en el sentido propio de esa palabra. Ante todo, porque Pablo no se aplica a sí mismo el vocabulario específico de la conversión, en los repetidos relatos que el mismo Pablo nos dejó (Gal 1, 11-16; 1 Cor 9, 1; 15, 8; 2 Cor 4, 6) y de los que Lucas, en el libro de los Hechos, ofrece tres relatos detallados (9, 1-19; 22, 3-21; 26, 9-18). Pablo, después de lo que vivió en el camino de Damasco, siguió creyendo en el mismo Dios en el que siempre había creído, “el Dios de los Padres” (Hech 22, 14), y viviendo la religión en la que había sido educado (S. Légasse). Por eso, cuando Pablo habla de Dios, se refiere al Dios de Abrahán y a las promesas hechas a Abrahán (Gal 3, 16-21: Rom 4, 2-20) (U. Schnelle). Ahora bien, sabemos que el Dios de Abrahán es el Dios que le pidió a Abrahán que matara y ofreciera, en “sacrificio” religioso, a su hijo querido (Gen 22, 1-2). Es, pues, el Dios que necesita sufrimiento, sangre y muerte para perdonar, según la sobrecogedora afirmación que recoge la carta a los Hebreos: “sin derramamiento de sangre no hay perdónA (Heb 9, 22).
El contraste con el Dios de Pablo es el Dios del que nos habla constantemente Jesús y que se nos da a conocer en la vida y enseñanzas de Jesús. Se trata del Dios al que Jesús presenta siempre como Padre. Pero no desde el modelo del “paterfamilias”, el patrón y dueño del grupo familiar, que se definía a partir del “poder”. No. Jesús habla siempre del Padre, que se entiende desde el “amor”, la bondad y la misericordia. Así, en la parábola del hijo extraviado (Lc 15, 11-32), al que el padre acoge, perdona y le hace fiesta, sin pedirle cuentas, ni explicaciones, ni justificación alguna. Es el Padre “que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). Y, sobre todo, el Padre que se nos dio a conocer en Jesús (Jn 1, 18), de manera que quien veía a Jesús, por eso mismo y por eso solo veía al Padre (Jn 14, 9). El Padre de la misericordia, que acoge a pecadores y convive con ellos (Lc 15, 1-2; Mc 2, 15-17; Mt 9, 10-13; Lc 5, 29-32). El Padre que, en la vida y conducta de Jesús, dejó patente que sus tres grandes preocupaciones fueron el sufrimiento de los enfermos, la indigencia de los pobres y las mejores relaciones personales entre los seres humanos.
La consecuencia de todo lo dicho se comprende fácilmente. Empecé diciendo que según es el Dios en el que cada cual cree, así es la vida que lleva. A primera vista, parece que el Dios más duro y exigente es el Dios de Pablo. En realidad no es así. El Dios de Pablo exige sacrificio y culto. A nosotros no nos pide ya eso. Nos pide que repitamos el “sacrificio ritual”, que rememora y actualiza el sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso vamos a misa. Y si no podemos, pagamos misas. Porque es importante dejar la conciencia tranquila, en paz, para sentirse perdonado. El Dios de Jesús, tal como se nos reveló en la vida, en las enseñanzas y la conducta de Jesús, no pidió rituales del culto en el templo. Lo que pidió fue que respetemos a todos, que perdonemos a todos, que amemos siempre a todos, que seamos siempre buenos y que nos sintamos libres para trabajar a fondo por una vida y una sociedad más igualitaria, más justa, más feliz, sobre todo para los que más sufren.
Pues bien, así las cosas, queda patente que el Dios que nos da verdadero miedo, al que más nos resistimos, no es el de Pablo, sino el de Jesús. De hecho, en la Iglesia, y en la teología, ha tenido (y sigue teniendo) más presencia el Dios de Pablo que el de Jesús. ¿No será eso así porque con el Dios de Pablo es posible mantener el solemne tinglado clerical que mantenemos, mientras que con el Dios de Jesús, si lo tomamos en serio, tendríamos que modificar cosas y conductas que no estamos dispuestos a cambiar?

domingo, 3 de abril de 2016

LA JUNTA Y EL JUEY VIZCO

A CUATRO OJOS

por Ana Lydia Vega
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La Junta y el Juey Vizco

“Más perdío que un juey bizco”. Así medimos los boricuas la magnitud del despiste. Pero los jueyes no se pierden. Tienen dos ojos y dos sensores, o sea, cuatro buenos macos para fijar el rumbo. Qué envidia. Real o inventado, el simpático crústaceo estrábico se ha convertido en símbolo por excelencia de la desorientación. Se me antoja que, en estos días, no somos pocos los que estamos como jueyes bizcos ante los recientes desarrollos de nuestro interminable drama nacional. 
Ironías de la historia: tras décadas de haberse dedicado a hipnotizarnos con sus simulacros pseudodemocráticos y sus chantajes a billetazo limpio, los americanos ahora nos tiran a vulgar mondongo colonial. Imposible negar que, en mayor o menor grado, siempre lo hemos sido. Pero este embeleco leguleyo que, bajo la cínica sigla de PROMESA, está por endilgarnos el Congreso nos ha descargado un contundente marronazo de realidad. 
Tal parecería que, hastiados de la diplomacia de mano monga, nuestros benefactores quieren hacernos entender a la cañona las sutilezas de la cláusula territorial. Tan brutal es su método pedagógico que no se han molestado en atemperar el proyecto a las juiciosas (y pronto inoperantes) disposiciones de nuestra Constitución. En la Junta de Supervisión Fiscal que amenazan con ajocicarnos, ni pito ni flauta tocarán los representantes del pueblo puertorriqueño.
Esta súbita terapia de “shock” ideológico se presta a la teoría conspirativa. ¿Existirá un plan secreto de la CIA para zapatearse la papa caliente del status dándoles muerte simultánea al ELA y a la estadidad? ¿Esperarán los cocorocos washingtonianos que, ante esa encerrona, las masas indignadas clamen por una independencia que ellos mismos se esmeraron en desacreditar? 
La verdadera razón es prosaica y previsible: asegurarles lo suyo a bonistas y buitres a costa del bolsillo ciudadano. Lo que se pretende es meternos en cintura a fuerza de mollero imperial. Con tamaño “flashback” a la era de Montgomery Reily, Blanton Winship y demás trogloditas gringos que nos desgobernaron durante medio siglo, resucitan también las facultades omnímodas de los Meléndez Bruna y los Miguel de la Torre, especialistas en aquellos disuasivos “compontes” de tiempos de España.
Los tiros mal dirigidos a veces rebotan. Bendito, esos pobres congresistas no sospechan la tremenda macacoa que les caería como consecuencia directa de sus afanes disciplinarios. El tsunami incontenible de los despedidos arroparía a la Florida y estados aledaños. Para evitar el éxodo forzoso de la población en fuga, la Junta tendría que mandar a cerrar todos los puertos y aeropuertos de la isla. Aparte de los mosquitos del zika, sólo quedarían aquí los viejos, privados de asistencia médica y reducidos a la caridad del vaso plástico por el bajón abismal de sus pensiones. Y entonces, ¿quién rayos pagaría la deuda?
A juzgar por las últimas encuestas, este pronóstico sombrío no parece perturbar el ánimo festivo del país. La inmensa mayoría de los encuestados celebraría con champán y pirotecnia el desembarco de la Junta mesiánica. La causa principal de ese extraño entusiasmo colectivo resulta evidente. Hasta las teleras nos tienen la ineptitud, la corrupción, el abuso y el descaro de la casta política criolla.
Desde ese punto de vista, la Junta sería algo así como el juicio final que vendría a meterle caña brava al partido único del guiso y del tumbe. No dudo que algunos compatriotas inclusive estarían dispuestos a entregar la escritura de su casa a cambio del gozo impúdico de ver a los gerentes de la crisis morder el polvo de la humillación. 
La expectativa de una solución externa a nuestros problemas apesta a dependencia crónica. Lo mismo ocurre con la idea de que la intervención golpista de los americanos no es sino el justo castigo impuesto al hijo botarate por el padre protector. Se nos olvida que Estados Unidos tiene una astronómica deuda exterior engordada por los gastos militares, el desperdicio de recursos, la politiquería y la corruptela. Y sin siquiera la excusa de unas rígidas restricciones coloniales.
Finalmente, el peor error consiste en pensar que las medidas de austeridad decretadas por la Junta sólo afectarían a los empleados del gobierno. Aquí no se salvan ni las cotorras del Yunque. A mayores recortes, despidos y emigrantes, menos contribuyentes y menos fondos para las arcas de Hacienda. Los tijeretazos a los servicios públicos, la supresión de contratos a suplidores, el alza en el costo de vida y la revocación de derechos adquiridos en convenios colectivos terminarían por perjudicar a todo el mundo. 
Estamos entre la espada y el paredón. Con Junta o sin Junta, esto se viene abajo. Y con los habituales protagonistas del relevo partidista sería suicida contar. Digo, si es que a nuestros supervisores no les da con suspender las elecciones en aras del rigor fiscal. 
Los jueyes bizcos deben estar considerando coger pon urgente con los tinglares y las ballenas en el viaje de regreso al norte. Suerte que, mientras tanto, sus diez patas les permiten caminar de lado para escurrirse entre las rocas y esquivar los peligros. 
Pausa para la pregunta hamletiana: Y nosotros, ¿nos resignamos o nos movilizamos?