sábado, 18 de enero de 2014

ESTAMOS EN UN VUELO CIEGO: ¿HACIA DONDE VAMOS?

Estamos en un vuelo ciego: ¿hacia dónde vamos?

BoffQuien leyó mis dos artículos anterioresEl funesto imperio mundial de las corporaciones y Una gobernanza global de la peor especie: la de los mercaderes habrá seguramente concluido que en esta nave espacial-Tierra sus pasajeros viajan en condiciones totalmente diferentes. Un pequeño grupo de super-ricos han ocupado la primera clase con un lujo escandaloso; otros afortunados viajan en clase económica y son razonablemente servidos de comida y bebida. El resto de la humanidad, y son millones, viaja junto a los equipaje con un frio de muchos grados bajo cero, medio muertos de hambre, de sed y de desesperación. Golpean las paredes de los de arriba gritando: “o repartimos lo que tenemos en esta única nave espacial o en cierto momento se acabará el combustible y, poco importan las clases, moriremos todos”. ¿Pero quién los escuchará? Duermen impasibles después de un copioso yantar.
Metafóricamente esta es la situación real de la humanidad. Verdaderamente, estamos perdidos y en un vuelo ciego. ¿Cómo hemos llegado a esta situación amenazadora?
Hemos experimentado dos modelos de producción y de utilización de los bienes y servicios naturales para atender las demandas humanas: el socialismo y el capitalismo. Ambos fracasaron. No cabe entrar en detalles de cómo sucedió. El sistema del socialismo real era el de una economía de planificación estatal centralizada. Llegó a niveles razonables de igualdad-equidad en el campo de la educación, la salud, la vivienda, pero por razones internas y externas, especialmente por su carácter dictatorial, no consiguió resolver sus contradicciones y se derrumbó.
El sistema capitalista neoliberal de mercado libre con escaso control del Estado también fracasó por su lógica interna, la de acumular de forma ilimitada bienes materiales sin ninguna otra consideración. Produjo dos injusticias graves: una social hasta el punto de que el 20% de los más ricos controlan el 82,4% de las riquezas de la Tierra y el 20% más pobre debe contentarse solo con el 1,6%; y una injusticia ecológica, devastando ecosistemas enteros y eliminando especies de seres vivos del orden de 70-100 mil por año. Este sistema quebró en 2008, exactamente en el corazón de los países centrales.
El comunismo chino es sui generis: combina pragmáticamente todos los modos de producción, desde el uso de la fuerza física de las personas y los animales, hasta la más alta tecnología, articulando la propiedad estatal con la privada o mixta, de modo que el resultado final sea una mayor producción con un mínimo sentido de justicia social y ecológica.
Pero es importante reconocer que está creciendo el convencimiento bien fundado de que el sistema-Tierra, limitado en bienes y servicios, pequeño y superpoblado, ya no soporta un proyecto de crecimiento ilimitado. Ha perdido las condiciones de reponer lo que le quitamos  y por eso se vuelve cada vez más insostenible. Pero por ser una super-entidad viva, la Tierra reacciona de forma cada vez más violenta: cambios climáticos bruscos, huracanes, tsunamis, deshielo, desertización espantosa, erosión de la biodiversidad y un calentamiento global que no para de aumentar. ¿Cuándo va a parar este proceso? Si continúa ¿a dónde nos va a llevar?
Es urgente que cambiemos de rumbo, es decir, que asumamos nuevos principios y valores, capaces de organizar de forma amigable nuestra relación con la naturaleza y con nuestra Casa Común. El documento más inspirador es seguramente la Carta de la Tierra, nacida de una consulta mundial, que duró ocho años, bajo la inspiración de Mijaíl Gorbachov y aprobada por la UNESCO en 2003. Ella incorpora los datos más seguros de la nueva cosmología, que muestran a la Tierra como un momento de un vasto universo en evolución, viva y dotada de una compleja comunidad de vida. Todos los seres vivos somos portadores del mismo código genético de base, de suerte que todos somos parientes.
Cuatro principios-eje estructuran el documento:
  • (1) el respeto y el cuidado por la comunidad de vida;
  • (2) la integridad ecológica;
  • (3) la justicia social y económica;
  • (4) la democracia, la no-violencia y la paz.
Con severidad advierte: «o formamos una alianza global para cuidar de la Tierra y unos de otros, o arriesgamos nuestra destrucción y la de la comunidad de vida» (preámbulo).
Las palabras finales de la Carta nos llaman a retomar la humanidad: «como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a buscar un  nuevo comienzo. Esto requiere un cambio de mente y de corazón. Requiere un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal. Sólo así alcanzaremos un modo de vida sostenible a nivel local, regional, nacional y global» (conclusión).
Nótese que no se habla de reformas sino de un nuevo comienzo. Se trata de reinventar la humanidad. Tal propósito demanda una nueva mirada sobre la Tierra (mente), vista como un ente vivo, Gaia, y una nueva relación de cuidado y de amor (corazón), obedeciendo a la lógica universal de la interdependencia de todos con todos y de la responsabilidad colectiva por el futuro común.
Este es el camino a seguir que servirá de carta de navegación para que la nave-Tierra aterrice segura en otro tipo de mundo.
Leonardo Boff participó en la redacción de la Carta de la Tierra.

19 comments to Estamos en un vuelo ciego: ¿hacia dónde vamos?


  • Rodrigo Olvera
    Oscar

    Tan no es de Perogrullo, que George pensó que estabas citando directamente a Liebniz, en vez de estar dando tu opinión personal.

    En cuanto a mí, declino dar mi opinión sobre el asunto; tanto respecto de lo que dijo Liebniz  (que alguna idea tengo de lo que dijo), como de lo que entendió OyG (no tengo idea de lo que haya dicho).  Hace mucho que dejó de interesarme la tertulia sobre la filosofía profesional, especialmente alemana.

    u.s.w? supongo que no es United Steel Workers ¿verdad?

    Saludos
  • pepe blanco
    Aunque pienso que tiene aspectos positivos, la Carta de la Tierra “me huele a incienso” y me suena a “música celestial”. Aunque no la he leído con calma en toda su extensión, ya he visto cosas que me rechinan bastante. Pero supongo que a la mayor parte de los usuarios habituales de Atrio, os gustará mucho. Si finalmente se publica en Atrio, por entregas preparadas por su misterioso equipo auxiliar, y además la publicación me pilla con tiempo y ganas, tal vez pueda echar una mano para conseguir debates fructíferos y entretenidos.
  • George R Porta
    Sí me sirven y te agradezco muy de veras que sacaras tiempo para responderme tan detalladamente. Un abrazo.
  • oscar varela
    Hola Rodrigo!
    Gracias por intentar aclarar lo que para mí es de perogrullo: cada opinión emitida es la del que opina.
    En este caso te podrías agragar a la lista diciendo:
    d) Lo que dijo Rodrigo acerca de lo que entendió que dijo
    a) Leibniz;
    b) Lo que Ortega y Gasset entendió que dijo Leibniz;
    c) Lo que Oscar Varela entendió que Ortega y Gasset entendió que dijo Leibniz.
    u.s.w. – ¿ok?
    ¿Vamos todavía? – Oscar.
  • Rodrigo Olvera
    Oscar
    Creo que vale la pena distinguir entre
    a) Lo que dijo Leibniz;
    b) Lo que Ortega y Gasset entendió que dijo Leibniz;
    c) Lo que Oscar Varela entendió que Ortega y Gasset entendió que dijo Leibniz.

    Verás, el polvo acumulado de las interpretaciones sobrepuestas durante el trascurso de la historia no es exclusivo de los textos evangélicos.

    Saludos
  • oscar varela
    Hola George!

    Por si te sirviera. Estas cositas están enPhilosophische Schriften VI (Escritos filosóficos).
    Yo las tomo de Ortega (compañero inseparable del Gasset).
    …………………

    Para Leibniz, los mundos serían agregados de posibilidades compatibles unas con otras (lo que él llama “com­posibles”).

    (a) Uno de entre ellos contendría mayor cantidadde posibles que otros.

    (b) Mas para ello, tendría además ese mundo que estar organizado con un máximum de orden; de otro modo las realidades se estorbarían, es decir, se imposibili­tarían unas a otras.

    (c) Pero, a su vez, un máximum de orden implica que sea obtenido mediante un máximum de simplicidad en las vías de su ordenación.

    En el orbe de la posibilidad no cabe un más o un menos; que un algo pueda ser más o menos posible que otro. O es posible o es imposible, tertium non datur. Por tanto, ese mundo posi­ble que contiene
    (a) máxima posibilidad,
    (b) máximo orden y
    (c) máxima simplicidad,
    no se diferencia del que contenga menos de esas calidades.

    Pero el mundo existe. Ese es el hecho. Hubo, pues, un poder absoluto que lo dio.

    Pero no da razón de que exista, precisamente, lo que existe y no otra cosa posi­ble.

    Aquel poder absoluto el cual, dice Leibniz, uno vocabulo solet appellari Deus, tuvo que elegir entre los posibles.

    Esto modifica radicalmente la condición ontológica de éstos. Dejan de ser mera y simplemente posibles al ejercerse sobre ellos la operación de elegir, de preferir.

    Aun siendo, igualmente, posibles, dejan de ser iguales, pero en un orden que no es primariamenteontológico.

    Dejan de ser igua­les en un orden estimativo, en el cual hablamos, no de «ser» y «no ser», sino de bueno, malo, mejor, óptimo.

    Nos dice Leibniz:
    «Tan pronto como Dios ha resuelto crear alguna cosa, tiene lugar un combate entre todos los posibles, ya que todos pre­tenden a la existencia.

    Aquellos que juntos producen más realidad, más perfección, más inteligibilidad, triunfan.

    Claro es que todo este combate solo puede ser ideal, es decir, que solo puede consistir en un conflicto de razones en el entendimiento más perfecto, que no puede dejar de comportarse en la forma más perfecta y, por con­siguiente, elegir lo mejor

    Leibniz hace constar que Dios no está necesitado a ello por una necesidad metafísica sino moral.

    Para dar razón del mundo existente hay que recurrir a un prin­cipio ajeno a la lógica, hay que admitir lo que Leibniz llama «el principio de lo mejor o de la conveniencia».

    el ser posible es porque no contiene contradicción,
    el ser existente, el mundo efectivo, es porque esel mejor, porque es óptimo.
    ………………..

    El optimismo de Leibniz no es, pues, una cuestión de humor o de temperamento.
    * No es el optimismo que alguien siente, sino el optimismo que algo es.
    * Representa una dimensión ontológica. Es el optimismo del ser.

    No se trata de que, observando los hechos que componen el mundo, se haga un aforo comparativo de la dosis de bien y de mal que ambos manifiestan a fin de concluir cuál de ambos predomina. Aforo tal es ilusorio.

    Fue un error creer que por consideraciones empíricas se puede llegar a decidir si el mundo es bueno o malo.

    En Leibniz, por el contrario, la optimidad del mundo es previa a la contemplación de su contenido:

    * El mundo no es el mejor porque sea como es,
    sino, viceversa,
    * es como es, fue elegido para existir, porque era el mejor.

    Es, pues, un optimismo a priori. 

    Nuestro mundo, antes de ser el existente, era ya el mejor y por eso llegó a existir.
    ………………………
  • George R Porta
    Oscar: Llevo días buscando la cita de Leibniz que me ofreciste la última vez o quizás era tu explicación. En ingles, lo que tengo a mano, es una frase y un par de párrafos de su Teodicea
     ¿Fuera esa la fuente de aquel texto sobre Dios, el mal y la creación o existe alguna otra fuente mejor entre sus escritos? Ya sé que quizás no puedas ocuparte de esta tontera mía, pero si me señalas por donde seguir, ya buscaré por mi cuenta.
    Un abrazo.
  • George R Porta
    Amigo Oscar: Gracias por la idea y por asumir el trabajo de facilitar el Taller.

    Tampoco soy experto en ecología pero soy terrícola (aunque sea un poco alien-ado) y me preocupa el Planeta que mi generación entregó a la siguiente y ésta de hoy va entregando a los jóvenes y a los niños de nuevas, sucesivas generaciones.

    Fuera muy bueno al menos dejarles la preocupación de corregir descuidos y reparar daños como una prioridad y que al menos sepan que sea crucial amar el Planeta. Un abrazo.
  • oscar varela
    Hola Rodrigo!

    Me preguntas:

    ¿para qué seguir llamándole Teología, por muy profana que se pretenda?
    ………………….

    Buena pregunta!

    Tal vez sea en mí algo que barrunto, y que veo en la trayectoria de mi vida:
    La superación (por reabsorción de lo que fui haciendo y me fue pasando) de esa extraña realidad que venimos nombrando con el vocablo griego TEOS (aunque sea sólo válido para mi occidentalidad).

    Mijaíl Gorbachov no aceptaba los textos que algunos le proponían (contaba Leonardo Boff), entre otras cosas porque nombraban o señalaban alguna especie de TEOS.

    Quedaron todos concorde cuando hallaron la expresión: “el despertar de una nueva reverencia ante la vida”, donde se resalta la actitud de “REVERENCIA”.
     
    Estimo que sobre este Asunto quedan muchas teclas en el teclado para que las vayamos pulsando. Si el Taller sale, tal vez haya ocasión de hacerlo ¿te parece?
     
    ¡Vamos todavía! – Oscar.
  • oscar varela
    Hola amigos!

    Gracias, EQUIPO ATRIO, por hacerse eco del interés de difundir LA CARTA DE LA TIERRA;
    y Gracias a los Compañeros por la acogida a este otro posible Taller, sobre un Texto claro, sencillo y sintético que compendia terroríficos desafíos abofeteando nuestros rostros y un mapeo del terreno minado para poder seguir alentando alguna esperanza.

    Baste, para animarnos, empezar por el final de la Carta de la Tierra.

    Con el objeto de construir una comunidad global sostenible, las naciones del mundo deben renovar su compromiso con las Naciones Unidas, cumplir con sus obligaciones bajo los acuerdos internacionales existentes y apoyar la implementación de los principios de la Carta de la Tierra, por medio de un  instrumento internacional legalmente vinculante sobre medio ambiente y desarrollo.                  
     
    Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida.”        
    …………………..

    ¡Vamos todavía! – Oscar.
  • Rodrigo Olvera
    Oscar, ¿ para qué seguir llamándole Teología, por muy profana que se pretenda?
  • pepe blanco
    Una simple curiosidad de asiduo a estos foros, y por aquello de que siempre es bueno evitar la ambigüedad: ¿dónde está exactamente el “equipo auxiliar de Atrio”? ¿En Santiago de Chile o en Santiago de Compostela? O quizás en algún otro Santiago, pues me parece que hay alguno más.
  • M.Luisa
    Me sumo a la petición, Oscar!
    Y aprovecho aquí mismo para Felicitar en el día de san Antonio Abad a Antonio Duato y  Antonio Vicedo …

    Adelante, pues,  con la “Teología Profana”!
  • mª pilar
    ¡Si Por favor Oscar!
    ¡Tú  puedes hacerlo de maravilla!
    Seguro que junto a Olga, nos presentáis un trabajo excelente, decid que síiiii.
    Abrazos.
    pili
  • Equipo Atrio
    ¡Muy buena idea, Oscar!
    Nos interesaría muchísimo. No sé si ha quedado en papel mojado. Creemos que quiso aprovechar la presidencia en la  ONU de una persona como Miguel d’Escoto, en 2008, para lenazar un compromiso serio de la carta. Deberíamos desempolvarla, ¿no?
    Lo malo es que si tenemos que preparar nosotros el texto y su presentación en diversas entregas, va a tardar. ¿No os ofrecerías, ese querido “equipo auxiliar de ATRIO” que está en Santiago, a hacerlo, aportando documentación complementaria, introducciones y orientación para los comentarios y los compromisos concretos?
    ¡Ánimo y vamos yendo…!
  • Equipo Atrio
    ¡Muy buena idea, Oscar!
    Nos interesaría muchísimo. Creemos que con esa iniciativa se aprovechó al máximo la ocasión de tener presidiendo la ONU a una persona como Miguel d’Escoto en 2008.
    Lo malo es que si tenemos que preparar nosotros el texto y su presentación en diversas entregas, va a tardar. ¿No os ofrecerías, ese querido “equipo auxiliar de ATRIO” que está en Santiago, a hacerlo, aportando documentación complementaria, introducciones y orientación para los comentarios y los compromisos concretos?
    ¡Ánimo y vamos yendo…!
  • oscar varela
    Hola!
    Pienso que LA CARTA DE LA TIERRA es un modo compendioso de hacer lo que yo llamo “Teología Profana
    Entre los “Objetivos” de la Carta, leo:
    · Divulgar la Carta de la Tierra alrededor del mundo como un tratado de los pueblos, promoviendo la conciencia, el compromiso, y la implementación de los valores de la Carta de la Tierra
    ¿Podrá interesar a ATRIO (además de lo que ya viene haciendo) proponer un TALLER con los Textos de LA CARTA DE LA TIERRA?
    No es una Carta larga. Estimo que se podría hacer en 5 o 6 Entregas.

    ¡Vamos todavía! – Oscar.
  • oscar varela
    Hola!
     
    La Carta de la Tierra – Sobre la iniciativa
    Introducción
    Por más de una década, diversos grupos alrededor del mundo se han esforzado por crear una Carta de la Tierra que enuncie principios éticos fundamentales para una vivencia sostenible. Cientos de grupos y miles de personas han estado involucrados en este proceso. Entre éstos se encuentra un gran número de representantes de gobierno y organizaciones no gubernamentales que trabajaron para consolidar la adopción de una Carta de la Tierra durante la Cumbre de Río de 1992. Sin embargo, el momento no fue el adecuado. Por ello, el Consejo de la Tierra y la Cruz Verde Internacional lanzaron una nueva iniciativa de la Carta de la Tierra en 1994.
    En 1997 se formó una Comisión de la Carta de la Tierra con el fin de supervisar el proyecto y la redacción de la Carta. La Secretaría de esta Comisión se encuentra en el Consejo de la Tierra con sede en Costa Rica. Asimismo, en marzo de 1997, dentro de las conclusiones del Foro de Rio+5, celebrado en Río de Janeiro, la Comisión de la Carta de la Tierra emitió el Borrador de Referencia de la Carta. La Comisión también hizo un llamado para continuar con las consultas internacionales sobre el texto de este documento.
    Durante 1997 a 1999 se formaron más de 40 comités nacionales de la Carta de la Tierra y se celebraron numerosas conferencias sobre la misma. Los comentarios y recomendaciones procedentes de todas las regiones del mundo fueron enviados al Consejo de la Tierra y al Comité de Redacción.
    El texto de la Carta de la Tierra, guiado por estas contribuciones al proceso de consulta, ha sido revisado ampliamente. Así, en abril de 1999, la Comisión de la Carta de la Tierra emitió el Borrador de Referencia II. El proceso de consulta continuó durante 1999 para brindar la oportunidad a individuos y grupos de realizar sus contribuciones al proceso de redacción.
    Como resultado de la consulta mundial, la Comisión emitió una versión final de la Carta de la Tierraluego de su reunión en la sed de la UNESCO en Paris, del 12 al 14 de marzo de 2000. La Comisión tiene previsto una revisión de este documento dentro de 2 ó 4 años para considerar posibles cambios.
    Objetivos de la Campaña Internacional de la Carta de la Tierra
    · Promover un diálogo a nivel mundial sobre valores compartidos y la ética global;
    · Divulgar la Carta de la Tierra alrededor del mundo como un tratado de los pueblos, promoviendo la conciencia, el compromiso, y la implementación de los valores de la Carta de la Tierra;
    · Buscar la aprobación de la Carta de la Tierra por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2002.
    Declaración de Interdependencia y Principios para el Desarrollo Sostenible
    La Carta de la Tierra es una declaración de interdependencia y responsabilidad y un llamado urgente a construir una sociedad global para el desarrollo sostenible.
    Los principios de la Carta de la Tierra se encuentran estrechamente interrelacionados. Juntos brindan una concepción sobre el desarrollo sostenible y enuncian las pautas fundamentales para alcanzarlo. Estos principios son extraídos del derecho internacional, la ciencia, la filosofía y la religión, al igual que de recientes cumbres de la ONU y de la interlocución de la Carta de la Tierrainternacional sobre ética global.
    El objeto del desarrollo sostenible es el desarrollo humano íntegro y la protección ecológica. La Carta de la Tierra reconoce que los problemas ambientales, económicos, sociales, culturales, éticos y espirituales, y las aspiraciones de la humanidad, están interconectados.
    El documento afirma la necesidad de desarrollar el pensamiento holístico y la resolución colaboradora e integrada de los problemas. El desarrollo sostenible requiere de tal enfoque, pues se refiere a la libertad, la justicia, la participación y la paz, así como a la protección del medio ambiente y el bienestar económico.

viernes, 10 de enero de 2014

CONVERSACIONES EN EL FORO GOGOA - ENTREVISTA A JOSE ANTONIO PAGOLA


José Antonio Pagola llenó el aforo del Foro Gogoa en Pamplona.
Jose Antonio Pagola, natural de Añorga (Gipuzkoa), ha sido profesor de cristología y pastoral. En los últimos años se ha dedicado a investigar y dar a conocer la persona de Jesús. Su obra Jesús, aproximación histórica ha tenido una gran acogida y traducciones por todo el mundo. El pasado diciembre más de 600 personas lo escucharon en el Foro Gogoa en una charla con motivo de la cual tuvimos esta entrevista.

¿Se está globalizando el sufrimiento humano?
La mayoría de los que vivimos en los países del bienestar no sentimos en nuestra carne la amenaza del hambre y la miseria. Pero hemos empezado a experimentar una degradación social y humana que nos permite captar con más realismo y más de cerca el sufrimiento humano, el daño social y la destrucción que genera el dinero cuando es convertido por la ideología neocapitalista en poder absoluto, sin apenas control político alguno.
¿Qué hechos determinan el grave retroceso social?
Hay varios hechos gravísimos: la sumisión de la política al mercado, la crisis del sistema democrático, la agresión a la mayoría de los trabajadores que han quedado legal y socialmente indefensos y la degradación de las políticas sociales públicas. Pero lo más preocupante es el aumento sin precedentes de la desigualdad en la distribución de la renta. Este retroceso social funciona como un factor deshumanizador que genera sufrimiento, pobreza, exclusión, miedo y desesperanza.
¿Puede haber recuperación?
El ministro de economía habla del 2014 como “el año de la recuperación”. Recuperación, ¿de qué y para quiénes? ¿Se va a recuperar la calidad de vida para millones de personas que han quedado sin trabajo, con menos protección social y cada vez más empobrecidas y excluidas? Lo importante no es sólo saber cuándo vamos a salir de la crisis sino cómo saldremos.
¿Qué nos espera en un futuro más o menos próximo?
La crisis ecológica se habrá agravado, la desigualdad entre ricos y pobres habrá aumentado, un número incalculable de parados se verán atrapados para el resto de sus vidas en un modo de vida indigno, el trabajo no será un derecho sino una oportunidad escasa, mal retribuida y más insegura. Se ha acabado la idea de progreso basada en el crecimiento económico. Vamos a experimentar en los próximos años una mutación histórica provocada por un capitalismo insaciable e inhumano en la que tendremos que aprender a vivir de manera diferente. ¿Qué puede significar en el futuro un “programa electoral” si no va a poder defender el bien común de los ciudadanos? Hemos de comenzar una etapa nueva de luchas y de esfuerzos por recuperar una política del bien común y un sistema democrático que represente y busque equitativamente el bien de todos los ciudadanos.
¿Qué pretende un sacerdote y teólogo como usted con sus libros y conferencias?
Mi propósito es despertar el espíritu profético de Jesús y sugerir algunas líneas de fuerza para vivir de manera más lúcida, responsable y solidaria en medio de la crisis, abriendo caminos al proyecto humanizador de Dios: un mundo más justo más digno y dichoso para todos, empezando por los últimos.
¿Y cómo traer a esta actualidad lo que Jesús vivió y propuso hace 21 siglos?
Lo primero que quiero aclarar es que Jesús no es un sacerdote del templo, dedicado a cuidar y promover la religión. No es tampoco un maestro de la ley, ocupado en defender un sistema legal. Jesús es un profeta libre que se atreve a anunciar y promover el “proyecto humanizador de Dios”. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, es una presencia cercana y amistosa, que está buscando abrirse camino en el mundo para humanizar la vida. Pero Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos.

¿Cómo seguir a Jesús en medio de esta crisis?
Podemos y debemos aprender a vivir, no en una religión convencional, sino, ante todo, como el movimiento profético de Jesús, comprometidos en contribuir a la construcción de un mundo más humano. Y eso se resume en cuatro afirmaciones que Jesús hizo: “No podéis servir a Dios y al dinero”, “No deis a ningún César lo que es de Dios”, “Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo” y “Los últimos serán los primeros”.

¿Dios y el dinero son incompatibles?

Jesús en eso es concluyente: no pueden trabajar por el proyecto humanizador de Dios quienes, dominados por el dinero, excluyen a sus hijos e hijas y los abandonan en la pobreza o el hambre. Pero la historia humana se organiza, se mueve y dinamiza, en estos momentos, desde el ansia de acumular. Es precisa una actitud básica e indispensable: liberarnos nosotros mismos del poder de atracción y de dominio del dinero y el bienestar. Esta crisis, vivida siguiendo a Jesús, nos está llamando a desplazarnos poco a poco hacia una vida más sobria y austera para poder compartir más lo que tenemos y sencillamente no necesitamos

¿Esa frase del Evangelio sobre lo del César y lo de Dios se suele entender bien?
Una buena traducción sería: “No deis a ningún poder lo que es de Dios”. Y, ¿qué es de Dios?: los pequeños, los frágiles e indefensos, los pobres. Jesús lo ha proclamado repetidamente: “De ellos es el reino de Dios”. Sin duda, el sistema financiero es, en estos momentos, el poder que sacrifica más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción humana que cualquier otro poder, un “capitalismo salvaje” que ha logrado imponer “la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Me parece importante que la sociedad, sus dirigentes políticos y los agentes sociales conozcan en toda su crudeza el sufrimiento que está generando la crisis. Poner rostro a las víctimas: denunciar los dramas familiares que se están produciendo, dar a conocer la situación en que van quedando los parados sin futuro laboral. Movilizarnos para que las víctimas no queden en el olvido. Hemos de exigir a los responsables políticos y a los agentes sociales la búsqueda del bien común, sin ignorar a estas gentes excluidas.
¿Qué añade la compasión a la justicia?
Es urgente rescatar la compasión como principio de actuación, liberándola de una concepción sentimental y moralizante que la ha hecho desaparecer de la práctica económica y política. El sufrimiento de las víctimas ha de ser tomado en serio. Nuestra primera tarea es romper la indiferencia. Resistirnos a seguir disfrutando de un bienestar vacío de compasión. La solidaridad no es interesada, es compasiva. No es para defender nuestro bienestar. Al contrario, va inevitablemente contra nuestros intereses y nos exige revisar nuestro modo de vivir para renunciar a lo que no necesitamos y compartirlo con los que lo necesitan.

¿Cómo llegarán los últimos a ser los primeros?
A Jesús lo vemos siempre junto a los más necesitados: las gentes más enfermas y desnutridas de Galilea, los pobres más indefensos y olvidados por la religión, los más despreciados o indeseables. Él nos invita a empezar por humanizar la vida de los últimos. ¿Por qué han de seguir muriendo millones de seres humanos si en el mundo actual hay recursos suficientes para todos? ¿Por qué tenemos que ser competitivos antes que humanos? ¿Por qué tiene que ser el poder de los más fuertes y no la solidaridad compasiva la que rija las relaciones entre los pueblos? ¿Por qué hemos de aceptar como algo normal e inevitable un sistema que, para asegurar nuestro mayor bienestar produce tanto sufrimiento y muerte? ¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumo y la producción sin límites, generando una espiral insaciable e infantil de necesidades superfluas que nos vacían de sensibilidad humana? La solidaridad compasiva nos puede hacer más humanos y más cristianos.
Publicado en alandar nº304

lunes, 6 de enero de 2014

¿DEMOCRACIA O CAPITALISMO?

¿Democracia o capitalismo?

PAGINA 12Un magnífico análisis globat de este dilema, tan actual en todos los países desde donde acudimos a ATRIO, escrito por el sociologo portugués

Boaventura de Sousa Santos *

Al inicio del tercer milenio, las fuerzas de izquierda se debaten entre dos desafíos principales: la relación entre democracia y capitalismo, y el crecimiento económico infinito (capitalista o socialista) como indicador básico de desarrollo y progreso. En estas líneas voy a centrarme en el primer desafío.
Contra lo que el sentido común de los últimos 50 años nos puede hacer pensar, la relación entre democracia y capitalismo siempre fue una relación tensa, incluso de contradicción. Lo fue, ciertamente, en los países periféricos del sistema mundial, en lo que durante mucho tiempo se denominó Tercer Mundo y hoy se designa como Sur global. Pero también en los países centrales o desarrollados la misma tensión y la misma contradicción estuvieron siempre presentes. Basta recordar los largos años de nazismo y fascismo.
Un análisis más detallado de las relaciones entre capitalismo y democracia obligaría a distinguir entre diferentes tipos de capitalismo y su dominio en diferentes períodos y regiones del mundo, y entre diferentes tipos y grados de intensidad de la democracia. En estas líneas concibo al capitalismo bajo su forma general de modo de producción y hago referencia al tipo que ha dominado en las últimas décadas, el capitalismo financiero. En lo que respecta a la democracia, me centro en la democracia representativa tal como fue teorizada por el liberalismo.
El capitalismo sólo se siente seguro si es gobernado por quien tiene capital o se identifica con sus “necesidades”, mientras que la democracia es idealmente el gobierno de las mayorías que no tienen capital ni razones para identificarse con las “necesidades” del capitalismo, sino todo lo contrario. El conflicto es, en el fondo, un conflicto de clases, pues las clases que se identifican con las necesidades del capitalismo (básicamente, la burguesía) son minoritarias en relación con las clases que tienen otros intereses, cuya satisfacción colisiona con las necesidades del capitalismo (clases medias, trabajadores y clases populares en general). Al ser un conflicto de clases, se presenta social y políticamente como un conflicto distributivo: por un lado, la pulsión por la acumulación y la concentración de riqueza por parte de los capitalistas, y, por otro lado, la reivindicación de la redistribución de la riqueza generada en gran parte por los trabajadores y sus familias. La burguesía siempre ha tenido pavor a que las mayorías pobres tomen el poder y ha usado el poder político que le concedieron las revoluciones del siglo XIX para impedir que eso ocurra. Ha concebido a la democracia liberal de modo de garantizar eso mismo a través de medidas que cambiaron con el tiempo, pero mantuvieron su objetivo: restricciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, sistema político y electoral con múltiples válvulas de seguridad, represión violenta de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización del lobby… Y siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que sucedió muchas veces.
Después de la Segunda Guerra Mundial, muy pocos países tenían democracia, vastas regiones del mundo estaban sometidas al colonialismo europeo, que servía para consolidar el capitalismo euro-norteamericano, Europa estaba devastada por una guerra que había sido provocada por la supremacía alemana, y en el Este se consolidaba el régimen comunista, que aparecía como alternativa al capitalismo y la democracia liberal. En este contexto surgió en la Europa más desarrollada el llamado capitalismo democrático, un sistema de economía política basado en la idea de que, para ser compatible con la democracia, el capitalismo debería ser fuertemente regulado, lo que implicaba la nacionalización de sectores clave de la economía, un sistema tributario progresivo, la imposición de las negociaciones colectivas e incluso, como sucedió en la Alemania Occidental de entonces, la participación de los trabajadores en la gestión de empresas. En el plano científico, Keynes representaba entonces la ortodoxia económica y Hayek, la disidencia. En el plano político, los derechos económicos y sociales (derechos al trabajo, la educación, la salud y la seguridad social, garantizados por el Estado) habían sido el instrumento privilegiado para estabilizar las expectativas de los ciudadanos y para enfrentar las fluctuaciones constantes e imprevisibles de las “señales de los mercados”. Este cambio alteraba los términos del conflicto distributivo, pero no lo eliminaba. Por el contrario, tenía todas las condiciones para instigarlo luego de que se debilitara el crecimiento de las tres décadas siguientes. Y así sucedió.
Desde 1970, los Estados centrales han estado manejando el conflicto entre las exigencias de los ciudadanos y las exigencias del capital mediante el recurso a un conjunto de soluciones que gradualmente fueron dando más poder al capital. Primero fue la inflación (1970-1980); después, la lucha contra la inflación, acompañada del aumento del desempleo y del ataque al poder de los sindicatos (desde 1980), una medida complementada con el endeudamiento del Estado como resultado de la lucha del capital contra los impuestos, del estancamiento económico y del aumento de los gastos sociales originados en el aumento del desempleo (desde mediados de 1980), y luego con el endeudamiento de las familias, seducidas por las facilidades de crédito concedidas por un sector financiero finalmente libre de regulaciones estatales, para eludir el colapso de las expectativas respecto del consumo, la educación y la vivienda (desde mediados de 1990). Hasta que la ingeniería de las soluciones ficticias llegó a su fin con la crisis de 2008 y se volvió claro quién había ganado en el conflicto distributivo: el capital. La prueba: la conversión de la deuda privada en deuda pública, el incremento de las desigualdades sociales y el asalto final a las expectativas de una vida digna de las mayorías (los trabajadores, los jubilados, los desempleados, los inmigrantes, los jóvenes en busca de empleo) para garantizar las expectativas de rentabilidad de la minoría (el capital financiero y sus agentes). La democracia perdió la batalla y sólo evitará ser derrotada en la guerra si las mayorías pierden el miedo, se rebelan dentro y fuera de las instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años.
En los países del Sur global que disponen de recursos naturales la situación es, por ahora, diferente. En algunos casos, por ejemplo en varios países de América latina, hasta puede decirse que la democracia se está imponiendo en el duelo con el capitalismo, y no es por casualidad que en países como Venezuela y Ecuador se comenzó a discutir el tema del socialismo del siglo XXI, aunque la realidad esté lejos de los discursos. Hay muchas razones detrás, pero tal vez la principal haya sido la conversión de China al neoliberalismo, lo que provocó, sobre todo a partir de la primera década del siglo XXI, una nueva carrera por los recursos naturales. El capital financiero encontró ahí y en la especulación con productos alimentarios una fuente extraordinaria de rentabilidad. Esto permitió que los gobiernos progresistas –llegados al poder como consecuencia de las luchas y los movimientos sociales de las décadas anteriores– pudieran desarrollar una redistribución de la riqueza muy significativa y, en algunos países, sin precedentes. Por esta vía, la democracia ganó nueva legitimidad en el imaginario popular. Pero, por su propia naturaleza, la redistribución de la riqueza no puso en cuestión el modelo de acumulación basado en la explotación intensiva de los recursos naturales y, en cambio, la intensificó. Esto estuvo en el origen de conflictos –que se han ido agravando– con los grupos sociales ligados a la tierra y a los territorios donde se encuentran los recursos naturales, los pueblos indígenas y los campesinos.
En los países del Sur global con recursos naturales pero sin una democracia digna de ese nombre, el boom de los recursos no trajo ningún impulso a la democracia, pese a que, en teoría, condiciones mas propicias para una resolución del conflicto distributivo deberían facilitar la solución democrática y viceversa. La verdad es que el capitalismo extractivista obtiene mejores condiciones de rentabilidad en sistemas políticos dictatoriales o con democracias de bajísima intensidad (sistemas casi de partido único), donde es más fácil corromper a las elites, a través de su involucramiento en la privatización de concesiones y las rentas del extractivismo. No es de esperar ninguna profesión de fe en la democracia por parte del capitalismo extractivista, incluso porque, siendo global, no reconoce problemas de legitimidad política. Por su parte, la reivindicación de la redistribución de la riqueza por parte de las mayorías no llega a ser oída, por falta de canales democráticos y por no poder contar con la solidaridad de las restringidas clases medias urbanas que reciben las migajas del rendimiento extractivista. Las poblaciones más directamente afectadas por el extractivismo son los campesinos, en cuyas tierras están los yacimientos mineros o donde se pretende instalar la nueva economía agroindustrial. Son expulsados de sus tierras y sometidos al exilio interno. Siempre que se resisten son violentamente reprimidos y su resistencia es tratada como un caso policial. En estos países, el conflicto distributivo no llega siquiera a existir como problema político. De este análisis se concluye que la actual puesta en cuestión del futuro de la democracia en Europa del Sur es la manifestación de un problema mucho más vasto que está aflorando en diferentes formas en varias regiones del mundo. Pero, así formulado, el problema puede ocultar una incertidumbre mucho mayor que la que expresa. No se trata sólo de cuestionar el futuro de la democracia. Se trata, también, de cuestionar la democracia del futuro. La democracia liberal fue históricamente derrotada por el capitalismo y no parece que la derrota sea reversible. Por eso, no hay que tener esperanzas de que el capitalismo vuelva a tenerle miedo a la democracia liberal, si alguna vez lo tuvo. La democracia liberal sobrevivirá en la medida en que el capitalismo global se pueda servir de ella. La lucha de quienes ven en la derrota de la democracia liberal la emergencia de un mundo repugnantemente injusto y descontroladamente violento debe centrarse en buscar una concepción de la democracia más robusta, cuya marca genética sea el anticapitalismo. Tras un siglo de luchas populares que hicieron entrar el ideal democrático en el imaginario de la emancipación social, sería un grave error político desperdiciar esa experiencia y asumir que la lucha anticapitalista debe ser también una lucha antidemocrática. Por el contrario, es preciso convertir al ideal democrático en una realidad radical que no se rinda ante el capitalismo. Y como el capitalismo no ejerce su dominio sino sirviéndose de otras formas de opresión, principalmente del colonialismo y el patriarcado, esta democracia radical, además de anticapitalista, debe ser también anticolonialista y antipatriarcal. Puede llamarse revolución democrática o democracia revolucionaria –el nombre poco importa–, pero debe ser necesariamente una democracia posliberal, que no puede perder sus atributos para acomodarse a las exigencias del capitalismo. Al contrario, debe basarse en dos principios: la profundización de la democracia sólo es posible a costa del capitalismo; y en caso de conflicto entre capitalismo y democracia debe prevalecer la democracia real.
* Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, Portugal. El texto corresponde a la Décima carta a las izquierdas del autor.
Traducción: Javier Lorca.

domingo, 5 de enero de 2014

LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION


No me interesaría la Teología de la Liberación si no fuera por tres razones: primera, porque hubo muchísima gente que, sin informarse, desconfiaron de ella y la condenaron siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica; segunda, porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la Liberación y lo que supuso de represión y sufrimiento para muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó a la Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.
Nunca en la historia de la Iglesia se suscitó tanta preocupación sobre un tema que, a primera vista, parecía irrelevante. Algo inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación, pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y religioso. Estamos en los años posteriores al concilio Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si la Iglesia latinoamericana cumple los acuerdos de Medellín , los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina “ (Rockefeller). “La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).
Vieja novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús
La Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, – el anuncio del reino de Dios-, era incompatible con el proyecto imperial romano y con el proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús y su proyecto.
La Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona, sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio.

Sonaron falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida
Comenzando por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado “padre” de la teología de la liberación) han sido luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las iniciativas y actividades pastorales que en ella se han inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas, maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar comprometido.
Pero surgieron pronto las alarmas que la señalaban como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones. Había grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema, – Es la peste, dijo. Y ayudé a una joven que, interesada por el tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los teólogos de la liberación son como los masones dentro de la Iglesia!
Y los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos concilio, pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de la liberación, sentenció ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho propia la opción fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas de liberación secularizados”.
Ratzinger fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas afirmaciones. Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3 de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han perseguido”.
Se entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial, fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y sus teólogos:
– Los teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista.
– Reducen el Cristo del Evangelio al Cristo de la “sola liberación temporal”.
– La Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero entendidos “como una opción de clase” y según criterios puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y lucha entre hermanos.
– Presentan una “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa” reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el interior mismo de la Iglesia.
– Se someten a ideologías extrañas y olvida la “doctrina social de la Iglesia “ por considerarla inviable.
Estas calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.
La novedad de la teología de Liberación

Es ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación.
• La Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la fe. Incluye negativamente una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y positivamente una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que deslegitima el ataque que la Ilustración siempre lanzó contra la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, a las personas y pueblos que son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos.
• La Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.
• La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios en la Escritura, la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y previo a la revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios en la historia, del pasado y del presente. Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”, fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.
• En esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino).
• La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser: “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría).
Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc.
Pero, y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad, cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino). Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos serlo”.
• La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuestas a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que deber estar abierto al cambio.
La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo.
Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.
La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.
Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación.
La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro.
Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego.
Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres.
En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo”.
En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristina rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”.
Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios” (Johann Baptist Metz).
El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad.
Esperamos que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Müller: “ La teología de la liberación está unida para mí al rostro de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de política, de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del Hombre. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.
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