lunes, 27 de mayo de 2013

Sólo un Dios puede salvarnos

Sólo un Dios puede salvarnos

BoffLa crisis de nuestra civilización científico-técnica exige más que explicaciones históricas y sociológicas. Reclama una reflexión filosófica que desemboca en una pregunta teológica. Quién lo vio claramente fue Martín Heidegger (1889-1976), incluso antes de que hubiese surgido la alarma ecológica. En una famosa conferencia en Munich en 1955 “Sobre la cuestión de la técnica” en la que estuvieron presentes Werner Heisenberg y Ortega y Gasset, dejó claro el riesgo que corren el mundo natural y la humanidad cuando se dejan absorber totalmente por la lógica intrínseca de este modo de pensar y actuar que interviene y manipula el mundo natural hasta sus últimas capas, para sacar beneficios individuales o sociales. La cultura científico-técnica ha penetrado tan profundamente en la comprensión de nosotros  mismos que ya no podemos entendernos ni vivir sin esta muleta introyectada en nuestro propio ser y estar en el mundo.
Representa la convergencia de dos tradiciones de la filosofía occidental: la platónica de cariz idealista transfigurada por la orientación cristiana, y la aristotélica, más empírica, que es la base de la ciencia. Se fusionaron en el siglo XVII desde Descartes y fundaron la  tecno-ciencia moderna, el paradigma dominante. Este modo de ser pone su interés en cómo son las cosas, cómo funcionan y cómo nos pueden ser útiles, no el milagro de que las cosas sean, confrontadas con la nada. Nos separamos del mundo natural para entrar profundamente en el mundo artificial. Hemos perdido la relación orgánica con las cosas, las plantas, los animales, las montañas y los propios seres humanos.
Todo se convierte en instrumento para una finalidad. No vemos al ser como una persona portadora de un propósito, sino su fuerza de trabajo, ya sea física o intelectual, que puede ser explotada. Si se puede hacer algo se hará sin ninguna justificación ética. Si podemos desintegrar el átomo no hay por qué no hacerlo y construir la bomba atómica. Si podemos tirarla sobre Hiroshima y Nagasaki, ¿quién lo impedirá? Si puedo manipular el código genético, no hay límite moral o ético que lo pueda restringir. Y hacemos las experiencias que nos parecen interesantes y útiles para el mercado y para una cierta calidad de vida.
Heidegger nos advierte que la tecnociencia ha creado en nosotros un dispositivo (Gestell), una forma de ver que considera todo como cosa a nuestra disposición. Ha colonizado todos los espacios y sometido todos los saberes. Se ha convertido en un motor que se acelera de tal manera que ya no sabemos cómo detenerlo. Nos hemos convertido en sus rehenes. Nos dicta qué hacer o dejar de hacer. En este punto, Heidegger señala el altísimo riesgo que corremos como naturaleza y como especie. La tecnociencia afecta a los fundamentos que sustentan la vida y ha generado tal fuerza destructiva que puede exterminarnos a todos. Los medios ya están construidos y están ahí a nuestra disposición. ¿Quién sujetará la mano para no desencadenar el Armagedón natural y humano? Esa es la gran pregunta que nos debería ocupar como personas y como humanidad, y menos el crecimiento y las tasas de interés.
La respuesta intentada por Heidegger es una Kehre, una “vuelta” que significa una transformación. Este es el propósito final de todo su pensamiento, tal como se revela en una carta a Karl Jaspers: ser el celador de un museo que quita el polvo de los objetos de manera que se puedan ver. Como filósofo se proponía (es una pena que use un lenguaje tan terriblemente complicado) remover lo que cubre lo habitual y lo cotidiano de la vida. Al hacer eso ¿qué revela? Nada, sino lo que nos rodea y que constituye nuestro ser-en-el-mundo-con los demás y con el paisaje, con el cielo azul, con la lluvia y con el sol. Y dejar que las cosas se vean tal como son; no nos oprimen, sino que están, tranquilas, con nosotros en casa.
Fue a buscar inspiración para este modo de ser en los presocráticos, especialmente en Heráclito, que vivían el pensamiento originario antes de que se transformase con Platón y Aristóteles en metafísica, base de la tecnociencia. Pero teme que sea demasiado tarde. Estamos tan cerca del abismo que no podemos volver atrás. En su última entrevista a Der Spiegel en 1976 publicada post-mortem dice: “Sólo un Dios puede salvarnos.” La pregunta filosófica por el destino de nuestra cultura se ha convertido en una cuestión teológica. ¿Va Dios a intervenir? ¿Permitirá la autodestrucción de la especie?
Como teólogo cristiano diré con San Pablo: “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5), porque “Dios es el soberano amante de la vida” (Sb 11,26). No sé cómo. Sólo espero.
Leonardo Boff es autor: Proteger la Tierra, cuidar la vida: cómo escapar del fin del mundo, Sal Terrae 2011
Traducción de Mª José Gavito

miércoles, 15 de mayo de 2013



Noticias

Pasaporte boricua

Fufi Santori

BIO
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20 de enero de 2013

El Estado Libre Asociado

En 1948  Puerto Rico compitió en los Juegos Olímpicos de Londres. Se nos reconocía asi una nacionalidad: la puertorriqueña. Esto a pesar de que éramos una COLONIA de los Estados Unidos de América. Ese mismo año, los 'americanos' nos permitieron elegir a un gobernador boricua: Luis Muñoz Marín.
Durante su campaña eleccionaria, Muñoz Marín sentenció que la Independencia de Puerto Rico significaría la ruina económica de nuestra nación. Ya para entonces, él y su Partido Popular, habían conseguido cantidad de ayudas federales  y la pobreza comenzaba a mitigarse en la COLONIA. Los detalles políticos estaban todos sobre la mesa. Éramos una posesión, monda y lironda, de otra nación. A cambio de esa indignidad disfrutábamos de más luz, agua, comida, zapatos, carros, radios  y mejores inodoros.
Pero Muñoz Marín, animal pensante al fin; inteligente  y  sensible, se propuso el conseguir algo más para su gente porque, el perro del millonario se puede comer  diez chuletas diarias pero no deja de ser perro. Y por eso, en sus elucubraciones, el líder se imaginó un Puerto Rico libre y asociado a los Estados Unidos. Y le vino a la mente: una Constitución para formalizar la idea de un estado libre siendo la asociación una consecuencia lógica de compartir una misma ciudadanía: la 'americana'. 
Procedía el pedirle permiso al Congreso; a los invasores. Esa alternativa de PEDIR   en vez de EXIGIR daba mala espina pero la voluntad de El Vate no se cuestionaba. Y claro el Pueblo consultado acogió con júbilo la Ley 600, un mandato federal.
A los independentistas el 'paquete' constitucional le olía a 'pescao abombao'  y se abstuvieron de participar en esa Asamblea de constituyentes en 1952. A Pedro Albizu Campos  el proyecto constitucionalista que viabilizaba la Ley 600 le significaba una estocada mortal a nuestra nacionalidad y al derecho de ser libres. Y el 30 de octubre de 1950 Albizu y los nacionalistas le declararon la guerra a los Estados Unidos y a Muñoz Marín. ¡Qué cojones! Falta que ahora nos hacen.
Los nacionalistas que entraron al patio de La Fortaleza  con el propósito de MATAR  a Muñoz  fueron acribillados por la policía insular mientras, en Jayuya, Blanca Canales izaba la bandera monoestrellada proclamando la República de Puerto Rico.
Cundió el pánico después de la 'guerra' que perdieron los nacionales puertorriqueños, y los trabajos de la asamblea constituyente de 1952 se aceleraron para dejar establecido el Estado Libre Asociado. Este nuevo fenómeno jurídico pudo haberse etiquetado Made in U.S.A. porque la carta magna fue enmendada a gusto del Congreso  y la misma, en su preámbulo, glorificó la ciudadanía 'americana' del puertorriqueño menospreciando las prioridades de nuestra NACIONALIDAD.
Importante nota al calce es que en las elecciones generales de  1952; dos años después de la insurrección nacionalista, el Partido Independentista Puertorriqueño obtuvo un 17% de los votos. De ahí en adelante, fue despreciado por los votantes que siguieron  las degradantes  líneas del anexionismo desnacionalizante y del limbo colonial estadolibrista.
El gran pecado de Luis Muñoz Marín fue el de ENGAÑAR al Pueblo de Puerto Rico convenciendo a muchos de que se había descolonizado al país y a los puertorriqueños. Y tuvo la fuerza de cara de ir a las Naciones Unidas, acompañado por varios embusteros, encabezados por el embajador ámericano' Mason Sears. Reclamando que ese organismo mundial validara  la liquidación del coloniaje en la isla de Puerto Rico. ( isla que todavía era una posesión de los Estados Unidos y sujeta a la soberanía de esa nación por la cláusula territorial de su Constitución Federal.)
¿ENSEÑAMOS ESO EN NUESTRAS ESCUELAS?
En 1953, la ONU se desprestigió avalando el FRAUDE que se disimulaba ondeando nuestra bandera de una sola estrella al lado de la del imperio. Con el ELA nos enfermaron con una sobredosis de banderas, himnos y consitituciones.
Estados Unidos y Puerto Rico establecían esta nueva relación “ a manera de un convenio”  sin que se alteraran los poderes del Imperio sobre la colonia. ¡Vaya con el convenio!
TOMEN NOTA MAESTROS DE HISTORIA.
Aprovechando su poderoso mollero político y para en alguna medida 'enjuagar' el embarrado convenio o pacto,  Muñoz consiguió que, en el 1967, una mayoría de los puertorriqueños, por primera vez en voto explícito, validara también al ELA como el status de su preferencia añadiendo así un insulto a la injuria. El boricua  habría votado por la esclavitud. Y lo sigue haciendo.
Futuros plebiscitos coloniales arrojaron el mismo resultado en favor del ELA territorial confirmando la pluralidad de puertorriqueños colonizados y de una baja auto estima inducida por una educación de corte colonialista. Consecuentemente, esa mayoría ha votado EN CONTRA de su libertad. Esa libertad por la cual  el pepiniano Oscar López Rivera lleva más de treinta años en una prisión federal y ninguno de nuestros gobernadores ha tenido la sensibilidad  y la valentía de, en nombre del Pueblo de  Puerto Rico, exigir su excarcelación.
Eso es PRIORIDAD Alejandro porque Oscar también es GENTE  y de la mejor.
En EXACTAMENTE LAS MISMAS de ese 1952 llegamos al 2013 cuando el Partido Popular acaba de regresar al poder con Alejandro García Padilla de Gobernador. Todavía, muchísimos populares ATESORAN el Carimbo de la ciudadanía 'americana y juran por la UNIÓN PERMANENTE, consigna que siempre ha servido mejor a los estadoístas. Y pensar que todos ellos lo hacen POR EL FUTURO BIENESTAR de sus hijos y sus nietos. ¡Que mal los enseñan!
Porque aquello de   CULMINAR el ELA  con “una dosis de soberanía sin adulterar” (frase de Muñoz)) nunca ha podido ser. 
O sea, el FRAUDE POLÍTICO  llamado Estado Libre Asociado sigue en plena vigencia porque la tésis de la conveniencia supera a la de la decencia y así. nuestro Pueblo  mantiene sobre sus valores espirituales y éticos al CHULETAJE , ese frenesí por lo material, por lo que se come y por todo lo que satisfaga las urgencias animales de unos seres humanos que no les importa soportar el estigma de la  inferioridad.
Descolonizar a Puerto Rico es muy importante para cualquier partido que lo gobierne. Alejandro García Padilla se equiivocaría si  se desentendiera de la naturaleza colonial del Estado Libre Asociado. No podríamos los puertorriqueños, nosotros, la gente que aquí vive, mejorar nuestra calidad de vida condicionados por la inferioridad política que nos agobia económica y psicológicamente.

jueves, 9 de mayo de 2013

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS


Del amor y otros demonios

teresa sanchezUn nuevo artículo de Teresa, difundido esta vez hace dos días por ECLESALIA, 24/01/13.
Teresa coincide con ATRIO  en los temas que elige para sus artículos y en la visión humanista. Y nos agrada siempre dar la voz a personas más jóvenes y tal vez por eso más libres, a quienes consiguen formular de forma sencilla lo que otros solo sabemos expresar con rollos o agresividad.
Cuando parecía que los ánimos se habían serenado tras el revuelo que causó la aprobación del matrimonio homosexual por el Tribunal Constitucional, las incendiarias declaraciones de un obispo vuelven a abrir dolorosas heridas. Me preocupa el sempiterno debate sobre género, sexualidad, matrimonio y familia. Me preocupa y me duele por la dureza de las opiniones vertidas. Porque hay reacciones que – independientemente de qué las origina – traslucen una infinita falta de caridad y un rechazo hacia otras maneras de ser y sentir, fruto de una realidad plural y diversa. Este dolor se acentúa cuando la postura se justifica en nombre de un Dios cuyo atributo es el Amor, y su mandamiento principal el de “amar al prójimo como a uno mismo”.
Estamos aquejados de una profunda falta de amor. Puede parecer simplista reducir a esta cuestión la esencia del cristianismo (sobre todo para quienes cargan a sus espaldas una ingente cantidad de dogmas y códigos de conducta). Insisto: puede parecer simplista, pero ocurre que si no tengo amor, no soy nada; si no somos coherentes en lo esencial, lo demás es pura palabrería. No se puede hablar de amor a quienes no se ama. No se puede anunciar a un Dios que acoge la (preciosa) singularidad de cada persona, si luego se pasa por la criba hasta el más ínfimo detalle de los otros. Me pregunto: ¿cómo van a amar lo que amáis, si vosotros no amáis lo que ellos aman? Tal vez ni se pida siquiera a la Iglesia que secunde la causa de ciertos colectivos (aunque luego se hable de dar la vida incluso por los enemigos); bastaría con mostrar un mínimo de prudencia y delicadeza, con cuidar sus palabras para no echar sal en las heridas.
Se rechaza el matrimonio homosexual y se le niega el reconocimiento de familia (cuando la Sagrada Familia es todo menos un modelo “representativo”, en tanto la conponen una madre virgen y un padre putativo). La razón principal que se esgrime en contra del matrimonio homosexual es que su unión no contribuye a la procreación y la perpetuación de la especie. Efectivamente, en el Antiguo Testamento se critican ciertas prácticas sexuales sirviéndose de este mismo criterio. Pero las causas no responden tanto a una cuestión de tipo moral, sino sobre todo a una estrategia socio-política: la de alentar el crecimiento demográfico y multiplicar el número de hijos en las familias para estabilizar la precaria situación del “pueblo elegido” y preservar su tradición y cultura.
En todo caso, resulta curioso que las más feroces críticas a estas “otras familias” homoparentales provengan de personas que han optado por el celibato como estilo de vida. Curioso que hablen de complementariedad entre hombre y mujer quienes viven en comunidades integradas exclusivamente por personas de su mismo sexo. Curioso que prejuzguen quiénes han de ser buenos padres o madres cuando jamás experimentarán en carne propia – sólo a nivel espiritual – lo que supone engendrar un hijo y hacerle el centro de la vida, incluso aunque no sea “carne de tu carne”. ¿Importa eso? si el amor es verdadero no atiende ni se supedita a algo tan superficial como el cuerpo: quienes conocen el valor de “lo que no se ve”, mejor que nadie deberían comprenderlo.
Por supuesto, tienen derecho a opinar y libertad de vivir su vocación sin dar explicaciones al respecto (ellos sí), pero al cabo no deja de resultar llamativo. No me malinterpreten: la vocación religiosa, vivir con el corazón disponible y entregado a Dios y a los demás, me parece digna de admiración y un acto de amor de una belleza infinita. Pero también considero que es difícil (o debería serlo) opinar sobre temas de los que no se tiene una experiencia cotidiana: como amanecer junto a la persona amada y sentir que el mundo entero se ilumina; o entregarse y fundirse con el otro por entero, en total desnudez de cuerpo y de alma; o sentirse morir si sobreviene la enfermedad y hay que dejar partir al amor de toda una vida… ése que no se elige (¡como si se pudiera elegir en el amor! dice Cortázar) en razón de país ni de cultura… o de sexo; ése que no atiende a lógicas ni planes establecidos; ése que llega sin más y nos transforma por entero.
Amar de verdad no es un capricho: es algo que nace de lo profundo, un susurro corazón adentro que traspasa el alma, la seduce y lleva a entregarse hasta el extremo. Ahí reside el Misterio de una familia que es sagrada ¿por una mera cuestión de género? quisiera pensar que el motivo es más trascendente: el vínculo de Amor que se establece entre sus miembros. Porque el amor es una locura sagrada e incomprensible, y a la vez tan evidente que cuando se siente ya sólo cabe decir al otro – como Rut a Noemí – “No insistas en que te deje y me separe de ti. Porque donde tú vayas yo iré, y donde tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras, y allí quiero ser enterrada. Juro ante el Señor que sólo la muerte podrá separarnos”.
Habrá quien diga que el amor homosexual no es igual que el heterosexual, ni el de pareja como el de amigos: angustiosa necesidad de definirlo todo bajo moldes y adjetivos, cuando la realidad es que al cabo todo es Amor y su fuente una y la misma. Como el agua viva encuentra siempre cauces nuevos para fluir e irrigar la tierra, así también el amor se expresa y se expande de mil formas distintas. Ponerle diques y dirigir ese amor hacia un fin concreto por propia voluntad es una opción como cualquier otra. Pero criticar la “orientación” de los otros (ésa que es natural, espontánea y genuina) diciendo que no es correcta, y aún “exigir” que repriman ese cauce de amor en razón de su sexualidad… supone privar a la persona de vivir en plenitud su identidad más profunda, e instigarle a renunciar a una de sus más bellas vías de expresión. Entonces el cauce del río se estanca, su agua se emponzoña en el alma y trae la muerte.
Algunos apuntan que el debate del matrimonio y la familia es lingüístico. Por desgracia, se juzga y se juega con sentimientos de personas concretas a las que duele el rechazo… como a cualquiera. Poner márgenes (marginar) no es nunca una inocente cuestión terminológica: revela una manera de pensar que parcela el mundo, lo acota y remarca “lo distinto”, la presencia de un “otro” que acaba despertando miedos y recelos. Revela un pensamiento más interesado en marcar las diferencias que las semejanzas, aunque al final todos estemos hechos del mismo barro y tengamos las mismas necesidades y anhelos: amar y ser amados, que nos acepten como somos, y encontrar personas con las que compartir la vida, afrontar la muerte y sobrellevar nuestros miedos.
Si somos tan frágiles e iguales en lo esencial, ¿ merece la pena tanta discusión inútil? Nuestra es la elección: mantener posturas irreconciliables o buscar lo que nos une. Encasillar a las personas bajo estrictos moldes o valorar la riqueza de lo diverso. Clasificar los tipos de amor o bendecir el Amor como fuerza sanadora y motor del mundo. Si ya resulta dramático que los cristianos estemos escindidos en ramas siendo uno es el Maestro y el Espíritu, ¿hasta cuándo seguiremos estableciendo categorías, y lamentándonos a la vez de que la sociedad nos excluya? ¿hasta cuándo alimentaremos las diferencias para ser el ojito derecho de Papá, sin ver que la vara con que medimos – y que nos mantiene tan derechos – es una señora viga en nuestro ojo? ¿hasta cuándo las piedras vivas que decimos ser levantarán muros en vez de construir puentes para el encuentro? ¿hasta cuándo seguiremos escondiendo a nuestros semejantes en estrechos armarios y cajones mentales?
Dios no enciende una lámpara para ocultarla, y toda persona está llamada a ser luz porque alberga en su interior una llama de amor viva. Cuestión muy distinta es tener ojos que sepan ver esa luz que viene del corazón. En este debate de género y sexualidad, queda el consuelo de saber que “Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias pero Dios ve el corazón”. Dios ve con la mirada de una madre hacia su hijo. Y acaso ahí esté el quid de la cuestión: que la Iglesia oficial se nos ha masculinizado; que a base de reprimir sus emociones, ha terminado olvidando cómo es el amor incondicional de una madre: ése que elige la sugerencia al mandato, la misericordia al juicio, la comprensión a la condena; el que antepone la acogida al reproche, la escucha al sermón, y ante todo la alegría; ése cuya mejor enseñanza es su propio ejemplo de vida.
Acaso la raíz del problema sea una sensibilidad perdida: “Yo conozco tus obras y tu constante esfuerzo […] has sufrido por mi causa y has trabajado por amor a mi nombre. Pero tengo contra ti que has dejado enfriar tu primer amor” (Ap. 2, 2-4). Ojalá este debate sirva para despertar en nosotros el anhelo de volver a la “matriz”, a ese amor primero – que llevamos grabado en el corazón – donde ya no importa si madre o padre, si hombre o mujer. Porque sólo el amor entrañable y entrañado disuelve las fronteras y es capaz de devolvernos, al fin, nuestra unidad perdida: ésa de la que todos venimos, ésa que no dejamos de buscar durante toda la vida. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

viernes, 12 de abril de 2013

La Teología de la Liberación es la gran asignatura pendiente de la Iglesia que hereda el Papa Francisco


EN EL 33º ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE MONSEÑOR ROMERO

La Teología de la Liberación es la gran asignatura pendiente de la Iglesia que hereda el papa Francisco

Cuando se acaban de cumplir treinta y tres años del asesinato del arzobispo de San Salvador, las "tres idolatrías" a las que él se oponía en defensa de los pobres, oprimidos y marginados se han enseñoreado de nuevo de nuestra sociedad: la oligarquía, la represión y el poder político impune

RAFAEL PLAZA VEIGA Madrid 30/03/2013 08:59Actualizado: 30/03/2013 08:59

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Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980, había denunciado poco antes de su muerte a tiros mientras celebraba la Eucaristía en su catedral las «tres idolatrías» que, según él, estaban poniendo en un grave peligro a su país: la riqueza y la propiedad privada («El deseo absoluto de tener más destruye la convivencia fraterna de los hijos de Dios»); la Seguridad Nacional («Vivimos en una estructura de injusticia social que es la raíz de los demás males. La Seguridad Nacional transforma la fuerza armada en guardia de los intereses de la oligarquía»), y la Organización («Esa quepersigue a muerte todo movimiento de oposición»).
Éstas y otras denuncias mucho más directas le llevaron a la muerte hace ahora justo 33 años. Óscar Romero murió como un profeta, aunque, en honor a la verdad, no se puede decir que la Iglesia de Latinoamérica esté muy surtida de profetas. Los mártires «de la Iglesia» hoy se pueden contar con los dedos de unas cuantas manos, y aunque la Iglesia se siente azotada por sus desapariciones, es, en el fondo, el pueblo más herido, el más convulsionado.

Los verdaderos mártires del pueblo 

Los hombres de Iglesia que a lo largo de los últimos 40 años han ido cayendo en América Latina (monseñor Romero o el teólogo jesuita Ignacio Ellacuría, y Rutilio Grande y otros seis curas, todos ellos en El Salvador; en Bolivia, Luis Espinal; y antes Gaspar García Laviana, en Nicaragua; y otros dos obispos, Valencia Cano y Angelelli, en Argentina; y los padresAguilar Escamillas, en México; y los sacerdotes Guth yHermógenes López, en Guatemala; y el padre Bernié en Brasil; y los curas y catequistas de Honduras, y los de Colombia, y los de Chile, Paraguay y Uruguay)... Todos estos y muchos más, cristianos anónimos valientes y comprometidos, no cayeron precisamente por defender unos dogmas católicos de alto coturno, ni una moral sacramental ortodoxa, ni una liturgia impecable, ni una predicación escatológica. Murieron por algo mucho más sencillo, más cercano, más real, más vivo: por defender al pueblo, al campesino, al pobre, al oprimido, al aplastado y silenciado por el poder civil, por el poder militar, y a veces incluso por las propias jerarquías católicas instaladas en la seguridad y en el mismo poder gobernante del continente latinoamericano.
En Latinoamérica hay, al menos, dos Iglesias: una conservadora y otra identificada con el pueblo sin esperanzaSon, han sido, más que mártires «de la Iglesia católica, apostólica y romana»,mártires del pueblo llano, que peca y pasa hambre por igual. Por eso se puede decir que en Latinoamérica hay, al menos, dos Iglesias, y quizá más. Una Iglesia conservadora, amiga de nunciaturas, diplomacias, abalorios, Ejército, poder, capital y patronos, y otra identificada totalmente con el pueblo, el pueblo latinoamericano sin tierras, sin trabajo, sin dignidad, sin seguros de nada, sin esperanzas y sin sonrisa. Y es por este pueblo por el que han muerto ya tantos. No consta, todavía, ningún mártir por los otros.
«No pisaré la Presidencia del Gobierno mientras no se esclarezcan las muertes de los 500 campesinos», había prometido monseñor Romero después de la masacre de 1978 en la sufrida nación salvadoreña. Cada vez se fue alejando más del poder -él, que era más bien conservador hasta que la muerte del padre Rutilio Grande le convirtió definitivamente al pobre- y esto fue, probablemente, lo que le llevó a la muerte. Lo que ha ido llevando a la muerte a muchos hombres y mujeres de la Iglesia latinoamericana, sin contar, claro, la de los campesinos y militantes jovencísimos de aquellas latitudes. ¡El poder!

La carta de Romero al presidente Carter 

Pocos días antes de su asesinato, monseñor Romero escribía una carta -que leería en la catedral de San Salvador- al propio presidente Carter, denunciando la injerencia de los Estados Unidos en la dictadura salvadoreña. ¡Qué casualidad! Menos de diez días después caería asesinado de un tiro en el corazón. El domingo anterior había denunciado sin ambages al Gobierno y al Ejército salvadoreños. ¡Era ya demasiado! Casualmente, en aquellos mismos días merodeaban por las proximidades de El Salvador las salvadoras fuerzas norteamericanas, que iban (y siguen yendo), presumiblemente, en apoyo de aquella atroz Junta Militar, tantas veces denunciada por el arzobispo Romero.
Oscar Romero fue uno de los mayores defensores de los derechos humanos en el turbulento continente latinoamericano. Como lo ha sido otro obispo, éste español, que ha pasado más de 30 años entre los campesinos del Matto Grosso, una de las zonas más deprimidas (y oprimidas) del Brasil: Pedro Casaldáliga, al que el Papa Juan Pablo II destituyó de su sede antes de cumplir los 75 años, poniendo en su lugar a un prelado que no le produjera problema alguno. Amenazado de muerte por la oligarquía brasileña y humillado por las jerarquías vaticanas, Casaldáliga es otro profeta de los que llevan la muerte puesta.
La Teología de la Liberación se consolidó en la Conferencia de Puebla de 1979, a la que asistieron 115 obispos americanos
"Tú has hecho tuyos cada vez más los problemas y los combates de los campesinos y trabajadores con los queuna minoría, aferrada a la riqueza y al poder, no quiere compartir en la igualdad", escribieron a monseñor Romero los 115 obispos latinoamericanos participantes en laConferencia de Puebla, a primeros de 1979. Esta Conferencia constituyó uno de los hitos que más claramente consolidaron la necesidad de lo que, desde años atrás, se conocería porTeología de la Liberación en América Latina.
Durante meses, el arzobispo de San Salvador había denunciado incansablemente las maniobras represivas y la dictadura insoportable del general Romero, que sería por cierto derrocado en un golpe de Estado, ¡militar también por supuesto! Los delitos del arzobispo eran "muy claros": "Algunos me han tratado de comunista, hoy otros me consideran como un traidor". Romero era más bien un obispo conservador cuando llegó a la capital. Pocos días después de tomar posesión la oligarquía salvadoreña le había ofrecido una casa adornada con mármol en uno de los barrios más elitistas, y un Cadillac. Y Romero dijo "no". En efecto: para unos y otros sólo podía ser un "comunista" o un "traidor". La cosa empezaba mal para el pobre (pobre entre los pobres) arzobispo.
A Romero le habían acosado desde fuera y desde dentro. Desde dentro de la Iglesia, se entiende. Una Iglesia a la que a partir del final de la década de los 70 le repugnaba cada vez más la "revolución" interna que impulsó el Concilio Vaticano II, donde se consagró el diálogo con los comunistas, con los ateos, con los no creyentes, y el compromiso con los más pobres de la tierra, que hasta entonces habían basado sus creencias en la "resignación cristiana".
Habría que preguntarse hoy: ¿han cambiado tanto las cosas en América Latina? Habría que preguntarle al reciente y flamante (de humilde apariencia, pero de discutible pasado) papa Francisco, procedente de la Argentina donde las dictaduras militares cometieron tantos crímenes, siendo él ya una autoridad episcopal e influyente: ¿Apoyará, con la valentía, la decisión y el compromiso que no han querido mostrar sus dos pontífices antecesores, al sufrido pueblo latinoamericano?

jueves, 11 de abril de 2013

QUE LOS MINISTROS SE PONGAN A SERVIR


Que los ministros se pongan a servir

jbada
Pepe Bada es un sabio cercano. Siempre lo ha sido. Cuando llegó a Zaragoza con su doctorado en Teología por la Universidad de Munich y se puso al servicio de los curas rurales y las comunidades de base en los años sesenta. Cuando fue catedrático de Antropología y Consejero de Cultura y siguió preocupado en los ochenta por los problemas concretos de Aragón y por la paz en el mundo. Ahora analiza nos parece que de manera genial y completando el artículo anterior en Atrio la difícil papeleta que tiene el papa Francisco para llevar con coherencia el cambio que ha anunciado para la Iglesia católica, clerical hasta la médula con maquillaje meramente retórico de servidora.
El Obispo de Roma –como se hace llamar hoy el que lo es, Francisco para todo el mundo– ha pedido a los cardenales, obispos, curas y “pastores” en general que salgan de sí mismos y dejen de ser “intermediarios”, “gestores” o“administradores” de lo sagrado; es decir, “sacerdotes” que dan, expenden o administran sacramentos, bendiciones y divinas palabras a los fieles, parroquianos o clientes de la Iglesia. Como hacen normalmente los profesionales que se precien en las mejores empresas y , por supuesto, los funcionarios o servidores públicos en la Administración del Estado. “Ministro” es una palabra de origen latino que significa literalmente “servidor público”, igual que “liturgia” significa en griego clásico literalmente “oficio o servicio público”. Sin embargo los ministros de cualquier liturgia, civil o eclesiástica, han llegado a ser lo que hoy se entiende en el lenguaje ordinario con ese nombre: “servidores en general bien servidos” o, como dice el Papa, “gestores”, “administradores” e “intermediarios” que ofician y pontifican mediando en lo divino y lo humano hasta chuparse los dedos. Si es que no lo fueron ya desde el principio bajo el engaño de buenas palabras. De todas formas la deriva semántica de los atributos -y de lo que significa el nombre que se lleva- precede a veces y sigue siempre a los cambios que se producen en la realidad objetiva y en la posición social de los sujetos de quienes se predican. Y al final los eufemismos se ajustan a su valor de cambio, como las monedas en el mercado.
Ni la Iglesia es hoy una “asamblea santa” y un “pueblo de reyes” por más que se cante en misa, ni la nación española un “pueblo soberano” por más que se diga en la Constitución y se proclame en el parlamento. La Iglesia no lo es al menos como institución real y realmente establecida en este mundo, asentada, construida, levantada más como templo que reunida como pueblo en el camino y como camino que se hace solo al andar…Y como si ya hubiera llegado y, por tanto, sin esperanza ni fe en lo que está por ver y por venir. Y en las democracias reales pasa lo mismo: ni todos los ciudadanos son iguales, ni el parlamento es sin más la sede de la soberanía popular sino de los partidos, ni los ministros están sencillamente en el gobierno para servir al pueblo como si no tuvieran nada más que hacer. En realidad no existe la democracia ideal, que no es de este mundo. Como tampoco el Reino de Dios, que no es la Iglesia. Pero entre uno y lo otro: lo que es , más bien poco, y lo perfecto –que sería una pasada– hay un camino. No es pedir demasiado si pedimos a todos los pastores o líderes de este mundo, dar al menos los primeros pasos como pide Francisco a los curas:
“El sacerdote que sale poco de sí –ha dicho el pasado día 27 de marzo en una homilía– se va convirtiendo en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor ya tienen su paga, y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres”.
La dimisión del Papa Bnedicto nos sorprendió a todos, la elección de Francisco también. Difícil es dimitir, pero comenzar e inaugurar es más difícil. El nuevo Obispo de Roma recién estrenado tendrá que elegir, en consecuencia, a pescadores de alta mar que sepan lo que es bregar cuando es de noche y a pastores de campo abierto que le ayuden a sacar al pueblo cristiano del corral en el que se halla metido en conserva para su perdición y triste ganancia de ganaderos. Así como de una tradición muerta y mortificante: de un depósito donde se pudre la cristiandad que nos haría cristianos, y de una Cristiandad que nos retuvo mucho tiempo en un malentendido monumental del Evangelio. Si es que quiere ir –y llevarnos– con ese pueblo y en medio de ese pueblo a la tierra prometida, pues no tenemos aquí ciudad permanente. Nadie la tiene y, menos que nadie, los pobres a los que solo les queda la esperanza –y esto porque no se puede comprar– y todo el camino por delante.
Francisco tendrá que elegir como colaboradores necesarios a servidores que sirvan y no se sirvan del pueblo.”Ministros” que se apeen para servir, y perviertan el escalafón: que la jerarquía sea en efecto para bajar y no para subir, para que el primero sirva a todos. Para que esté en posición de servicio con todas sus fuerzas. No para que otros suban a ocupar el poder, sino para poner el poder como escabel a los pies del pueblo de Dios. Francisco tendrá que elegir a servidores del pueblo dispuestos a cambiar el confortable centro histórico por los suburbios, la periferia y más allá hasta el último rincón del mundo. Tendrá que elegir a compañeros, obispos y colegas que no se muevan como Pedro por su casa, que salgan de ella y hasta de sí mismos: que se desvivan por los otros. Que no, que no se trata ya de salir de casa e ir por todo el mundo girando como peonza sobre sí mismo para no caerse. Que no es dejarse ver o poner en escena al Papa como hizo Juan Pablo II. Que es ponerse a servir, salir al encuentro de los otros aunque sea dando tumbos y no ponerse a bailar sin parar ni reparar en nada y en nadie para volver consigo al mismo sitio sin perder la compostura.
Me pregunto si es eso lo que quiere el Papa y lo puede hacer Francisco. Dudo que se lo pueda permitir la Iglesia Católica, y muchos son los que tememos que la Curia Romana haga lo imposible para que no sea. Pero si no obstante sucede contra toda esperanza –es decir, contra toda expectativa razonable– y Francisco hace lo que dice, será para celebrarlo: un acontecimiento realmente histórico, un milagro, nada que ver con lo que pasa normalmente en la naturaleza y una revolución de mayores consecuencias que la caída del Muro. Todos son flores para Francisco en Pascua Florida. Pero se ha de ver todavía lo que sea en Pascua Granada.

lunes, 8 de abril de 2013

Giordano Bruno, aggiornamento y nuevo paradigma


Giordano Bruno, “aggiornamento” y nuevo paradigma

ALCAINA“El infierno no existe, pero es el temor infundado de que existe lo que hace del infierno una realidad”
Campo dei Fiori. No hay flores por doquier. Es un mercadillo de alimentos. Frutas, hortalizas, cereales, embutidos. Está activo de 6 a 14 h. No los domingos. Restaurantes y bares. Sólo un puesto de flores. Su toponimia es discutible. Cuando Calixto III hizo construir la plaza (a. 1456) era un campo de flores. Hay historiadores que discrepan. Se trataría de la finca regalada por Pompeyo Magno (siglo I a. C.) a su cortesana Flora.

De Campo de’ Fiori parte la via del Mascherone. Unos 300 metros. Termina, perpendicular, en vía Giulia, mucho más larga, que discurre paralela al Lungotevere, el Sandalio y el Tebaldi. En via Mascherone 55, hay un colegio mayor italiano. En él pasé mi primer curso de estudios en Roma. En 15 minutos, llegaba a la universidad, en Piazza de la Pilotta. Una borrachera de monumentos en el trayecto. Los más significativos, Piazza Navona y el Panteon. Si callejeaba en sentido contrario, a 10 minutos, Castel Sant ‘Angelo y el Vaticano.
En el centro de Campo dei Fiori, se alza Giordano Bruno, una imponente escultura obra de Ferrari. La Ciencia honró así su memoria en el siglo XIX. Todavía no lo hizo la Iglesia que lo entregó a las llamas en este mismísimo lugar. Con anterioridad, había quemado sus obras. Prisión durante 10 años en las mazmorras del Palacio del Santo Oficio. Fue un 17 de febrero de 1600. Dirigía la Inquisición Roberto Belarmino.Ya en la pira, Bruno seguía proclamando sus ideas. Fue preciso perforar y atar su lengua que no entendía de grilletes. Muchos de los aterrados asistentes eran sus devotos seguidores. Había que borrar su rastro. Además, evitar el culto a sus reliquias. La Santa Inquisición se cuidó de arrojar huesos y cenizas al Tiber. En vano. Sus ideas resultaron contagiosas. Cual falla valenciana, su cuerpo atizonado se convirtió en faro de pensadores y acicate de heterodoxos. El sueño del Giordano se hizo realidad antes de finalizar el siglo que él inauguraba entre llamas purificadoras. La Ilustración europea vino a reclamar la autonomía de la razón ante los dogmas, el derecho individual ante el despotismo.
Todos los días lectivos, en mi periplo, pasaba al lado deBruno. Lo saludaba. Ninguna respuesta de su parte. Nada semejante al pajarito de Hugo Chavez. Si hacía bueno, aprovechaba los fines de semana y las tardes sin clases. Me sentaba en la plataforma del monumento. El genio mira, sereno, hacia el Vaticano. A su sombra, con el Kittel y el Merk abiertos sobre mis rodillas, traducía y analizaba textos hebreos y griegos. Y, dejando la Biblia, saboreaba al sabio que me ofrecía sombra. Podría recitarlo de memoria. Es el poema que dedicó a sus juzgadores y verdugos días antes de disolverse en su Universo.

Decid ¿cuál es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana donde encendáis la hoguera
levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma.
¿Por qué? Porque las luces busqué de la verdad,
no en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
con dogmas y con ritos robados a otra edad,
sino en el libro eterno del Universo mundo
que encierra entre sus folios de inmensa duración
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué,
ha de trocar muy pronto la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la fe por la razón.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo,
todo lo grande, y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea
es intamgible, eterna, divina, inmaterial…
Que no es ella el dios y la religión vuestra
sino la que forma con sus cambios la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario,
la que convierte al hombre de polvo en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz la de Tabor.
Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos,
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!
¿Cuál es vuestra doctrina? tegido de patrañas;
vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña;
vuestra razón, la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles.
Tenéis las bacanales, su pérfida maldad.
Como ellos sois farsantes, hipócritas y viles.
Queréis, como quisieron, matar a la verdad.
Mas…¡Vano vuestro empeño! Si en esto vence alguno
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir,
“Respeto a los que mueren como muriera Bruno”
Y en cambio vuestros nombres…¿Quien los podrá decir?
Ah, prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte.
Morir como yo muero… no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso, habrá quien triunfe y no en Roma…¡Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño.
Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño.
Porque es la muerte un sueño que nos conduce a Dios…
Mas no a ese dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición.
Sino a ese Dios-Idea que en mil evoluciones
da a la materia forma y vida a la creación.
No al dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento.
Al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mi,
al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
al Dios de las bondades, no al dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar.
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio
de la verdad que sepa no me haréis apostar.
¡Mas basta!…¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra.
¡Cobardes!, ¿Qué os detiene?…¿Teméis al porvenir?
¡Ah!… Tembláis. Es porque os falta la fe que a mi me sobra.
¡Miradme… Yo no tiemblo. ¡Y soy quien va a morir!


Diréis: pelín larga la cita. Vale la pena. El poema condensa el sistema filosófico y el carácter extraordinariamente fuerte deGiordano. Su muerte no es parangonable con la deSócrates. Los griegos poseían una estética de la que carecían los inquisidores romanos. Sócrates y Sénecacolaboraron físicamente a su tránsito. Con valentía, pero con discreción, sin escarnio.
Filippo fue el nombre que recibió el Bruno cuando nació en Nola (Nápoles) en 1548. Giordano lo adoptó al profesar en la Orden de Predicadores. Bien pronto destacó por su talento, su inconformismo y su criticismo. Por su heliocentrismo copernicano, sus ideas próximas al panteísmo y sus durísimas críticas a la discipliana y a dogmas católicos, fue acusado de herejía. Todavía era estudiante o recién ordenado presbítero. Dejó la Orden para no comprometerla. Huyó de la Campania a Roma. Peregrinó por Europa enseñando en varias universidades. Sorbona, Oxford, Wittenberg. Produjo muchas e interesantes obras. Se conservan. La Inquisición fue ineficiente en su destrucción. Astrónomo, filósofo y poeta. Sus incursiones en Teología son de tipo filosófico. Su obra y legado van más allá de lo religioso y eclesiástico. Un modelo de lucha y resistencia pacífica. Tenía precedentes. Jesús, el nazareno, por ejemplo.
Es natural que la Inquisición persiguiera a Giordano quien temía, sobre todo, al Santo Oficio romano. Coqueteó con el Calvinismo que finalmente repudió. Sólo cuando el duxGiovanni Mocenigo le aseguró protección, regresó a Italia.Mocenigo lo traicionó. Logró que el Senado veneciano lo entregara a la Inquisición romana.
Algunas de las doctrinas de Giordano Bruno son o pueden ser discutibles u obsoletas. Son admirables y difícilmente superables su arte poética, su entereza, su coherencia, su fe, su capacidad dialética y filosófica. Muchos de sus postulados teológicos resurgieron en el Catolicismo del siglo XX. Elaggiornamento. O el actual “nuevo paradigma”. La superación del dogmatismo y del centralismo, la libertad de investigación y de expresión, la dignificación del individuo, la limitación del poder y la riqueza, la no discriminación por sexo, la valoración de la razón, el pluralismo religioso. Son planteamientos de Giordano Bruno. Todavía hoy constituyen retos.
El primer responsable de la condena y atroz muerte deGiordano fue, sin duda, el jesuita cardenal Roberto Belarmino. Un émulo en Roma del dominico Tomás de Torquemada, sádico inquisidor español. Belarmino fue canonizado y proclamado doctor de la Iglesia por Pío XI (a. 1930). Fue precursor de Jozef Ratzinger quien presidiría el Santo Oficio cuatro siglos más tarde. Con sofisticados métodos acomodados a los tiempos, Ratzinger perseguiría idénticos fines: la ortoxia romana. Dicen que Belarminoquiso ser jesuita para obviar dignidades eclesiásticas. En efecto, sólo por imposición papal se rompe esa norma ignaciana. Puro camelo. El gobierno en la sombra -también el eclesiástico- es decisivo, más eficaz. A la larga, el interés institucional prevalece sobre la preferencia o decisión papal. Benedictinos, dominicos, jesuitas, Opus, franciscanos… Las sagas y cordadas son efímeras..
En mis nostálgicas visitas a la Ciudad Eterna escojo para residir el Colegio del Mascherone. Lo prefiero al Colegio Español y a la Casa Montserrat. En ambos fui también alumno residente. Mi elección se debe a la cercanía deBruno. Cada tarde, ya sin toldos de mercadillo, visito y acaricio al héroe nolense. Su cárcel en el Vaticano estuvo – sigue estando – exactamente bajo el apartamento que ocupé durante ocho años. Es el mismo subterráneo que, pocos años después, ocuparía Galileo Galilei durante un beve período, antes de ser confinado en su domicilio. A Galileo le salvaron de la hoguera su prudencia y la menor coherencia. Se retractó y pactó con los inquisidores. Se valió de un falso documento del recién fallecido Belarmino quien, en vida, lo había condenado. Un pacto con consecuencias positivas cuatro siglos después. Su rehabilitación por Juan Pablo IIllegó en 1992. No así la de Giordano Bruno. En 2000, mi antiguo colega, el cardenal Paul Poupard, lamentaba, ante la prensa, que la Iglesia lo hubiera enviado a la hoguera. ¡Faltaría más! Pero hasta el presente, ninguna excusa, ninguna rehabilitación oficial. ¡Ni falta que hace! Supondría lamentar el asesinato después de haber asesinado. Cinismo. Nos suena. Discurso de terroristas. ¡Sonrían! ¡Con este post, queda rehabilitado Giordano Bruno!
¡Celso Alcaina dixit!.