domingo, 6 de diciembre de 2015

Teilhard de Chardin a los 100 años

Se cumplen 100 años del despertar del genio de Teilhard de Chardin

Su ‘Vida Cósmica’ abre la puerta a nuevas tendencias de las religiones


En 1916, el jesuita, científico y místico francés Pierre Teilhard de Chardin llevaba más de un año ejerciendo de camillero en el frente de batalla. Es entonces cuando se despliega el “genio teilhardiano”. Su primer ensayo de tipo espiritual, filosófico y místico es “La Vida Cósmica” del que se cumplen 100 años en 2016. En este trabajo presentamos el contexto en que se escribe este ensayo, sus ideas más sobresalientes, y su importancia para el futuro de las tradiciones religiosas. Por Leandro Sequeiros.



Pierre Teilhard de Chardin en 1955. Imagen:  Archives des jésuites de France. Fuente: Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.
Pierre Teilhard de Chardin en 1955. Imagen: Archives des jésuites de France. Fuente: Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.
 Durante el año 2015 publicamos en Tendencias21 de las Religiones tres artículos sobre el jesuita, científico y místico francés Pierre Teilhard de Chardin, con ocasión de los 60 años de su fallecimiento. Dos de estos artículos se referían a la vigencia de su pensamiento (13 de enero de 20157 de abril  de 2015), y el tercero al debate sobre la vigencia de su pensamiento dentro del foro de la revista
            
En este año 2016, recordaremos el centenario de la redacción de diversos escritos de Teilhard originados en un contexto terrible: el de las trincheras francesas contra los alemanes durante la llamada Primera Guerra Mundial. Teilhard fue movilizado y debido a su condición de sacerdote fue destinado a una unidad sanitaria como camillero. 
            
Durante estos años preñados de metralla, odio, dolor y violencia, su interior se transforma. Emerge lo que se ha dado en llamar el “genio teilhardiano”. De su pluma van brotando ensayos, pensamientos, versos, relatos apasionados. Muchos autores, como el profesor Alfonso Pérez de Laborda, han indagado en las razones de este “despertar” volcánico. 
  
Teilhard fue un escritor fecundo. Muchos de sus manuscritos se han perdido. Pero hasta nosotros han podido llegar –gracias a su prima Margarita Chambon- cuatro ensayos publicados en sus obras en la edición francesa y posteriormente en castellano en Escritos del tiempo de guerra  (Taurus, Madrid). Son estos: “La Vie Cosmique” (firmado el 24 de abril) en el volumen 12 de las [Oeuvres de Teilhard  , pág. 19-81], “Note à La Vie Cosmique” (17 de mayo) [12, 81-82], “La Maîtrise du monde et le regne de Dieu” (20 septembre) [12, 87-105], y “Le Christ dans la Matière. Trois histoires comme Benson” (14 octubre) [12, 113-127].       
  
Durante este curso iremos dando cuenta de estos ensayos. La Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin(sección española) se suma a este homenaje con estos artículos en Tendencias21 de las religiones. En este primero nos referimos al primero de ellos, “La Vida cósmica”, del que se ha publicado una nueva traducción
  
Teilhard y “La Vida cósmica” 
  
En abril de 1916, mientras en el frente de batalla de Francia actúa heroicamente como camillero, Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) escribe a mano, en un sencillo cuaderno que envía a su prima Margarita, el primer ensayo de cierta entidad en el que se expresa barroco, místico y desbordante el “genio teilhardiano”. 
  
Parece que el “bautismo de lo real” –como él mismo escribe- hizo que en su interior se desencadenasen unas misteriosas energías capaces de revolucionar su mente. Y tuvo la capacidad inmensa de intentar plasmar en un brillante francés las vivencias más hondas de su alma de poeta místico y científico. 
  
En la introducción a un ensayo posterior, “El dominio del mundo y el reino de Dios” (firmado el 26 de septiembre de 1916) reconoce que “al escribir La Vida cósmica he pretendido llamar la atención sobre la posibilidad de una sana reconciliación entre Cristianismo y Mundo, sobre el terreno de la prosecución leal y convencida del Progreso, en comunión sincera con una fe en la Vida y en el valor de la Evolución”. 
  
En este artículo situamos el ensayo “La Vida cósmica” dentro del contexto de la obra de Teilhard y en el marco de la experiencia personal de la guerra europea (1914-1919). 
  
Pero recordemos algunos rasgos de su biografía: Marie-Joseph Pierre Teilhard de Chardin nace el 1 de mayo 1881 en la casa solariega de la familia en Sarcenat, cerca de Orcines (Puy-de-Dôme). Era el cuarto de los hijos de Emmanuel Teilhard de Chardin y Berthe-Adèle de Dompierre d´Hornoy. Una familia muy religiosa y bien establecida. Una selección  de datos nos ayuda a centrar su figura. 
  
En el año 1899, ingresa (con 18 años) en el noviciado de la  Compañía de Jesús en Aix-en-Provence.  Posteriormente realiza estudios de filosofía en Jersey y entre 1905-1908 ejerce como profesor de química en el Colegio de la Sagrada Familia en El Cairo. Más tarde, entre 1908 y 1932 realiza sus estudios de Teología en Ore Place (Hasting, Sussex). En 1911 es ordenado sacerdote y sus superiores lo destinan a estudiar ciencias en París. 
            
Podemos considerar que, entre 1912 y 1923 se desarrolla la etapa inicial de la formación científica de Teilhard y de la publicación de los primeros trabajos geológicos y paleontológicos en Europa. En 1912 tiene lugar la primera entrevista con Marcellin Boule, profesor de paleontología en el Museo de Historia Natural de París. Bajo su dirección, asiste a cursos de Geología y Paleontología. 
            
Al estallar la Primera Guerra Mundial Teilhard, a pesar de su condición de sacerdote, fue movilizado. Desde 1915 actúa como camillero en el 21 regimiento mixto de zuavos y tiradores, situado en la primera línea de fuego. Está en el frente de batalla hasta 1919 en que es desmovilizado. 
            
Posteriormente regresa a la Universidad y obtiene en la Sorbona la licenciatura en Ciencias Naturales. Desde 1920 se dedica intensamente a las tareas de la Tesis Doctoral. Esta Tesis es defendida en 1922 con el título Los Mamíferos del Eoceno inferior francés y sus yacimientos. Inicia la docencia universitaria y es nombrado Encargado de curso de paleontología y geología en el Instituto Católico de París. 
            
Pero esta tarea va a durar poco tiempo para el joven Teilhard: los superiores lo destinan a China. Se inicia la estancia en Tientsin, entre 1923 y 1931. Más tarde, reside en Pekín hasta que es repatriado en 1946 tras la Segunda Guerra Mundial. Durante estos casi 25 años realiza una ingente labor como científico y escribe la mayor parte de sus ensayos filosóficos, místicos y poéticos. 
            
Los últimos diez años de la vida de Teilhard discurren entre Estados Unidos y Francia, con viajes científicos esporádicos a otros países. En el año 1955, Teilhard muere repentinamente de infarto en Nueva York el día 10 de Abril (día de Resurrección).

Teilhard en la primera Guerra Mundial 
            
Hemos considerado de interés para los lectores situar a Teilhard en el marco global de su vida para entender cómo, “La Vida cósmica”, su primer ensayo de síntesis, fue el punto de partida de toda su gran aventura intelectual.             

“La Vida cósmica” nace de una doble experiencia interior: por un lado, la vivencia terrible de la muerte, la violencia irracional y la degradación humana trabajando como camillero en el frente de batalla; por otra parte, los densos y largos períodos de honda presencia de Dios que lo muestran como místico. 

Teilhard, en el frente de batalla, fue testigo de excepción del primer gran conflicto armado del siglo XX, la Primera Guerra Mundial. Esta  movilizó a más de 70 millones de soldados de los cinco continentes y dejó cerca de diez millones de muertos y 20 millones de soldados heridos. La guerra también dejó millones de muertos civiles y provocó la caída de los imperios ruso, austro-húngaro, alemán y otomano. 
            
La Primera Guerra Mundial, también conocida como “Guerra Europea” o la  “Gran Guerra”, fue un conflicto armado desarrollado principalmente en Europa, que dio comienzo el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania pidió el armisticio y más tarde el 28 de junio de 1919, los países en guerra firmaron el Tratado de Versalles

Entre 1914 y 1919, Pierre Teilhard de Chardin permanece movilizado en el frente como camillero recibiendo la Medalla al Mérito Militar y Legión de honor. Precisamente, entre estos años, 1916 y 1919, Teilhard redacta sus 18 primeros ensayos de síntesis luminosa en ellos ya se transluce lo que será el núcleo de su pensamiento. 
            
Una vez movilizado, el 20 de enero de 1915 ya es camillero de segunda clase en el 8º regimiento de choque de tiradores marroquíes. Este regimiento se convierte desde el 22 de junio de 1915, en el 4º regimiento de zuavos y tiradores. Los primeros meses de 1915 los pasa Teilhard en los confines de Oise y del Somme, aproximadamente en el ángulo que formaba la línea del frente que, procedente del este, se remontaba hacia el norte de Francia. 

En abril y mayo y en agosto de 1915, el 4º mixto está en el sector de Ypes. Luego, en septiembre del mismo año participa en la gran ofensiva de Champaña, especialmente brutal y mortífera, a la que hemos aludido. En junio, en agosto, en octubre, y en diciembre de 1916 nuevos actos heroicos en el frente, le cubre de gloria en Verdún. 
            
En 1917 volvemos a encontrarlo en Champaña, en la región del Chemin-des-Dames, cerca del Ainse, y después, en las pendientes septentrionales al oeste de Soissons, participa de lleno en la segunda batalla del Marne y más tarde, participa en la contraofensiva. 
            
En octubre de 1918 goza de una especie de vacaciones muy cerca de la Alta Alsacia y de la frontera suiza. A la noticia del armisticio, el regimiento se mueve hacia Alsacia y una delegación del 4º mixto de zuavos y tiradores asiste, el 25 de noviembre de 1918, a la memorable entrada en Estrasburgo. El 30 de enero de 1919, el regimiento penetra en Alemania, en Baden, por el puente de Kehl. Para Teilhard, la guerra ha terminado. 
            
Una guerra parece que, en principio, es incompatible con la vida intelectual. Pero durante los períodos de reposo, Teilhard –según sus biógrafos y sus cartas - llenó, con su letra a la vez menuda, rápida, enérgica y distinguida, cuadernos enteros en los que confiere a su pensamiento una formulación ya compleja y rica. 
  
Leer, reflexionar, orar y escribir 
            
El frente de batalla no es siempre un espacio de confrontación directa. Hay semanas de tensa espera. Y Teilhard las aprovecha para leer, reflexionar, orar y escribir. Como escribe su biógrafo Claude Cuènot (pág. 68) Teilhard hizo suyo lo que decía Baudelaire, “me has dado tu cieno y yo lo he convertido en oro”. Hizo oro del cieno de las trincheras, porque poseía el don sobrenatural de extraer de las cosas y de los seres la savia mediante la cual crecía para Dios. 
            
Pero eso no es todo. Se cree que fue la lectura de L´évolution créatrice de Henri Bergson realizada en sus años de estudio de Teología hacia 1910, la que influyó de modo radical sobre la cosmovisión de Teilhard. “La lectura de La Evolución creadora de Bergson fue más bien la ocasión de una toma de conciencia personal, encuentro de una evidencia interior y de la simple necesidad de comprender los datos de la ciencia, que solo el evolucionismo hace inteligibles (…) A partir de entonces, la unidad del mundo es a sus ojos de naturaleza dinámica o evolutiva, el universo no es ya un cosmos inmóvil, sino una cosmogénesis, y todo se desarrolla en un “espacio-tiempo” biológico. No sabríamos establecer un paralelo entre los conceptos bergsonianos y teilhardianos de evolución”, escribe Claude Cuènot. 
            
Como reconoce el mismo Teilhard en “El Corazón de la Materia”, en sus años de Teología en Hasting (1909-1912) la lectura de Bergson le impulsó a “la conciencia de una Deriva profunda, ontológica, total, del Universo”. En Teilhard se produce el “despertar cósmico” y, como escribe el “La Vida cósmica”, experimenta “el valor beatificante de la Santa Evolución”. Todo en él “expresa felizmente el sentimiento de la omnipresencia de Dios, el abandono total del místico a la voluntad divina, y ese esfuerzo por comulgar con lo Invisible por intermedio del mundo visible, reconciliando así el Reino de Dios con el amor cósmico”. 
  
La Vida cósmica (1916) de Pierre Teilhard de Chardin 
            
Escribe Cuènot: “En un principio, la vida en las trincheras parece obrar como un catalizador sobre el espíritu del joven jesuita, y la primera síntesis es La Vida cósmica (24 de marzo de 1916), compuesta sin duda en los alrededores de Nieuport. El Padre Teilhard quiere dejar que se desborde su amor a la materia y a la vida y armonizarlo con la adoración a la única, absoluta y definitiva Divinidad. Parte del hecho inicial, fundamental, de que cada uno de nosotros está ligado, a través de todas sus fibras materiales, orgánicas, psíquicas, a todo lo que le rodea. La mónada humana, como toda mónada, es esencialmente cósmica” (pág. 69) 
            
Esta intuición intelectual, poética, espiritual y mística inicial le acompañará toda la vida. De forma que años más tarde, lo expresa. Muy explícita es su confesión en Como yo creo (escrita en octubre de 1934): "La originalidad de mi creencia consiste en esto: que arraiga en dos dimensiones de la vida, consideradas habitualmente como antagónicas. Por mi educación y formación intelectual, pertenezco a los "hijos del cielo", pero por mi carácter y mis estudios profesionales soy un "hijo de la Tierra"(…) Al término de mi experiencia, después de treinta años consagrados a la búsqueda de la unidad interior, tengo la impresión de que se ha realizado de modo natural, una síntesis entre las dos corrientes que tiran de mí: la una no ha ahogado a la otra. Hoy creo, probablemente, más que nunca en Dios, y al propio tiempo, más que nunca, en el mundo". 
            
Este doble impulso hacia Dios y hacia los humanos, hacia lo material y hacia lo espiritual, hacia lo trascendente y lo inmanente, hacia lo físico y lo metafísico le acompañará siempre. Y su síntesis es un intento de armonización entre ambas tendencias. De alguna manera, todo lo material, lo humano, lo inmanente, lo terreno está apuntando, creciendo, evolucionando hacia lo espiritual, lo ultrahumano, lo sobrenatural, lo metafísico, lo teológico, lo divino…Esa fue una de sus primeras intuiciones.

Se cumplen 100 años del despertar del genio de Teilhard de Chardin
El texto de La Vida cósmica 
            
El texto de “La Vida cósmica” se inicia con una dedicatoria muy significativa: “LA VIDA CÓSMICA. A la Terra Mater y por  medio de ella sobre todo a Cristo Jesús”. Este título es ya un resumen apretado de su intento en este ensayo. Es la declaración de intenciones de Teilhard, su deseo más profundo al redactar este texto: que el gusto por las cosas de la tierra le lleven a sentir la densidad del Dios profundo que se muestra en las cosas. 
            
Se ha discutido mucho sobre el posible panteísmo de Teilhard. Pero –como más adelante comentamos- su postura se distancia claramente del “todas las cosas son Dios” de los filósofos panteístas para percibir –como escribe Sa Ignacio en el Libro de los Ejercicios Espirituales – que Dios está y se manifiesta en todas las cosas. Las cosas no son Dios; Dios está en las cosas. 

La estructura del texto es simple: tras una introducción, divide su exposición en cuatro capítulos, cada uno de ellos con epígrafes: 

Capítulo I: El despertar cósmico. Con tres apartados: A. La visión. B. La sensación. C. La llamada. 
Capítulo II: La comunión con la Tierra. Con dos apartados: A. La tentación de la Materia. B. Hacia el Superhombre. 
Capítulo III: La comunión con Dios. Con tres apartados: A. El mundo de las almas. B. El Cuerpo de Cristo. C. El escándalo del Reino de Dios. 
Capítulo IV: La comunión con Dios a través de la Tierra. Con dos apartados: A. El Cristo Cósmico. B. La Santa Evolución. 
  
 La introducción 

Muy probablemente, la introducción –por el estilo más maduro y elaborado- pudo ser escrita con posterioridad al texto completo. Esta Introducción es una síntesis de las ideas principales desarrolladas más adelante y pretende introducir a lector en los objetivos de su reflexión: 

“Escribo estas líneas movido por la exuberancia que muestra la vida y por la necesidad de vivir; - deseo manifestar una visión apasionada de la Tierra, y para buscar una solución a las dudas sobre mi acción -; escribo porque amo al Universo, a sus energías, a sus secretos, a sus esperanzas, y porque, al mismo tiempo, estoy entregado a Dios, el único Origen, la única Salida, el único Término. Yo quiero dejar libre aquí mis sentimientos de mi amor hacia la materia y hacia la vida, y armonizar todo esto, si fuera posible, con la adoración hacia la Divinidad, que es la única absoluta y definitiva”. 

Y expone su hipótesis: “Yo parto de este hecho inicial, fundamental: que cada uno de nosotros, lo quiera o no, se encuentra enlazado a todo lo que le rodea por todas sus fibras materiales, orgánicas, psíquicas. No sólo se halla atrapado en una red, sino que se ve arrastrado por la corriente de un río. Por todas partes a nuestro alrededor no hay más que enlaces y corrientes. Nos encadenan mil determinismos, pesan sobre nuestro presente mil herencias, mil afinidades padecidas nos dislocan y nos acosan hacia un fin ignorado. En medio de todas estas fuerzas que interfieren, el individuo no aparece más que como un centro imperceptible, un punto de vista que ve, un centro de repulsión y de atracción que siente, que busca y que da bandazos, que escoge entre las innumerables energías que a través de él irradian, que busca y que confunde, que torna sobre sí y se orienta para captar más o menos, y en sentidos diversos, la atmósfera activa que le baña y en la que él es un punto singular y consciente…. “ 

Y prosigue: “Y así es la condición exterior que nos ha sido dada. Nos hallamos, por así decirlo, mucho más fuera de nosotros, en el tiempo y en el espacio, que dentro de nosotros mismos, desde el instante en que vivimos: la persona, la mónada humana, como toda mónada es esencialmente cósmica”. 

Y con un lenguaje cercano al de los gnósticos, prosigue: “Mucho antes de que la reflexión, la ciencia, la historia, las necesidades sociales experimentadas, vengan a precisar en nosotros la conciencia de ese inmenso dominio del «nosotros que se encuentra fuera de nosotros» y del «nosotros que se halla en nosotros a pesar de nosotros», una llamada secreta, íntima, que dilata nuestro egoísmo, nos advierte de que somos, en virtud de nuestras almas inmortales, los centros innumerables de una misma esfera, identificados [idénticos] mediante todo lo que no sea su incomunicable psiquismo, - los elementos encadenados de una misma curva que se prolonga por delante y por detrás de nosotros. Por una innata y oscura afinidad, por una necesidad inmanente de palpar lo estable y lo absoluto, sentimos que en nuestro corazón se incuba o irrumpe bruscamente el deseo de transformar el aislamiento que nos concentra sobre nosotros mismos en una existencia más amplia, en una unidad de orden superior, haciéndonos capaces de poder participar en la Totalidad de lo que nos arrastra y nos embarga. La aspiración panteísta hacia la fusión de todos en todo, tal es el aspecto inmanente de nuestra naturaleza cósmica, la una como prueba de la otra, tan innegable ésta para nuestras voluntades como aquélla para nuestras inteligencias,… pero sólo para los que miran, sólo para los que sienten”. 

No deja de haber un ligero deseo apologético, posiblemente fruto de su contacto con hombres descreídos en el frente de batalla: “Hacer mirar, hacer sentir, - vengarme, mediante una profesión de fe inflamada en la fecundidad y el valor del Mundo, de los que sonríen y menean la cabeza cuando se les habla de una nostalgia vaga por algo oculto en nosotros que nos sobrepasa y nos culmina, triunfar incluso sobre esos hombres mostrándoles hasta la saciedad que su envanecida individualidad no es más que una brizna de paja en el seno de las energías que pretenden ignorar, o de las que se burlan si les hablamos de levantar un templo en su honor: esa es mi primera intención. Es preciso, si el ser Humano quiere alcanzarse a sí mismo, que despierte a la conciencia de sus infinitas prolongaciones, a sus deberes, a su embriaguez. ¡Es necesario que el ser Humano (dando de lado a todas las ilusiones de un individualismo estrecho), amplíe su corazón a la medida del Universo, y arrebatado por el vértigo de su nueva grandeza, no pueda menos de creerse en posesión de lo divino, Dios mismo, o que se crea el forjador de la Divinidad!” 

Teilhard expone con claridad los objetivos de su reflexión: “No pretendo hacer directamente ni ciencia, ni filosofía, ni, mucho menos, apologética. Expongo ante todo unas consideraciones ardientes. Casi sin una actitud de condena por mi parte, desde luego, veré, para comenzar, cómo reina en el pensamiento y en las pasiones humanas la crisis, compañera de todo despertar; como simple observador ante todo, contemplaré nacer y desenvolverse en el secreto de las almas o en medio del tumulto de las multitudes, la tentación cósmica; veré doblarse las frentes ante el becerro de oro y al incienso ascender hacia la montaña del orgullo humano. Casi sin pruebas, también, pero fortalecido con sus propias armonías con el Resto y con sus propias correspondencias, yo dejaré que, en aparente oposición con los sueños de la Tierra, que él viene a completar y corregir, surja el inefable Cosmos de la materia y de la Vida nueva, el Cuerpo de Cristo, real y místico, unidad y miríada, mónada y pléyade”. 

Se trasluce también su sensibilidad de poeta y místico: “Y, semejante a quienes acunan melodías sucesivas y diversas, dejaré, en múltiples sentidos, hacia el éter inicial, hacia el superhombre, hasta el Hombre-Dios, que cante y grite mi vida… hacia abajo, hacia arriba, por encima...” 

Y desde estos sentimientos, expresa sus dudas, el hilo de sus reflexiones en búsqueda de coherencia existencial: “Porque, en definitiva, ¿es que para ser cristiano hay que renunciar a ser humano, humano en el sentido amplio y profundo de la palabra, desesperada y apasionadamente humano? ¿Habrá de ser preciso para seguir a Jesús y tener parte en su cuerpo celeste, renunciar a la esperanza de que palpamos y preparamos algo de lo absoluto cada vez que, bajo los golpes de nuestro esfuerzo, llega a ser dominado un poco más de determinismo, se adquiere un poco más de verdad, se realiza un poco más de progreso? ¿Es necesario, para hallarse unido a Cristo, desinteresarse de la marcha propia de este Cosmos embriagador y cruel que nos sostiene y que se alumbra en cada una de nuestras conciencias? Y una operación como ésa ¿no corre el riesgo de convertir, a quienes la realizaran en sí mismos, en mutilados, en tibios, en debilitados? He aquí el problema de vida en el que entran en conflicto inevitablemente, dentro de un corazón de cristiano, la fe divina que sostiene sus esperanzas individuales y la pasión terrestre que constituye la savia de todo el esfuerzo humano”. 

Y expone sus convicciones: “Es mi convicción más querida que el desinterés por todo lo que constituye lo agradable y el interés más noble de nuestra vida natural no puede ser la base de nuestros crecimientos sobrenaturales. El cristiano, si comprende bien la obra inefable que se cumple a su alrededor y por medio de él en «toda» la naturaleza, tiene que caer en la cuenta de que los impulsos y los arrebatos suscitados en él por el «despertar cósmico» pueden ser considerados por él, no solamente en su forma traspuesta sobre un Ideal divino, sino también en el tuétano de sus objetos más materiales y más terrestres: para ello le basta con penetrarse del valor beatificante y de las esperanzas eternas de la santa Evolución… 

Para concluir: “Y he aquí la palabra que quiero hacer escuchar por encima de todo: la de la reconciliación de Dios y del Mundo, porque es ella la que reconcilia a Dios y al mundo. Estas páginas a las que he querido transmitir, con lo mejor de mi reflexión sobre las cosas, la solución leal por medio de la cual se ha equilibrado y unificado mi vida interior, se las dedico a aquellos que desconfían de Jesús, porque sospechan que pretende desflorar, a sus ojos, el rostro irrevocablemente amado de la tierra, a aquellos también que, por amor a Jesús, se constriñen a ignorar aquello de que su alma desborda, a aquellos en fin, que, por no haber logrado hacer coincidir el Dios de su fe y el Dios de sus más ennoblecedores trabajos, se fatigan y se impacientan en medio de una vida dislocada por esfuerzos oblicuos. 24 de marzo de 1916. Nieuport” 

Hemos querido reproducir casi completo el texto de la Introducción que hace Teilhard a “La Vida cósmica” porque refleja de modo fehaciente sus preocupaciones más íntimas, Aquellas que se irán desvelando, precisando y respondiendo a lo largo de casi medio siglo de reflexión. 
  
OREMOS: la oración final de “La Vida cósmica” 

El ensayo de Pierre Teilhard de Chardin “La Vida cósmica” se cierra –como en otras ocasiones- con una oración en la que resume y expresa toda la densidad de sentimientos acumulados en su corazón. Reproducimos un fragmento que parece ser más expresivo: 
“….Jesús, centro hacia el que todo se mueve, dígnate concedernos a todos, si es posible, un pequeño rincón entre las mónadas escogidas y santas, que una vez desprendidas una a una, por Tu solicitud, del caos actual, se agregan lentamente en Ti en la unidad de la nueva Tierra (...) Vivir de la vida cósmica es vivir con la conciencia dominante de que se es un átomo del cuerpo de Cristo místico y cósmico. Quien vive así tiene en nada una multitud de preocupaciones, que para otros resultan absorbentes; vive más distante y su corazón está siempre más abierto”.

Conclusión 

El ensayo de 1916 “La Vida cósmica” se cierra con tres frases cortas que suministran mucha información sobre el objetivo del escrito, la fecha y el lugar: “Este es mi testamento de intelectual”. 24 de abril de 1916. Jueves de Pascua. Fort-Mardik (Dunkerque)” ¿Tal vez pensaba Teilhard que iba a perecer en el frente de batalla? No lo sabemos. El caso es que deseó expresar lo que sentía en esos momentos y poder comunicarlo. En este tiempo, aún no pesaba sobre él ninguna prohibición para publicar sus escritos. Parece que lo que deseaba era comunicárselo a su prima Margarita para que, de alguna manera, sus sentimientos e intuiciones pudieran servir para provecho espiritual. 

Bien sabemos que su vida no se segó en el campo de batalla. Todavía tenía por delante su formación como científico en París, los largos años de permanencia en China, las dificultades para poder dar a conocer sus escritos y los duros diez últimos años de su vida, con la sensación íntima de la incomprensión y del desierto exterior e interior. Pero el legado ha podido llegar hasta nosotros. 

El pensamiento teilhardiano, que ya se esboza en “La Vida Cósmica” (1916) muestra una extraordinaria versatilidad para impregnar el diálogo interreligioso y marcar nuevas tendencias en el futuro de las tradiciones religiosas.

  
Leandro Sequeiros, Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Zaragoza. Coeditor de Tendencias21 de las Religiones y miembro del Consejo de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión. 
  
 

jueves, 3 de diciembre de 2015

WHAT CAN YOU DO ABOUT CLIMATE CHANGE




Global climate: it’s complicated. Any long-term solution will require profound changes in how we generate energy. At the same time, there are everyday things that you can do to reduce your personal contribution to a warming planet. Here are seven simple guidelines on how your choices today affect the climate tomorrow.
You’re better off eating vegetables from Argentina than red meat from a local farm.
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Eating local is lovely, but most carbon emissions involving food don’t come from transportation — they come from production, and the production of red meat and dairy is incredibly carbon-intensive.
Emissions from red-meat production come from methane, a potent greenhouse gas. Experts disagree about how methane emissions should be counted in the planet’s emissions tally, but nearly everyone agrees that raising cattle and sheep causes warming that is an order of magnitude morethan that from raising alternate protein sources like fish and chicken (the latter of which have the added benefit of creating eggs).
According to researchers at Carnegie Mellon, a typical household that replaces 30 percent of its calories from red meat and dairy with a combination of chicken, fish and eggs will save more carbon than a household that ate entirely local food for a full year.
Yes, eating nothing but locally grown fruits and vegetables would reduce your carbon footprint the most. But for people not ready to make that leap, reducing how much meat you eat matters more than going local.
Take the bus.
2

To give ourselves a good shot at avoiding severe effects such as widespread flooding of coastal cities or collapse of the food supply, scientists have determined there’s only so much carbon dioxide we can safely emit. Divvying up this global carbon fund among the world’s population (and making some assumptions about future emissions) gives you the average amount each person can burn per year over a lifetime — an annual “carbon budget.”
The current per capita emissions for Americans is about 10 times this limit, and given the relative affluence of this country, our emissions will not get down to the average anytime soon. But they can still fall from where they are. Consider this: If you drive to work alone every day, your commutingalone eats up more than your entire carbon budget for the year. Taking the bus — or biking! — would sharply reduce your output.
Eat everything in your refrigerator.
3

Scientists have estimated that up to 40 percent of American food is wasted — which amounts to almost 1,400 calories per person every day. Food waste occupies a significant chunk of our landfills, adding methane to the atmosphere as it decomposes. Even more important, wasted food adds to the amount of food that needs to be produced, which is already a big part of our carbon load.
How can you waste less? For food shopping, plan out meals ahead of time, use a shopping list and avoid impulse buys. At home, freeze food before it spoils. If you find yourself routinely throwing prepared food away, reduce portion sizes.
Flying is bad, but driving can be worse.
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Remember that annual carbon budget we talked about? One round-trip flight between New York and Los Angeles, and it’s all gone. Fliers can reduce their footprint somewhat by traveling in economy class. First-class seats take up more room, which means more flights for the same number of people. On average, a first-class seat is two and a half times more detrimental to the environment than coach.
But as bad as flying can be, driving can be even worse. A cross-country road trip creates more carbon emissions than a plane seat. And while a hybrid or electric car will save on gas mileage, most electricity in the United States still comes from fossil fuels.
If you really want to mind your carbon emissions, taking a train or a bus is best, especially for shorter trips. Or try that Internet thing: A Skype call or Google Hangout produces very little carbon dioxide.
Cats and dogs are not a problem.
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Every so oftena news outlet points to pet ownership as being bad for the climate. At first, the argument might seem to make sense: Dogs and cats eat mostly meat, which is extremely carbon-intensive, so they must be driving carbon emissions.
But our pets generally aren’t chowing down on prime cuts of steak; they’re eating the leftover parts that people don’t want. When a cow is slaughtered, almost 50 percent of the animal is removed as unwanted or unfit for human consumption. The meat that ends up in pet food is a byproduct of human meat consumption, not a driver of it.
If you do get a dog, you can use it to the climate’s advantage. A dog will help you get in the habit of taking walks. The next time you need to run a quick errand to a nearby store, you can walk rather than hopping in your car.
Replace your gas guzzler if you want, but don’t buy a second car.
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Before you even start driving that new car to add to your first one, you’ve already burned up three and a half times your annual carbon budget. How? By encouraging the manufacturing of all of those raw materials and metals.
Yet there’s a break-even point at which the carbon savings from driving a new, more efficient car exceeds the carbon cost required to produce it. For example, on average, trading in a 15-mile-per-gallon S.U.V. for a 35-m.p.g. sedan offsets the extra manufacturing costs within two years.
Anything you do to improve mileage will reduce your carbon output. Keeping to the speed limit and driving defensively can improve your mileage by more than 30 percent, according to the Department of Energy. Even something as simple as keeping your tires inflated and having your engine tuned up can give you up to a 7 percent bump in m.p.g. — and an average carbon savings of about what you’d save from eating only local foods all year.
Buy less stuff, waste less stuff.
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It’s not just car manufacturing that adds to carbon emissions. Other consumer goods can have a huge impact: Making that new MacBook Proburns the same amount of carbon as driving 1,300 miles from Denver to Cupertino, Calif., to pick it up in person.
At the other end of the product life cycle, reducing waste helps. Each thing you recycle is one fewer thing that has to be produced, and reduces the amount of material that ends up in landfills. But the recycling process consumes energy as well, so — depending on the material — it may not be as helpful as you might think. Recycling a magazine every day for an entire year saves less carbon than is emitted from four days of running your refrigerator.
It’s better not to consume the raw materials in the first place, so you may want to think carefully about whether you’re really going to use something before you buy it.
Of course, these individual choices are all small measures.
A sustainable solution that avoids severe damage to the planet will require fundamental changes in the global energy system: transitioning from fossil fuels to renewable energy and sharply reducing the number of cars that run on internal-combustion engines.
Advocating public policies that support the development of clean energy and efficient transportation is probably the most climate-friendly thing you can do. But cultural and behavioral change can be part of the solution as well. Might as well start now.

martes, 1 de diciembre de 2015

MEGALOMANIA DE FUFI SANTORI

PASAPORTE BORICUA

por 
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Megalomanía

Megalomanía es una condición psicopatológica adjudicada a personas que experimentan un sentimiento de grandeza u omnipotencia. Y así se manifiesta en su conducta. Cuantos megalomaníacos no andan por ahí destilando arrogancia.
Aplicándolo a todo un pueblo, a una nación, es que puedo entender el comportamiento de Estados Unidos con el resto de la humanidad que ha visto y sentido como aquellas trece colonias de Inglaterra en el siglo 18 se han convertido en un imperio todopoderoso que presume ser el paradigma de excelencia en valores democráticos, riqueza y fuerza militar.
Es precisamente por eso que pretenden ser los líderes de un llamado Mundo Libre, una civilización occidental que ha hecho del capitalismo una doctrina que va a la par con la ética del cristianismo protestante que supervalora la libre empresa y sus colaterales democráticos que incluyen constituciones, leyes y la sacrosantidad del voto. Hace tiempo que esas pretensiones se han convertido en realidad y por eso los vemos por todo el planeta haciendo sentir y prevalecer su riqueza y su poderío militar. Y claro, su ejemplar American Way of Life.
Se despacharon con la cuchara grande en el siglo 20, pero en el 21 medio mundo se les ha rebelado, tanto ideológicamente como económica y militarmente. La Cuba de Fidel Castro exigió y mantuvo su soberanía al extremo de que, desafiando todas las presiones y amenazas de Washington hizo de su proyecto socialista una variante exitosa de organizar una sociedad haciendo de la educación punta de lanza que ha dado cátedra en la salud, la medicina y en el deporte. La influencia del proyecto de país cubano en el resto de la América Latina no se discute por ser obvio. Barack Obama por fin dio los pasos para reconocer el triunfo de la revolución cubana y la necesidad de establecer lazos de una convivencia pacífica. Como lo ha hecho con las variantes comunistas de China, Viet Nam, Corea del Norte y siga usted por ahí. Y duele pensar que todavía se quieren quedar con la base de Guantánamo dejando la palabra de Barack Obama en el fregadero.
Mientras los países latinoamericanos se han ido zafando del yugo norteamericano, el capitalismo yanqui cada vez sucumbe más a la codicia produciendo una sociedad que aumenta sus desigualdades económicas y sociales y, para colmo, convulsiona en un ambiente de discrimen racial como no lo había hecho desde mediados del siglo 20. Francamente, con un George Bush (43) presidiendo a los Estados Unidos por OCHO AÑOS, yo diría que poco le ha pasado a ese imperio. Y para quienes creíamos tener en Obama un Mesías, hemos sufrido la mayor de las decepciones. Para los puertorriqueños juzgar a Obama, con el botón de Oscar López Rivera nos basta.
trump
¿Cómo explicar una sociedad ‘americana’ en que se llenan los parques de Grandes Ligas, NBA, Football – Y el Dow Jones rompe récords de solvencia – pero a la vez proliferan masacres en universidades y escuelas; policías blancos matando negros de todas las edades para culminar con la peligrosa amenaza de que un Donald Trump pueda llegar a ser presidente de los Estados Unidos? Una sociedad con el mayor número de presos en sus cárceles y con una población saturada por las drogas difícilmente puede presumir de excepcional.
Y llegó el huracán de ISIS.
Ustedes comprenderán que no puede haber una persona civilizada, al extremo de valorar la vida como es razonable, la suya y la del prójimo, que pueda justificar las matanzas de inocentes por motivo alguno, y eso incluye el religioso. Por eso, cuando las protestas culminan en asesinatos de hombres, mujeres y niños no se amerita el atenderlas y mucho menos tolerarlas. Las naciones poderosas, cumplen con un mandato humanitario al enfrentarse, a una fuerza, cualquiera que sea, que insista en matar como gran propósito de triunfo.
La megalomanía se cura. Alguien, o algo tiene que ‘curar’ al pueblo norteamericano o a su liderato de pensar que la medida fundamental de su grandeza debe ser su riqueza material o su poderío militar. Winning is NOT everything! Montarse de vez en cuando en el carrito de perder, es como mejor entendemos el sufrimiento de los débiles y su derecho de gozar de iguales oportunidades para desarrollar una vida plena de oportunidades y bonanzas. El capitalismo glorifica la competencia en la que gana el más fuerte estimulando el luchar unos contra otros obviando el importantísimo detalle de la generosidad que se manifiesta en ayudarnos para que no haya ganadores y perdedores y así: TODOS GANAMOS.
Se trata de un pensamiento que Francisco I ha elevado a categoría de doctrina papal.
ISIS es pura venganza llevada a los extremos de la irracionalidad que propone y condona una conducta criminal y deshumanizante. Es un monstruo dispuesto a sacarle el ‘otro ojo’ a civilizaciones occidentales que por siglos abusaron de pueblos políticamente desorganizados y naufragando en el analfabetismo y la ignorancia. Siendo los Estados Unidos el líder de ese mundo amenazado por el terror, importa primeramente que pueda unir todas las fuerzas imaginables para acabar con este mini holocausto. Aunque no pierdan de vista y en el olvido las condiciones de vida que propiciaron la creación de este Frankenstein.
PORQUE EL TERRORISMO NO SE DERROTA SOLAMENTE ANIQUILANDO A QUIENES LO EJECUTAN SINO ELIMINANDO LAS CIRCUNSTANCIAS QUE LE PUEDAN DAR UNA RAZÓN DE SER.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

EL BLOQUEO CONSENTIDO

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El bloqueo consentido

M i generación creció con el bloqueo comercial de los Estados Unidos de América hacia Cuba. Hoy, todos los países del mundo, excepto Israel y quien ha impuesto el bloqueo, reclaman que éste se levante para dar paso a otra era de relaciones entre los dos países. Hay esperanzas de que ello ocurra.
Pero donde no parece haber movimiento ni perspectivas de cambio es con el otro bloqueo caribeño; con el bloqueo que se impuso a Puerto Rico desde 1898. Ese sí que ha tenido consecuencias devastadoras. Mucho más que un bloqueo comercial, ese nos circundó la capacidad de desarrollar habilidades y talentos para ser autónomos y autosuficientes, como suelen ser las personas adultas y los países. Nos bloqueó la posibilidad de conocer, de analizar, y de tener nuestra propia historia porque nos obligó a internalizar un relato generado desde el poder dominante. Nos aisló de nuestros vecinos caribeños y latinoamericanos, prohibiendo nuestra participación en los ámbitos de discusión y de accionar conjunto sobre preocupaciones comunes. Nos incomunicó con el resto del mundo, encerrándonos en la jaula territorial, de la cual nadie sale sin su permiso. Nos rodeó y tentó con medios y cultura chatarra; con fórmulas banales que embrutecen la razón y el espíritu. Nos alejó de la posibilidad de elaborar utopías, acuerdos y proyectos compartidos porque nos dividió tribalmente, apostando a que pasaríamos la vida disputándonos una fracción del poder corrupto y sin sentido que nos pusieron como carnada.
Ese bloqueo también impidió que pudiéramos alimentarnos de nuestro propio suelo, que diseñáramos ciudades en armonía con la topografía y las bellezas naturales que nos rodean; que tuviéramos sistemas de transporte adecuados a nuestras necesidades y realidades. El bloqueo se enriqueció imponiéndonos su comida residual, sus automóviles, sus diseños de casas y los onerosos patrones de consumo que hoy nos asfixian.
El nuestro ha sido también un bloqueo persecutorio de quienes han intentado confrontarlo. Carpetados, perseguidos, limitados en nuestras oportunidades de servir al país, somos muchos quienes hemos debido emigrar en algún momento de nuestras vidas para poder tener un espacio idóneo para desplegar plenamente las capacidades intelectuales y profesionales que tenemos. Podría argumentarse que ello es un símbolo de orgullo patrio, pero la realidad esconde dolores y heridas profundas en vidas marcadas por el prejuicio y la intolerancia que generó el bloqueo a la libertad de pensamiento y expresión.
El bloqueo a Puerto Rico sobornó las mentes y los corazones de cientos de miles puertorriqueños, seguramente buenos, pero sin duda, demasiado ingenuos. Ha sido un bloqueo mentiroso, que aduciendo ser una mano de ayuda en tiempos de necesidad, sometió al servilismo, a la impotencia y a la intermediación a buena parte de la población, encadenándola a una dependencia indigna y desmoralizante. Un bloqueo también rapiñoso, que defiende el derecho a la usurpación, la especulación financiera y la voracidad de buitres que devoraron ahorros y esfuerzos de muchos años y de mucha gente. Un bloqueo cruel, que nos somete a la inseguridad que generan las mafias del narcotráfico y de los negocios de ilícitos que sostienen la sociedad estadounidense. Un bloqueo despiadado, que mira hacia otro lado, habiendo constatado el sufrimiento cada vez mayor de una vida sin horizontes para la población puertorriqueña.
¿Por qué se sostiene este bloqueo centenario? ¿Qué venda densa se depositó sobre los ojos de nuestra población que impide superarlo? Buscando en los recovecos de mi mente concluyo que el nuestro ha sido un bloqueo consentido, un bloqueo que fue naturalizándose con el pasar del tiempo y con el acomodo progresivo de sectores intermediarios del poder dominante. Es momento de ruptura; de quebrar la ignominia y de liberar nuestra capacidad de ser, de hacer, de construir un nuevo Puerto Rico. Tenemos una extraordinaria base de talento, voluntad y capacidades para ello; precisamos juntarlas y poner el proceso en marcha. ¡Basta ya de bloqueo!