lunes, 11 de julio de 2016

CON EL OJO EN LA BOLA

PUNTO FIJO

por Wilda Rodríguez
💬19

Con el ojo puesto en la bola

Hemos dicho unos y otros que Estados Unidos nos está abriendo la puerta hacia la independencia con su maltrato. Que nos está empujando para que optemos por separarnos.
Aún convencida de que la única alternativa a la colonia es la independencia, tengo dudas todavía de que ese sea el deseo expreso de la metrópolis. La historia da dos lecciones sobre este tema: (1) los imperios no ceden a menos que se les obligue y (2) la independencia no se regala, se lucha.
Seguro y envanecido de su poder, puede que Estados Unidos esté gestando un cambio de capataces, no de status. Un escarmiento, un nuevo período de generosidad artificial y una nueva clase política que mantenga lo que el imperio decidió hacer de Puerto Rico desde un principio: una colonia permanente. 
Puede que la metrópolis esté demasiado confiada en haber hecho bien su trabajo de sumisión colonial y no anticipe levantamiento alguno. Gratitud, por el contrario, de aquellos que piensan que el americano viene a castigar a la clase política corrupta que se le fue de las manos.
Esto lo discutió el economista Luis Rey Quiñones la semana pasada en mi programa radial y quedé impactada ante la posibilidad.
Entonces intervino Graciela Rodríguez Martinó con su sagacidad: “Pues tenemos cinco años para forjar un plan. Esta vez tenemos un plazo definido. En cinco años tenemos que estar listos para la independencia o…”.
Y es que cinco años es el mínimo del gobierno de la junta de control fiscal cuya salida no se vislumbra hasta el pago de la deuda y cuatro presupuestos balanceados.
La preocupación la provocó Quiñones con el recuento histórico de un status colonial que procuraron desde el principio hacer permanente, en lo que coinciden juristas de alta talla tanto de aquí como de la misma Universidad de Harvard donde se fraguó la teoría de los Casos Insulares - la serie de decisiones tomadas por el Tribunal Supremo de Estados Unidos entre 1901 y 1922 que conforman el poder de la metrópolis sobre los territorios.
Esa jurisprudencia sostiene la condición de colonia permanente para Puerto Rico: una unión indefinida a la metrópolis como territorio no incorporado y el vínculo de una ciudadanía - aunque disminuída – del imperio más poderoso como disuasivo a la sedición.
Debemos entonces discutir la posibilidad de que la junta de control fiscal venga a castigarnos para certificar su poderío y evidenciar que no podemos vivir sin el amo. Mantener la colonia para lo que fue y sigue siendo, un enclave económico rentable que le produce sobre $30,000 millones en ganancia anual.
Esa sería la finalidad subliminal. La evidente es que paguemos la deuda.
Para hacerlo nos queda muy poco. Quiñones revela que para 1999 Puerto Rico poseía en activos y propiedades unos 42 mil millones de dólares. Esos activos se han reducido a poco más de 13 mil millones. Qué nos quedará después que la junta venda, privatice, despida y despoje lo que le apetezca para satisfacer la deuda con los bonistas es lo que no sabemos.
Una deuda que ahora sabemos que no es real sino la suma de los intereses que se han acumulado. $33,500 millones por una deuda de $4,300 millones. En el caso de COFINA, $20,600 millones por una deuda de $3,300 millones.
Deuda incurrida por administradores corruptos que no pagarán con un solo día de su vida ni un solo peso de su bolsillo el daño que le han hecho al país.
Una clase política que podría ser sustituída por una fiscalmente responsable, pero igual de colonial. Y volveríamos al círculo vicioso porque la colonia no fue instaurada para sostenerse y crecer por su cuenta. 
Ojo. No le quitemos el ojo a la bola.

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