viernes, 13 de abril de 2018

EL ELEFANTE Y LA ESTACA DE SILVERIO PEREZ

El elefante y la estaca

Un día recibí en el programa de televisión que hace un tiempo presentaba al mago Tihany, quien venía a promocionar la visita de su circo famoso a San Juan. Luego de la entrevista, me dijo que quería que lo visitara en su tienda en el circo para que conociera las interioridades de ese mágico mundo. Fui, y además de ver los trapecistas lavando sus vistosos vestuarios en un balde con agua, y al domador de leones con cara de aburrido, lo que más me llamó la atención fue algo que me pareció insólito. El enorme elefante en el que hacía su espectacular entrada el mago, estaba atado, por una débil soga a una pequeña estaca. Preocupado le pregunté si el elefante, con un sencillo tirón, no se podía escapar y causar un caos en el cercano expreso Las Américas.
El señor Tihany se sonrió y me explicó algo que contesta una de las preguntas más importantes de la historia de Puerto Rico. Me dijo que, desde pequeñito, al elefante se le pone una gruesa cadena a una de las patas traseras y se le amarra a una fuerte estructura. Cuando trata de escaparse la cadena se lo impide y así se va a acostumbrando a la imposibilidad de liberarse. Ya cuando grande, ha internalizado de tal forma la cadena que lo ata, que ni trata de escaparse, y entonces, ya con una simple soguita atada a una estaca de madera es suficiente.
Esa revelación la empaté con algo que había investigado del comportamiento humano: nos movemos en la vida, o por algo a lo que le tememos o por un sueño que deseamos alcanzar. ¿Cuántas personas se ponen a hacer la dieta que antes se negaban cuando le diagnostican una terrible enfermedad? El miedo a la muerte les hace moverse. ¿Cuántos estudiantes hacen increíbles sacrificios por lograr el sueño de graduarse de difíciles profesiones?
Todo esto nos da la contestación a la esencia de la pregunta que se hizo Ramón Emeterio Betances desde París en 1898, y se siguen haciendo personas fuera y dentro de nuestro país: ¿por qué no nos rebelamos? Los siglos de coloniaje y de domesticación ha llevado a nuestro pueblo a concluir que esa soga que nos ata a la estaca es irrompible, y que estamos destinados a aceptar las injusticias, las faltas de respeto, la discriminación, los políticos corruptos, el sistema bipartidista, lo que decida el Congreso de los Estados Unidos, y a afirmar que es mejor malo conocido que bueno por conocer, porque no vemos posibilidades de aspirar a una vida digna.
Uno de los recursos más utilizados para que sigamos atados, es echar mano de las campañas de miedo por el efecto que tienen en el comportamiento humano. Recuerdo cuando en tantas campañas se utilizó el cuco del comunismo para intimidar al electorado. Da vergüenza ajena escuchar supuestos analistas utilizar aún ese recurso burdo contra nuevas figuras que están emergiendo en el liderato político. La ilusión del sueño americano es otro recurso de manipulación. Ese está disponible, para el que se quiera enfrentar a la realidad, positiva o negativa, con un pasaje de ida a los Estados Unidos.
Y así, entre el acondicionamiento, el miedo y lo ilusorio, se debate el puertorriqueño común. Mientras se le empuja a una mayor pobreza, otros se hacen millonarios con su desgracia. Es la educación la única válvula de escape a esa encerrona mental que nos mantiene atados. Eso explica por qué se cierran escuelas y se pretende eliminar la universidad del estado. El sistema predominante quiere evitar que con la educación descubramos que lo único que nos ata es una débil soga a una pequeña estaca. Educar es nuestra mejor opción.

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