domingo, 4 de agosto de 2019

EL DIVORCIO DE BENJAMIN TORRES GOTAY EN EL NUEVO DIA 4 DE AGOSTO DE 2019

LAS COSAS POR SU NOMBRE

Por Benjamín Torres Gotay
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El divorcio

Una de las escenas más emblemáticas de las democracias es ese momento radiante, esperanzador, en que un nuevo gobernante jura al cargo ganado en las urnas. Pasa casi siempre de día. El nuevo gobernante viste sus mejores galas. Sus familiares y demás acompañantes, también.
En algunos sitios, después de la juramentación, el nuevo gobernante desfila por las calles a pie o en carro descapotado, saludando, cual reina de belleza o deportista que ganó un campeonato, al pueblo. En Puerto Rico, en otros tiempos felices, hoy tan distantes, pasaba a veces que el gobernante juraba en el Capitolio y caminaba saludando hasta La Fortaleza, donde lo recibían con las puertas abiertas y a veces algo de confeti.
Terminaba la jornada con el elegido saludando desde el balcón, junto a sus familiares, con ademanes de caudillo del siglo XX. En el Puerto Rico de este ardiente verano de 2019, las cosas cambiaron bastante.
El anterior gobernador Ricardo Rosselló no pudo concluir su término y renunció expulsado por el clamor de un pueblo harto de la incompetencia y de la corrupción. Su sucesor Pedro Pierluisi, designado a dedo por el mismo al que el pueblo botó, asume el cargo basándose en una muy dudosa teoría legal que sin duda alguna va a ser impugnada, según se dice, con posibilidades de éxito.
Jura su cargo ante unos pocos familiares, en secreto, en una residencia privada. Llegó poco después a La Fortaleza en una guagua de cristales ahumados, sin hacer notar su presencia a la multitud que a esa hora celebraba allí la salida de Rosselló.
A ningún escritor de ficción se le hubiera ocurrido una mejor manera que esa de ilustrar de modo más crudo el desplome total de la institucionalidad en Puerto Rico.
Durante la última semana, tuvimos un gobernador virtualmente fugitivo, al que no se le veía en público desde una conferencia de prensa que dio el 16 de julio, pero que siguió disparando nombramientos y medidas casi hasta el último instante. Durante ese tiempo, estuvieron ocurriendo negociaciones secretas, alejadas del ojo público, de las que salió la propuesta de ofrecerle la secretaría de Estado a Pierluisi, con el propósito de que se convirtiera en gobernador una vez se hiciera oficial la renuncia de Rosselló.
El anuncio de la designación de Pierluisi se hizo oficial apenas 72 horas antes de la renuncia, lo cual dejó a la Asamblea Legislativa con muy poco tiempo para llevar a cabo una ponderación adecuada del asunto. La Cámara de Representantes llevó a cabo un apresurado proceso el viernes. Escuchó al designado por la mañana y le votó a favor por la tarde.
El Senado, cuyo presidente, Thomas Rivera Schatz, codicia en secreto la silla que dejó vacante Rosselló, dejó el examen de la designación para el lunes. Eso le permitió a Pierluisi agarrarse de una ley de 1952, enmendada en 2005, para juramentar. Las enmiendas se hicieron para que un secretario de Estado pudiera asumir la gobernación sin haber sido confirmado en caso deausencia o incapacidad súbita del gobernador electo.
La Constitución dice que solo un secretario de Estado que haya sido confirmado por ambas cámaras legislativas puede sustituir de manera permanente a un gobernador. Pero de un tiempo a esta parte, la Constitución es como un sombrero que la gente saca o guarda según le convenga.
Han quedado retratadas en este drama las diferencias abismales que existen en esta crítica coyuntura histórica entre el país y sus instituciones. Este verano demostró que existe en la sociedad puertorriqueña una añoranza voraz de cosas diferentes, que no ha encontrado la menor sintonía con las clases política y económica vinculadas a esas instituciones.
El país se salió este verano del carril dócil por el que siempre había transcurrido su vida colectiva, y afirmó esa voluntad de cambio saliendo a la calle por cientos de miles hasta lograr la histórica gesta de que un gobernante entendiera que no tenía cómo concluir su término y renunciara.
Ante ese río salido de su cauce, la institucionalidad, en vez de entender el mensaje, está defendiéndose. Por eso las reuniones en cuartos oscuros, el ajedrez político y las intrigas que terminaron con la accidentada ascensión de Pedro Pierluisi a la gobernación el viernes en la tarde.
Pierluisi es solo un accidente aquí. Él mismo dijo que, si el Senado no lo ratifica como gobernador, vuelve tranquilamente a su profesión legal. Eso puede pasar tan pronto como el lunes por la tarde, que es cuando el Senado actuará. Desde el lunes también van a llover pleitos judiciales por la manera en que asumió el cargo.
Mas lo importante aquí es la manera en que la experiencia de los últimos días demostró el divorcio que hay entre el país alegre, combativo, solidario, creativo, amoroso, desprendido, entusiasmado, que salió a las calles desde el 10 de julio, y la institucionalidad decrépita que no ha entendido nada de lo acontecido en Borinquen en el verano de 2019 y sigue mirando hacia atrás, no dándose cuenta de que algo importante cambió.
El país está imaginando con el corazón una nueva sociedad; el poder no quiere desprenderse de las malas mañas de antaño. El país que salió a la calle nos ha convertido en objeto de admiración ante el mundo, que reconoce la singularidad de la gesta que tuvimos deshaciéndonos de un gobernador que ya no servía; la institucionalidad demasiado a menudo nos ha cubierto de vergüenza y quiere seguir haciéndolo.
La gente quiere cosas que ahora no tiene, como referéndum revocatorio, limitación de términos, quizás un vicegobernador electo. El poder se hace el sordo y no hay andando ningún proceso oficial que reconozca lo que pasó aquí este verano.
La gente sigue en la calle con la calentura alcanzada durante las protestas contra Rosselló. La institucionalidad añora la calma y la normalidad, pero la manera atropellada y legalmente dudosa en que Pierluisi ascendió garantiza al menos unos días más de inestabilidad, si no más.
Hay dos fuerzas aquí halando en direcciones contrarias. Una, la del pueblo, recién se descubrió a sí misma y se cree hoy capaz de todo. La otra, el poder, tiene un millón de victorias de su lado. ¿Podrá parir una más?

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