EL el ministerio consagrado (Leyendo al obispo anglicano J. Sh. Spong)*
Dentro de los ministerios y carismas existentes en la Iglesia el ministerio ordenado masculino es el más importante y prácticamente el único oficialmente. En sus manos están las principales tareas y responsabilidades de la institución eclesiástica. Su principal función es el culto, entendido éste como lo establece la institución eclesiástica (un acto realizado en un lugar sagrado, por una persona consagrada, mediante ritos preestablecidos por la autoridad eclesiástica). Por eso al responsable de este ministerio se le llama sacerdote, la persona encargada de lo sagrado. Es el administrador del templo, el lugar donde habita Dios y donde la persona se relaciona con el Dios que desde las alturas viene a encontrarse con la persona que vive en la tierra.
Porque es administrador de lo sagrado ha sido consagrado mediante el sacramento del Orden, que imprime carácter, ungido con óleo y llamado a ser célibe y varón, a fin de estar preservado de la impureza del matrimonio y de la relación con la mujer, libre de toda atadura familiar, para dedicarse plenamente a administrar lo sagrado a través de los sacramentos.
Este ministerio está sustentado en una imagen teísta de Dios. Dios es un Ser Todopoderoso, que habita en las alturas, que interviene en el devenir del cosmos y de la vida de las personas. Es legislador de una serie de normas y mandamientos que sus seguidores deben cumplir. Es Juez del comportamiento de los seres humanos, premiador de los buenos con el cielo para toda la eternidad, y castigador de los malos con la pena del infierno. A su servicio está el sacerdote, quien acerca a ese Dios a las personas y lo hace presente en la tierra.
Esta es la imagen del sacerdote en la institución eclesiástica vigente desde hace siglos, y que permanece hoy en día en las Iglesias cristianas, tanto católica como reformada. ¿Pero es todo esto razonable para la modernidad? La imagen teísta de Dios, sobre la que se sustenta el ministerio ordenado, es hoy inaceptable.
Leyendo su último libro en castellano sobre el cristianismo y su futuro el obispo anglicano J. Sh. Spong se expresa así sobre el sacerdocio:
“Este poder sacerdotal nació por esa declaración única pero primitiva de que la persona santa designada puede de alguna manera ponerse en medio entre el Dios teísta de arriba y la vida frágil de un ser humano abajo. El papel del sacerdote afirmó la habilidad y el derecho de interpretar los caminos de Dios para la vida humana. Como persona santa designada para ello, explicaba el significado de la enfermedad y el mensaje encontrado en las fuerzas de la naturaleza, cosas ambas que eran tenidas como expresiones de la voluntad divina. Para proteger a las personas de los peligros inherentes en esos momentos difíciles de la vida, el sacerdote ayudaba a las personas a conocer la voluntad de Dios para que no ofendieran la sensibilidad divina y corrieran el riesgo de una tragedia por alguna de estas causas. El sacerdote ganó el poder de decidir cómo se veneraba a Dios correctamente y lo que Él requería de las personas en términos de comportamiento ético. En una época creyente, la gente aceptó esta situación con increíble sumisión. A medida que el poder de la persona divina profesional crecía, se empezó a suponer que el sacerdote también tenía la capacidad de perdonar pecados y dar bendiciones…
En el apogeo de este poder sacerdotal, se hicieron afirmaciones de que la única manera que un Dios teísta pudiera operar era a través de los sacramentos autorizados por la Iglesia establecida…
El Dios Padre celestial era representado por la figura paterna del ministro ordenado. El teísmo estaba encarnado en el sacerdocio masculino…
Hoy en día, esa superestructura de privilegio eclesiástico se está tambaleando ante nuestros ojos. Su caída es inevitable, ya que fue construida sobre la noción teísta que en nuestra generación ha sido erosionada al punto de su desaparición…
Esta realidad ha producido una gran crisis contemporánea en la identidad sacerdotal, la cual se ha contagiado de los sacerdotes católicos a los pastores protestantes” ( p. 182-183).
He aquí una causa importante, entre otras más sin duda, de la llamada “crisis de vocaciones” en la Iglesia. Se trata de la crisis del ministerio sacerdotal, de la figura del sacerdote, como consecuencia de la decadencia de la visión teísta de Dios. No se trata de que la juventud debe tener una mayor entrega para aceptar la llamada vocacional al sacerdocio tal como existe en la actualidad. Habrá que pensar en otra función del ministerio presbiteral, no necesariamente consagrado, ni dedicado principalmente al culto sagrado. El presbítero como laico, a ejemplo de Jesús de Nazaret, no sacerdote, no necesariamente masculino y célibe, animador de la fe de la comunidad creyente, impulsor de la vida de la comunidad, anunciador (profeta) del Reino de Dios, en cuanto consecución de una vida digna y justa para todas las personas y denunciando todas aquellas situaciones injustas que impiden que la dignidad de la vida llegue a todos por igual. Un ministerio esencialmente humanitario, dedicado a la consecución de la plena realización del ser, de la vida y del amor de todas las personas y del universo.
“Lo que impulsa todos estos cambios es el reconocimiento de que el Dios teísta del pasado está muriendo y, con esta muerte, la manera como los seres humanos se relacionan con esa deidad sobrenatural, invasiva y transcendente está decayendo. Si no se hacen cambios en la forma de dar culto, la devoción dedicada a un Dios teísta terminará. Si la Iglesia no encuentra otra misión que la de indicar a la gente que un Dios externo está allá arriba, las iglesias desaparecerán finalmente de nuestros paisajes”(J.Sh Spong,op.cit. p.185).
No se trata por lo tanto de insistir únicamente en la necesidad de que surjan vocaciones para realizar el ministerio sacerdotal, apelando a la entrega y promoviendo la imagen teísta de Dios, Ser Todopoderoso que vive en las alturas, sino de dar a conocer a un Dios, Fundamento del Ser, fuente de la Vida y del Amor, presente en el cosmos y en la profundidad del ser humano. Y consecuentemente revisar la tarea del ministerio presbiteral, como responsable de la comunidad y portavoz del Reino de Dios en el mundo, para conseguir la plena humanización en la sociedad y el pleno respeto al cosmos.
*John Shelby Spong. Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir. Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador, 2014.
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En primer lugar salta a la vista que re-conocer algo es volver a lo conocido, re-pensarlo de nuevo, razonarlo, lo cual a nivel de razón significa que esta posibilidad viene dada porque lo que la razón piensa no es mero objeto donde en él la razón se contraería en razón sensible (sensible aquí resalta aquel aspecto de la razón en el cual, ciertamente, dándose en mí la razón sin embargo no es mía sino de la cosa) y por tanto algo absurdo, sino que lo que fundamenta la razón, lo que la promueve en búsqueda es precisar no conceptualmente sino física y formalmente aquella previa realidad meramente sentida (es decir insuficientemente con respecto al conocimiento).
Esta insuficiencia, en el tema que nos ocupa, es lo que ha venido supliendo la mediación sacerdotal apoyándose todavía en aquella concepción metafísica muerta ya en el pasado pero útil todavía para quienes quieran suplir aquel estado de insatisfacción anímico. En este sentido es por lo que ha servido el dios teísta. Pero la conceptualización de él ha sido mediante una metafísica entendida no como intramundana sino como ultrafísica, es decir más, allá de lo físico, dualísticamente. Y es en el punto donde nos encontramos porque lo sobrenatural y las construcciones metafísicas que la predican ya no sirven para colmar el objeto de la razón pensante. Lo que busca la razón no es algo que esté más allá del aquí sino el aquí mismo en función trascendental. Es lo que vengo diciendo cuando me refiero a que los humanos nos realizamos en lo que somos con las cosas pero trascendiéndolas en lo que tienen de real, es decir, no fuera de ellas sino “en” ellas, profundizándolas.
Es, por tanto, lo real y no la cosa lo que da de sí. El mundo que los seres humanos construimos no es otro mundo sino el cosmos mismo profundizado. Al hablar de que otro mundo es posible no se está haciendo referencia a la necesidad de inventar otro, sino simplemente que lo cósmico no ha sido profundizado suficientemente.
En síntesis, lo dicho podría recogerse en la siguiente frase que también, en un párrafo, la resalta el artículo “Reino de Dios en el mundo” pues bien el sacerdocio como especie en extinción es el que resbalando sobre el Reino, se ha ahorrado la descripción de la realidad y tan sólo se ha preocupado en explicar la idea de Dios. Esto es, en mi opinión, lo que actualmente entra en crisis.
Por eso Jesus permanece vivo en esa Iglesia Católica que es UNIVERSAL…..para todos los tiempos…pues Cristo iba a permanecer con ELLA hasta el final del mundo….Es por eso que Ireneo de Lyon (180) y Hegesipo (160) atestiguado por el historiador Eusebio menciona que a Lino (66-78) fue encomendado el primado de la Iglesia por los mismos Apóstoles, a la que siguió Anacleto (79-91). El tercer sucesor de Pedro fue Clemente (91-101). Segun Tertuliano (160-225) Clemente fue ordenado por el mismo Pedro…Ireneo (180)
dice que Clemente rercibio directamente la enseñanza y tradicion apóstolica puesto que conocio y se relacionó con los Apostoles…De Clemente se conserva en Roma su casa…que se encuentrá en el subterráneo de la Basílica de San Clemente…Origenenes, Eusebio y Jerónimo creen que Clemente es el mismo Clemente que S. Pablo menciona en su carta a los Filipenses (4:3)…Ademas Clemente se dirige, durante su pontificado en Roma a la Iglesia de Corintio situada a 240 de Roma. Clemente condena la insurrerccion del clero como “sedición detestable, aborrecible para los elegidos de Dios” castigando a los sediciosos y provocando la UNIDAD DE LOS FIELES. Dirimió efectivamente la disputa y su carta (LA PRIMERA CARTA DE CLEMENTE A LOS CORINTIOS) se leyó en la Iglesia de Corintio durante SIGLOS y tambien se leía en otras Iglesias locales como atestigua Eusebio en su Historia de la Iglesia….Clemente que vivio en en siglo I es una prueba palpable de la sucesion apostólica….pues afortunadamente conservamos datos históricos como hemos visto.
La Iglesia no es un mito…es una realidad histórico-espiritual..visible
Hoy día por ejemplo el Papa ha limitado varias veces el número de cardenales electores de su sucesor y cada Papa ha escogido para el cardenalato a quienes parecieran más fieles a su propio modo de gobernar la Iglesia (entre los últimos Papas hasta Francisco, no poca influencia ha ejercido la curia a pesar de los múltiples intentos de regular la corrupción interna). Hasta hoy no han podido las Iglesias Particulares, desde la base arriba, elegir o participar en la elección de sus diáconos, presbíteros, obispos.
Cualquier institución que como la jerarquía de la Iglesia Católica, después de Constantino, se abroga la posesión exclusiva de la Verdad y el poder de castigar cualquier cuestionamiento de ella, monopoliza y divide y, presciendiendo de la carga peyorativa de la palabra, “dia-bóliza” o se hace adversaria de la espontaneidad carismática.
Según atribuyen los evangelios, la única misión encomendada por Jesús a sus seguidores fue la de anunciar SU EVANGELIO y a Pedro, quien parece que fuera paradójicamente de los menos o el menos capacitado como líder, la misión de “confirmar”(cuidar) o dar apoyo al resto de los seguidores/as más cercanos.
No hay evidencia en Hechos o en los otros documentos neotestamentarios de que a la muerte de Pedro o tras de su viaje a Europa hubiese una elección para reemplazar su función. Además su presencia en Roma no le hizo inmediatamente “pastor primado”. No hay evidencia neotestamentaria tampoco de su relación con Pablo.
La consistencia interna de la Iglesia en su creencia y esperanzas (aún ocurre) ha sido mantenida por medio de cartas de confirmación entre los patriarcas y por lo tanto en el curso de la historia se han reconocido mutuamente “diversos” no un solo oficio petrino. Esta manera de mantener unidad no es típica o exclusivamente cristiana. Posiblemente Pablo la copió del uso imperial y no exclusivamente romano y por eso enviaba mensajeros y cartas y “gobernaba” a distancia.
En cuanto a lo primero he de decir que el experimento que me resulta exitante. Jesús Gil trata de encontrar respuestas, síntesis, o quizas una plena coincidencia partiendo de la trayectoria vital del obispo Spong, de cultura edificada en la Reforma, de la rama anglicana, por lo que “sus vividuras” hacen que incluso usando un mismo léxico, el de la más rabiosa actualidad, no tengan que ser necesariamente ni la vividura de Jesús Gil, ni el ambiente cultural católico español desde el cual tanto el autor como sus lectores estamos interpretando. Los conceptos no tienen el mismo valor o igual significado en una mente o en otra.
Aunque se esté optando por asumir como propias ciertas corrientes del pensamiento actual, se le de valor categórico a la coincidencia de criterios que vienen refrendados por los círculos académicos adquiriendo así cierto aire de oficialidad, se acepten postulados como definitivos, sin embargo, tenemos que reconocer las enormes cantidades de dudas, de temas que se han abierto sin poder ser resueltos de forma satisfactoria, que han creado un clima generalizado de provisionalidad.
Si añadimos que el mundo intelectual no tiene la última palabra, aunque se autodefina en los aspectos más formales de la verdad , reconozcamos que sólo una experiencia individual tendría más valor probatorio que miles de tesis en contrario.
Cuando hablamos del legado de Jesús. (El día de Pentecostes estaban reunidos cerca de 120 seguidores, junta a la madre y “los hermanos de Jesus” – 50 días después de la Pascua) no nos referimos simplemente a la trasmisión de un mensaje, una doctrina que debería ser enseñada, sino un anuncio de su hecho salvador. El recibimiento de la noticia producía una praxis, pues quien se ponía inmediatamente a “dialogar con Dios” desde el arrepentimiento, recibía en su corazón el Espíritu del Resucitado. Creer es aceptar a Dios y a Jesús el Salvador,permitir ser transformado por su poder de vida.
En cuanto a mí, los doce institucionales fueron una institución creada por los Doce y unos cuantos más, coin el tiempo. En una oportunidad fueron 72 y en otra fueron 4, 3 mujeres y un joven.
Quizás esta Iglesia que existe es como Jesús la quiso. Pero Jesús murió con amplia evidencia de que no le habían creído, le habían traicionado y le había abandonado. Después, cerca de 70 u 80 años más tarde, una comunidad hablaba a su modo de Jesús y después de eso la espontaneidad de la Iglesia fue desapareciendo poco a poco.
Asumir la vida propia es integrar la vida sin divisiones o separaciones, sin pensamientos de culpa y sin sentimiento de embarazo porque naciendo y muriendo imperfectos e incompletos, si algo no debiera sorprender es que la vida en su conjunto refleje esas mismas imperfecciones incompletitudes de quienes la personalizan.
Por eso discrepo del Obispo Spong y sus tesis. La vida es lo que es, como es. Ambas cosas son misteriosas. No comprendo cómo se pueda hablar de Dios y de Jesús como si fueran dos realidades diferentes cuando se cree que Jesús sea la auto-revelación plena de la divinidad.
Yo solo puedo desear (y esperar confiadamente que no yerre en ello) que Jesús haya sido o sea la revelación de la divinidad y que Dios exista. La jerarquía institucional eclesiástica me sobra y hasta me molesta demasiado a menudo y me parece que haya perdido, aún con Francisco, su credibilidad. No me confío de nada que se autojustifique para beneficiarse y en definitivas la jerarquía eclesiástica pretende no equivocarse cuando afirma que sea infallible, al menos en la persona de su jefe.
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”permanecer”…..por eso no equivale a “subsistir” en castellano….Y por eso la traducción correcta de esta oración o sentencia en LATIN
de la Lumen Gentium, 8 que dice: “Haec Ecclesia, in hoc mundo ut societas constituta et ordinate, SUBSISTIT IN Ecclesia catholica”
empezando desde arriba:
Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica, la que nuestro Salvador entregó despues de su resurrección a Pedro para que la apacentara (Io. 21,17) confiáandole a el y a los demas apóstoles su diffusion y gobierno (Mt. 28,18 y sig) y la erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3,15)
Y AHORA viene lo que estamos tratando, traduciendo de arriba: “Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como sociedad
, PERMANECE EN la Iglesia Católica” (LG,8)
Atribuirle a Jesús la fundación de un sacerdocio que el mismo no quiso para sí, es por lo menos cuestionable. De hecho la elección de un grupo exclusivo como heredero de su autoridad, creó el mito de la “sucesión apostólica” y de la legitimidad doctrinal que no está desconectado del uso pagano.
Pablo no parece haber tenido escrúpulos en cuanto a predicar y fundar grupos creyentes en contrapunteo con el grupo reputado como original, de Jerusalén, cuya aceptación buscó.
Todo lo contrario, se autoproclamó apóstol legítimo, un tanto como había hecho Jesús en la sinagoga de Nazareth con respecto al judaísmo. Haber perseguido a los cristianos hasta entonces y mientras no quiso “convertirse” en uno de ellos no le impidió reclamar y autoimponerse “el palio” jerárquico.
Pudiera hipotetizarse que a Pablo no le crease problema la existencia de otros evangelizadores con puntos de vista diferentes al de él, porque parece haberse dedicado a fundar sus propias comunidades, conforme a su percepción magisterial o de liderazgo, que los del grupo original parece que trataran de subvertir.
Por tanto la Iglesia Universal si subsiste en las diferentes iglesias cristianas (al menos el Concilio lo declaró de la Católico-Romana en el sentido de la palabra subsistir en los nn. 7 y 8 de Lumen Gentium) está dividida precisamente por causa de la rivalidad jerárquica, sacerdotal entre las diversas confesiones. No por gusto se sienten responsables de resolver los cismas y las contradicciones de las que “el pueblo llano”, el conjunto de los cristianos de a pie, no pudiera sentirse, per se, ni más indiferente ni más extrañado.
¿No es plenamente coherente con esto aquello del evangelio de Juan XIII,35, “-En esto conocerán que sois discípul*s mi*s, si os amáis l*s un*s a l*s otr*s, – porque un solo y nuevo mandamiento os doy: -Que os améis; y que de esto, os he dado ejemplo y testimonio hasta el fin, para que lo que yo he hecho con vosotr*s, lo hagáis mutuamente entre vosotro*s?
Por ello, Jesús Gil, me identifico con esto tuyo: “-Y consecuentemente revisar la tarea del ministerio presbiteral, como responsable de la comunidad y portavoz del Reino de Dios en el mundo, para conseguir la plena humanización en la sociedad y el pleno respeto al cosmos”.
Añadiendo, que no hacerlo va a seguir retrasando el que la Humanidad se sienta afectada por esa levadura cristiana bien diluida para ser aceptada como medio de fermentación de humanismo cristiano verdadero, libre, justo y pacífico.
¿Porque, como se va a poder lograr la plenitud de vida para la Humanidad si va condicionada al estamento jerárquico clerical?
¿No ha sido de siempre la “ECCLESIA” (Asamblea, Comunidad, Agrupación de DISCÍPUL*S de Jesús) SU GRAN y FUNDAMENTAL SACRAMENTO?
¿Y que “la sal que no sala solo sirve para ser esparcida y que la pisen las gentes”?
¡Pues bien avisados estamos!