domingo, 12 de abril de 2015

LA MISTICA DEL URBANITA

La mística del urbanita

Foto ZuñigaJesús de Nazaret fue un místico urbanita frente a Juan Bautista, místico del desierto. Curiosamente es esta mística del “desierto”, de la “huida del mundo”, la que se ha impuesto sobre todo a partir del s. V con el monacato de san Benito. Y desde aquí se ha elaborado un paradigma de la mística, que se presenta como algo exclusivo monacal, según la literatura  al uso sobre espiritualidad.
Jesús de Nazaret, un místico laico, que no huye de los centros urbanos; por el contrario, vive en ellos y recorre poblados de Galilea, de Samaria y de Judea. Y en esa tarea agotadora de ir de pueblo en pueblo predicando la Buena Nueva desarrolla la mística urbanita, que me parece un modelo a seguir.
Jesús de Nazaret lleva a cabo una doble tarea, basada en un programa de cambio radical de la condición humana. La primera, vertical, en la relación humana de su religación con la Trascendencia. Y la segunda, horizontal, en las propias relaciones de los seres humanos entre sí.
Respecto a nuestra religación con Dios, Jesús de Nazaret nos indica desde su vivencia personal el camino a seguir. Dios es Padre-Madre que está con nosotros y que nuestra relación con Él-Ella ha de ser fluida, en cualquier circunstancia, de nuestra existencia, sin templo ni liturgias, aunque haya determinados momentos para “subir al templo” y poder celebrar litúrgicamente la presencia del Misterio entre los seres humanos. El nuevo rostro de Dios es el del padre de la parábola del hijo pródigo, o más bien habría que llamarla parábola de la existencia humana. Un Ser que acoge, que se compadece y perdona a aquel hijo que quiso realizar una experiencia de lejana autonomía. Con razón dice Ortega y Gasset que la persona que toma en serio su vida, que da sentido a su existencia es una persona profundamente religiosa. Jesús de Nazaret siente la presencia del Misterio en cualquier situación, pero de vez en cuando se retira a espacios de silencio para vivir intensamente su relación con el Misterio. No puedo por menos de recordar la intensa vivencia espiritual, mistérica, de Manuel García Morente, ateo intelectualmente convencido, en aquella noche parisina de su exilio voluntario de finales de abril de 1937, después de escuchar unos fragmentos de L’enfance de Jesús de Berlioz. Es lo “fascinante” de la experiencia religiosa de la que habla R. Otto en su libro Lo santo.
Pero la mística laica de Jesús de Nazaret lleva su radicalidad insospechada al campo de la horizontalidad. En primer término hay que resaltar la compasión y la misericordia (en el sentido más genuino de las etimologías de ambas palabras: padecer junto con el otro y pasar por el corazón la debilidad propia y ajena), como expresión de la tolerancia y de la convivencia en armonía. El hombre no puede ser un lobo para el hombre (homo homini lupus, se decía). El “ojo por ojo y diente por diente” debe ser desterrado y sustituido por el “amor al enemigo”. Aunque no le falte razón a K. Marx cuando escribe que la violencia es la partera de la historia, sin embargo es preciso que la transformación interior de hombres y mujeres, desde la mística de Jesús de Nazaret, haga obsoleta la máxima marxista; por eso Él no lleva a cabo su revolución mediante la espada, mediante la violencia física, hasta el punto de que Él, con su muerte violenta, en un solo gesto, abraza esas dos realidades tan opuestas: víctimas y verdugos. Él pretende cambiar el corazón de piedra, preocupado por el bien personal o el esfuerzo por obtener bienestar y la seguridad económica, por otro de carne, como nos recuerda el profeta Ezequiel (Ez. 11,19). Es aquí, y en las otras características de la mística del nazareno, donde, a mi modo de ver, ha de insistir la teología de la redención, que son las que posibilitan un cambio profundo de nuestras actitudes. Y no de que Dios entregó a su hijo a la muerte, siendo su sangre el precio de nuestra liberación. En la noche de pascua hemos escuchado en el pregón pascual: “Dichosa culpa, que nos mereció tan especial Redentor”. Nuestra culpa no puede ser la causa de su muerte; la causa de la muerte de Jesús de Nazaret hay que buscarla en la radicalidad de su discurso y de su vida; o lo que es lo mismo, en su coherencia.
Ahora bien, la compasión y la misericordia llevan inseparablemente aneja la actitud de acogida, como la del padre del hijo pródigo, quien no sólo perdona con su abrazo al hijo que un día se marchó de casa, a la aventura, sino que lo acoge con un banquete de bienvenida a pesar de los recelos de su otro hijo. Esta acogida desde la horizontalidad es posible por el compromiso de Jesús de Nazaret con las gentes que le acompañan o con las que se encuentra en su recorrido por los diferentes poblados y ciudades palestinas.
De la acogida a la solidaridad con los más necesitados y sufrientes. Pero la solidaridad no es posible si previamente no ha habido una denuncia profética de las injusticias sociales, de la opresión del dinero y de las élites sociales, políticas y religiosas, como acertadamente refiere I. Ellacuría, del atesorar obscenamente riquezas que desembocan en la brecha social en contra de la providencia divina. No puede por menos referirse en su discurso programático de las Bienaventuranzas a los que trabajan y luchan por la justicia. De ahí que nos llama poderosamente la atención determinado gesto caritativo y de solidaridad de algún jerarca de la Iglesia católica, como es vender algunos bienes de la Iglesia local para que Cáritas los reparta entre los pobres y necesitados. Un gesto encomiable, pero desprovisto de apoyo profético, como es la denuncia de que la pobreza de muchos ciudadanos de su diócesis se les ha venido encima por las decisiones ultraliberales del gobierno actual; decisiones que han favorecido más al capitalismo salvaje que a los ciudadanos, cuyo resultado es bien patente: los ricos son más ricos y los de clase media y los pobres son más pobres.
Es la mística, pues, de Jesús de Nazaret la del urbanita con los “ojos abiertos”, como nos propone JB Metz. No hay mística sólo de la verticalidad; ésta tiene que prolongarse en la horizontalidad. No hay mística abstracta, sino inmersa en la temporalidad, en el acontecer diario de hombres y mujeres.
La mística del urbanita y la del hombre del desierto no se contraponen; al contrario, se complementan, como las figuras bíblicas de Juan Bautista y Jesús de Nazaret. La mística del cenobio tiene su rol propio y su permanencia en el tiempo es signo inequívoco de una vivencia espiritual radical. La mística del urbanita, en determinados momentos, necesita del silencio monacal para robustecerse, para hacer suyas las palabras de Teresa de Ávila: “Nada te turbe,/ nada te espante,/… quien a Dios tiene/ nada le falta:/ Sólo Dios basta”.
Abril 2015

5 comments to La mística del urbanita

  • mª pilar
    ¡Gracias Antonio Gil Zúñiga por este art.!

    Para mí es… suficiente y esperanzador, no miro si es teológico, si es históricamente  exacto; me vale totalmente… que un hombre pleno en su humanidad, paso por el mundo no solo haciendo el bien… ¡ya muy importante! sino que fue totalmente consecuente con cuanto dijo, hizo y vivió.

    Los “otros” temas, pensamientos ideas… son personales y devienen de una opción y experiencia personal.

    ¡¡¡Gracias, me parece gratificante en estos tiempos que nos está tocando vivir!!! 

    mª pilar
  • Rodrigo Olvera
    a) Creo que hay que recordar que las narraciones evangélicas no son narraciones históricas sino narraciones teológicas. La ubicación de Juan predicando en el desierto responde a una necesidad teológica de presentar a Jesús como aquél en quien se cumplen todas las profecías mesiánicas, incluyendo la del precursor mesiánico como “voz que clama en el desierto”.

    b) Dificilmente se puede decir que sea una mística de “huída del mundo” la predicación de denuncia del incesto del tetrarca, de los abusos de los militares de ocupación o de la corrupción de las élites religiosas-económicas judías. Existe sí un transforndo histórico de movimientos “hacia el desierto” en Palestina del siglo I, por ejemplo el movimiento esenio. Pero el desierto en la Palestina del siglo I tiene una connotación distinta al desierto en Egipto en los siglos IV y V. En la Palestina del siglo I tiene una connotación política: primero, literalmente como espacio geográfico donde rebelarse; y segundo  una connotación religiosa-política como el espacio en el que es preferible internarse para liberar al pueblo del dominio extranjero (experiencia fundacional de la salida de Egipto al desierto). Los movimientos “al desierto” de esa época implican la moviliación hacia la liberación de la opresión, y la denuncia de la élite que prefiere quedarse en connivencia con el poder militar de ocupación.

    c) Dificilmente se puede afirmar que la mística de Jesús sea de centros urbanos. Está bastante explorado en los estudios de los últimos 30 años el hecho de que el Jesús presentado en las narraciones evangélicas evita deliberadamente los grandes centros urbanos que le rodean (tanto helenos commo judíos helenizados), tanto durangte su prédica en Galilea, como en su deambular por Samaria y en Judea, con excepción de su(s) subida(s) a Jerusalén.  Parece más que es una mística de comunitariedad de pequeños pueblos rurales.

    d) Concuerdo por lo demás que la mística o espiritualidad de Jesús, hasta donde se puede deducir de las narraciones evangélicas, plantea un posicionamiento vertical y horizontal muy distinto a la espiritualidad del cristianismo latino del último milenio. Creo, con todo, que con frecuencia se omiten las influencias de los pueblos germanos, los godos y sobre todo los francos en la configuración de esa espiritualidad, tan diferente a la ortodoxa que comparte la influencia helénica, pero carece de la franca, y que por ejemplo jamás ha haceptado que la mística sea excluisva de los monjes.

    Abrazos y esperanzas
  • George R Porta
    Aunque nada se sepa de qué llevara a Juan a posiblemente vivir y predicar en el desierto, no es imposible imaginar que huyese de los condicionamientos “urbanos” y que encontrara en el desierto una intimidad con la naturaleza que si dura físicamente, debió ser libre. La denuncia profética quizás se haga necesaria constantemente porque el condicionamiento social no cesa y de que se nace a que se tiene edad de optar con relativa autonomía, la persona no puede esquivar mucho dichos condicionamientos. 
    Parece muy interesante que Juan enfatizase la conversión en el sentido de voltearse o de vivir en la esperanza de la liberación y no solo políticamente hablando. La noción de misericordia y de acogida que Jesús desarrolló quizás no le era exclusiva porque los relatos sobre el Bautista cumplen una función ambientadora de la llegada de Jesús pero dirigen en el sentido de acogerle. Quizás haya una linea de continuidad como la hubo tradicionalmente entre los judíos leyendo a los Profetas alineadamente y/o en paralelo. 
    De cualquier modo la reflexión de Gil de Zúñiga me ha sido beneficiosa y se la agradezco como agradezco a Atrio que la facilite.
  • Lola Cabezudo
    Me ha interesado mucho el artículo y si me pidieran un resumen en forma de titular diría: ni solo poner los ojos en blanco, ni solo colaborar con las ONGs, sino también participar en  política y en plataformas ciudadanas para contribuir a generar derechos. Gracias al autor.
  • Antonio Vicedo
    Buen tema y buena exposición para alentar nuestro ánimo y compromiso por una verdadera y radical reforma de nuestra eclesialidad cristiana.

    Hace tiempo que me ocupó una simple y sencilla comparación relacional entre la importancia que en la eclesialidad se le daba a la separación, de la normalidad de la vida de las gentes, por Órdenes Religiosas, Monacatos, Clausuras, Congregaciones y clerecia y la poca coherencia práctica a aquello que ya la comunidad de Juan tuvo que explicitar atribuido a Jesús  en su oración : -”NO TE PIDO, PADRE, QUE  L*S SAQUES DEL MUNDO, SINO QUE  L*S PRESERVES DEL MAL.”

    Esto quedaba en línea coincidente con lo del coloquio con la Samaritana junto al Pozo; con el sentido de las parábolas más claras y prácticas; y con aquel giro radical de entender el proyecto divino, desde la Humanización de Dios en Jesús,; lo de que el Sábado es para la Humanidad y no al revés; lo que conlleva la importancia de la vivencia humana del AMOR incluso a los enemigos como prueba identitaria del DISCIPULADO; y la inalienable jurisprudencia sobre las actitudes y comportamientos humanos en Mt.XXV. “CONMIGO hacéis, o no, LO QUE con UN* cualquiera de mis mas PEQUEÑ*S HERMAN*S”.
    Y es que , siendo Dios principio, fuente e ineludible CONTINENTE ACTIVO de la Naturaleza y la Gracia, ambas se complementan y, entre si, no pueden rechazarse.

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